La ashwagandha es una de las plantas más mencionadas en el mundo del bienestar. Este suplemento de origen ayurvédico se utiliza desde hace siglos para ayudar al cuerpo a manejar el estrés físico y emocional. Hoy, está presente en cápsulas, extractos estandarizados y polvos, pero los especialistas insisten en que antes de sumarla a la rutina es importante conocer sus beneficios y riesgos.
La ashwagandha (también conocida como ginseng indio) contiene compuestos adaptógenos, es decir, sustancias que mejoran la capacidad del organismo para afrontar situaciones de estrés. Entre sus posibles beneficios se destacan:
- Mejorar la calidad del sueño.
- Reducir el estrés, la ansiedad y la fatiga.
- Favorecer la concentración y la memoria.
- Colaborar en la regulación de los niveles de cortisol, la hormona del estrés.
“La ashwagandha ayuda a romper el ciclo de estrés y agotamiento, ya que favorece el descanso profundo y la recuperación del sistema nervioso”, explicó el Dr. Zachary Mulvihill, especialista en salud integral del NewYork-Presbyterian, en colaboración con Weill Cornell Medicine.
Qué personas deberían evitarla
No todo el mundo puede tomarla. Según la médica y divulgadora Isabel Viña, “la ashwagandha se ha puesto de moda, pero hay personas en las que puede generar más apatía, sensación de que todo les da igual o alteraciones en el ciclo menstrual”.
No se recomienda en los siguientes casos:
- Mujeres embarazadas o en período de lactancia.
- Personas con enfermedades autoinmunes, tiroideas o hepáticas.
- Pacientes que toman medicación para la presión arterial, quimioterapia u otros tratamientos que puedan interactuar con la hierba.
“Si la has probado y no te ha ido bien, no significa que estés haciendo algo mal, simplemente puede que no sea para ti”, agregó Viña.
Posibles efectos secundarios y dosis
Entre los efectos adversos más reportados se encuentran el malestar gastrointestinal, la somnolencia y, en algunos casos, un aumento excesivo de la energía o el deseo sexual debido a su impacto sobre la testosterona.
Los expertos insisten en consultar a un médico antes de incorporarla a la rutina.
La dosis sugerida suele ser de 300 mg una o dos veces al día, pero no debe superarse 1.000 mg sin supervisión médica. Además, es importante elegir productos certificados y de calidad para evitar contaminantes.
“La mejor forma de usarla es acompañada de cambios en el estilo de vida, como mejorar la alimentación y la actividad física. Las hierbas no deben tomarse indefinidamente”, advirtió el Dr. Mulvihill.