Bajo un árbol cercano a la institución, que casi se podría decir que está a las puertas de la misma, se reúnen compradores y vendedores. Por allí hay una casilla, donde los vecinos (temerosos de identificarse no para evitar represalias, sino para prevenir que continúen) encontraron una caja de cartón con latas de pegamento. Un sujeto en motocicleta, a quien identificaron como el “dealer”, se fue del lugar; al arrancar su vehículo, se le cayó una bombilla, que se presume es usada para aspirar los vapores del pegamento.
Además encontraron latas del mismo pegamento tapadas con nylon; y se enteraron que la compra y venta de estas latas es llamada “tic”. “Preguntamos y nos dijeron que es llamada así porque la lata, al abrirse, hace el sonido “tic”, dijeron.
Además del sujeto mencionado antes, los vecinos también identificaron a una mujer que vestía una calza multicolor, y señalaron que ella también vende estupefacientes en el lugar: en la puerta de Bachillerato N°6, y cerca de Escuela Primaria CGT. Llegaron a hablar con ella, a tratar de que cesara en su accionar, pero la misma subió a un taxi y se fue del lugar. Llamaron a la policía, les dijeron que enviarían un oficial, o un patrullero, pero nada ni nadie llegó.
Nombres de policías y funcionarios
Los vecinos de barrio Malvinas anotaron, en un trozo de cartón, los nombres de todos los policías y del fiscal que no respondieron a sus llamados, al pedido de vigilancia, o a las denuncias por robos, agresiones y venta de estupefacientes. Mencionaron varias veces las palabras “Seccional 32”.
Una vez, una vecina persiguió a una mujer (“una jovencita”, la llamaron) que, piensan, vende drogas en el lugar mencionado anteriormente. Y a todas las mujeres del barrio les dolió ver esa situación diciendo: “tiene que saber cómo sufren las madres con el flagelo de la droga”.
Quienes denuncian esta situación sufren represalias, robos y todo tipo de violencia. Hay vecinos que no se animan a hablar y otros que critican a quienes lo hacen. Y todos saben que los ladrones y delincuentes “se meten a Villa Chung King”. Y denunciar un robo de zapatillas o cualquier otro delito, dicen, es perder el tiempo.
Una madre tuvo incluso que hacer justicia por mano propia, golpear a una ladrona, y recuperar las zapatillas que le había robado a su hijo.
Las historias de los vecinos de Malvinas son como las pruebas que presentaron: ambas hablan de una situación que aun no fue atendida por quienes juraron a distintos cargos para hacerlo. Llegaron a denunciar la venta de drogas en la Dirección de Toxicomanía, pero la respuesta que obtuvieron fue que estaban trabajando, siguiendo a los vendedores y pisándoles los talones.
Ni siquiera los directivos escuchan
Para los vecinos de la zona no es raro que la policía no responda sus pedidos, aunque eso no hace que la situación les preocupe o les duela menos. Llegaron a escuchar conversaciones de efectivos preocupándose por actuar cuando había un control o evaluación para ascensos, pero siguen esperando que envíen un patrullero cuando denuncian un robo.
A eso añadieron la falta de respuestas (o de preocupación) de las autoridades escolares que dirigen las instituciones donde se venden estupefacientes.
“Aquí está el Ministerio de Educación; y no sabemos qué hacen los porteros o directivos que no salen a ver qué pasa alrededor de la escuela. La pasta base está matando a los jóvenes, al futuro. Queremos uno, pero un futuro sano”.
La palabra de los vecinos de Malvinas
Barrio Malvinas: denuncian venta de droga en cercanías al ministerio