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Una vice vale mil reformas

El poder en estos tiempos también sufre los efectos de la globalización y necesita replantearse unos esquemas cada vez más desfasados y menos efectivos.

Esto tiene que ver con que la estanqueidad de los países y las sociedades que hubo en el pasado se ha diluido. El nuevo escenario está marcado por una situación de interdependencia, en la que el rechazo a la colaboración y la participación de todos condenan cualquier iniciativa al fracaso, la sociedad globalizada le está poniendo un punto final a las autocracias.

Hoy, ni el poderío policial, ni la hegemonía económica, como ocurre en Jujuy pueden garantizar la supremacía de ningún Estado.

Hoy estamos viviendo la singular paradoja de que, a mayor supremacía, mayor es la vulnerabilidad.

Si quisiéramos ser menos terminantes, podríamos decir que el poder, casi invariablemente, propende a acrecentarse. No es esperable que él se autolímite de modo natural o espontáneo. Incrementarse, crecer en su ámbito de dominio, imposición y control, está en su naturaleza. Lo contrario resulta algo muy excepcional, tal vez verificable en sociedades y sobre todo en gobernantes con un alto grado de conciencia cívica y ciudadana, que claramente no es el caso de Morales.

Como es bien sabido, nuestra Constitución Nacional, fue redactada en consonancia con las ideas y lineamientos de Montesquieu y Alberdi. En 1853 los convencionales redactaron es una constitución republicana y, consecuentemente, establece la división de poderes con un sistema de frenos y contrapesos.

Sin embargo, se advierte desde hace muchos años la inclinación del poder provincial a actuar sin aceptar los controles y limitaciones previstos constitucionalmente para ser ejercidos por parte de los otros dos poderes.

Tal propensión se ve reforzada muchas veces por una actuación de mero acompañamiento acrítico y de claro rol estrictamente notarial por parte de la Legislatura, en donde el partido gobernante tiene actualmente mayoría absoluta, no solo por los diputados radicales, sino también por sus socios tributarios y disciplinados, los legisladores del Partido Justicialista de Rivarola.

Agregando también la complacencia y falta de verdadero control judicial de los actos del PEN por parte de algunos jueces simpatizantes, acomodaticios o simplemente temerosos.

Este era un buen momento para sentar las bases de la concordia, pero las urgencias políticas de Morales son capaces de avasallar hasta con el más mínimo sentido de decencia.

Seguro que no es el momento de la reforma, pero quizás si era un buen momento para hablar de estos temas con tranquilidad y sin apresuramiento, elaborando acuerdos sustanciales para sentar las bases que configuren un amplio consenso., pero aquellos consensos legítimos, lejos de los acuerdos económicos entres las facciones dominantes.

Los sueños húmedos de Morales de integrar una fórmula presidencial como candidato a vicepresidente, ha motivado que sea él mismo el que propicie la reforma cuando hasta no hace un par de meses atrás lo negaba categóricamente.

Lejos de mostrarse con un dirigente moderno, Morales vuelve a mostrar su veta más cavernícola, modifica una constitución para centrar más el poder en torno a su figura.

Morales encara una reforma sin dos elementos esenciales y fundamentales, concertación política y lealtad institucional. Ingredientes imprescindibles si se pretende pensar en una constitución para todos los jujeños.

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