El Vaticano vive en un estado de ebullición constante desde el multitudinario funeral de Francisco, el fin de semana pasado. La atmósfera “espiritual” que se respiraba esos días en la Santa Sede se fue diluyendo para dar paso a las intrigantes conversaciones entre los cardenales, en un cónclave político que finalmente permitirá elegir al nuevo jefe de la Iglesia católica. Para los vaticanistas, la elección será difícil porque hay una fuerte “sensación de fractura”.
Un cónclave fracturado se prepara para elegir al sucesor de Francisco
Los cardenales se reunirán a partir del miércoles próximo en la Capilla Sixtina con el fin de elegir quién liderará la Iglesia católica. Hay frenéticas negociaciones entre ultraconservadores, progresistas y moderados para impulsar a sus candidatos. Ya surgieron algunos nombres. Entre los desafíos que enfrentará el próximo pontífice figuran los abusos sexuales de menores, los escándalos financieros y la necesidad de “revitalizar” la Iglesia ante la falta de vocación.
Entre tanto despliegue de religiosos con el tono púrpura por todos lados, la nota de color la dieron este viernes los trabajadores que instalaron la famosa chimenea que anunciará la elección del nuevo papa, el hombre que reemplazará a Jorge Bergoglio.
La fecha elegida para el inicio del cónclave es el miércoles próximo, cuando los cardenales, encerrados en la Capilla Sixtina, den su veredicto.
Bajo los frescos de Miguel Ángel, un total de 133 cardenales votarán desde este 7 de mayo por el nuevo líder espiritual de los católicos. Se llega a ese número porque solo pueden sufragar los menores de 80 años. En un principio eran 135, pero hay dos ausencias por temas médicos; no asistirán el español Antonio Cañizares ni el keniano John Njue.
El 80% de esos electores fueron creados por Francisco. Muchos vienen de la llamada periferia del mundo, zonas que por años fueron marginadas por la Iglesia católica.
Los llamados “príncipes de la Iglesia” celebrarán cuatro votaciones diarias: dos por la mañana y dos por la tarde, salvo el primer día. Y quemarán en una estufa las papeletas de la votación para anunciar al mundo el resultado: humo negro si no logran alcanzar la mayoría necesaria de dos tercios; blanco si: “Habemus papam”.
Decenas de miles de personas en la Plaza de San Pedro y millones en el mundo a través de la televisión pondrán sus ojos en la chimenea, a la espera del gran anuncio.
Negociaciones. Este viernes se reanudaron las intrincadas “congregaciones generales”. Se trata de reuniones que se celebran en la sala Paulo VI del Vaticano. Allí, unos 200 cardenales se dan cita para debatir las prioridades que tiene la Iglesia y deliberar discretamente sobre quién es el hombre más adecuado para ser sumo pontífice.
El portavoz del Vaticano, Matteo Bruni, reconoció que hay un gran intercambio de ideas en las congregaciones, y que los temas pasan por la necesidad de unidad y los riesgos que representan para la institución católica los problemas de abuso sexual y los escándalos financieros. Serán los desafíos del próximo papa.
En estos encuentros también hay “operaciones” políticas destinadas a instalar los nombres de los principales candidatos. Las dos principales corrientes, la ultraconservadora y la progresista, están justamente en esa tarea.
El cardenal uruguayo Daniel Sturla admitió esta efervescencia en el Vaticano: “Vengo pensando mucho, reflexionando, conversando con algunos cardenales. En estos días, uno va decantando algunos nombres posibles”.
Ya surgió un candidato oficial, impulsado por un sector moderado. Se trata de Mario Grech, de Malta, quien desempeñó un papel clave durante el sínodo sobre el futuro de la Iglesia, convocado por Francisco.
Grech fue el secretario general de esa asamblea de obispos, que deliberó sobre temas cruciales como el lugar de las mujeres y los divorciados vueltos a casar. Quiere, al igual que Francisco, una Iglesia abierta y más cercana a la gente, pero al mismo tiempo admite algunos cuestionamientos de los conservadores. Lo propuso el cardenal Jean-Claude Hollerich, de Luxemburgo, muy cercano a Bergoglio.
Pero, claro, no es el único. Hay otros nombres dando vueltas, como el exsecretario de Estado Pietro Parolin, un diplomático de primer nivel en la escena internacional. Aunque ahora es cuestionado por haber ocultado algunos hechos de pedofilia en la Iglesia.
El cónclave, que comenzará el miércoles en la Capilla Sixtina, es una reunión que se remonta a la Edad Media, cuando la idea de elegir a un soberano era algo revolucionario. Por eso, las deliberaciones se mantendrán bajo estricto secreto, bajo pena de excomunión instantánea.
Los celulares y cualquier acceso a internet están prohibidos. Los cardenales no pueden leer periódicos, escuchar radio ni ver televisión. Cualquier contacto con el mundo exterior está prohibido.
Fractura. Muchos purpurados coinciden en que la elección será corta, pero el vaticanista Marco Politi es escéptico. “Es el primer cónclave en cincuenta años en el que hay una fuerte sensación de fractura dentro de la Iglesia”, explicó el experto, que anticipa una elección “entre un papa que frene y uno que avance lentamente”.
“No habrá un Francisco II”, lanzó. “Existe esta idea de reunir a todos de nuevo, se necesita una gestión más cuidadosa, más colegiada. Ese es su principal desafío”, afirma.
Politi considera que un punto clave a abordar es la capacidad de “revitalizar la Iglesia”. “Las vocaciones han seguido disminuyendo y eso es motivo de preocupación” entre los cardenales, sentencia.