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Sadir en Córdoba y un doble discurso intolerable

Sadir en viaje a Córdoba en el marco de la reunión del bloque “provincias unidas” dijo que comparte el déficit cero pero con sensibilidad social, en un claro mensaje al gobierno nacional pero esto es lo mismo que decir: “haz lo que yo digo pero no lo que yo hago”, el proverbio que denota la impunidad y el doble discurso del gobernador.

Aquí es imperioso plantear dos modelos de Estado:

El Estado que se ocupa de la gente: ese es el que se preocupa por las necesidades básicas, como salud, educación y seguridad, ese que invierte en servicios públicos y en políticas para reducir la desigualdad. Es el Estado que escucha a la comunidad y busca mejorar la vida cotidiana de las personas, con programas sociales, subsidios y derechos para todos. Este modelo es el que le sugiere Sadir al presidente Milei de la boca para afuera porque aquí en Jujuy no existe.

Sadir lidera el Estado que le pasa de costado a los problemas: aquel que se aleja de las preocupaciones reales de la gente, priorizando intereses particulares, burocracia y decisiones que benefician a unos pocos. Es el Estado ausente, que no actúa con rapidez ante emergencias, que deja que se acumule la desigualdad y que sus políticas no llegan a quienes más lo necesitan.

La desidia no es simplemente ineficiencia; es un abandono, una falta de acción que se nota en calles deterioradas, en servicios públicos que no llegan y en respuestas que llegan tarde. Detrás de cada obra ausente, de cada promesa incumplida, hay personas esperando soluciones que no llegan.

La desolación que vemos es una historia de comunidades que sienten que la gestión no está a la altura de sus necesidades: una salita de salud que no abre cuando se la necesita, una escuela que no recibe la inversión suficiente, un camino que se desarma y no obtiene mantenimiento. Por eso, la mirada no es solo una cifra; son familias, son trabajadores, son jóvenes que buscan oportunidades.

El estado que vende Sadir son promesas repetidas sin resultados, procesos burocráticos que frenan, falta de transparencia y respuestas lentas ante emergencias. y la pregunta clave: ¿qué pide la gente que haga el gobierno? la respuesta está en una voluntad política visible, planes con plazos claros, presupuesto priorizado para lo básico y, sobre todo, rendición de cuentas y participación real de la gente.

La salida no es solo más palabras; es acción concreta, con seguimiento ciudadano y con una gestión que escuche y rinda cuentas. Cuando la gestión se compromete a escuchar, actuar y mostrar resultados, la desidia da paso a proyectos que conectan a la gente con oportunidades reales.

El gobierno de Sadir ha instalado una suerte de nueva ideología. Es una idea que aparece en la política que consiste en mirar al que sufre sin tocar su dolor y sin cambiar las cosas, y quiero hacerlo de forma clara para que todos lo entiendan: ¿qué significa mirar sin tocar? En filosofía solemos buscar la verdad de la acción, y aquí la verdad está en la diferencia entre ver y hacer. Mirar sin tocar es reconocer el dolor del otro como si fuera una imagen, como una idea que duele menos cuando se habla de ella, pero la verdadera ética exige que el sufrimiento de alguien se convierta en una responsabilidad compartida, en una acción que alivie de verdad.

Cuando la política se queda en la mirada aparece una tentación: la de usar la empatía como espectáculo, palabras que suenan bien y campañas que generan apoyo sin el costo de cambiar reglas, repartir recursos o enfrentar resistencias. Y es un dilema: la intención de ser solidario puede ser noble, pero si no va acompañada de medidas concretas, de reformas que toquen las estructuras, se queda en promesa y en símbolo. Por eso la filosofía dice que la justicia no es solo reconocer el dolor, sino transformar las condiciones que lo producen, porque de lo contrario no cambia la vida real de las personas, sólo su narración.

Cuando decimos mirar al dolor sin tocarlo, estamos ante una pregunta: ¿qué valor tiene la palabra si no se transforma en acción? ¿Qué costo estamos dispuestos a asumir para que la solidaridad se traduzca en políticas que reduzcan el sufrimiento de verdad, no solo en palabras bonitas? en suma, es un llamado a la coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos, entre la mirada ética y la acción necesaria, para que la compasión no quede en el aire, sino que se convierta en cambios reales que alivien a las personas.

La desidia política ha transformado los caminos de Jujuy en un mundo de desolación y yo quiero hablar claro para que todos lo entiendan: mirar sin hacer, prometer sin cumplir, eso es lo que ha pasado. Primero porque se deja todo en palabras bonitas y en paquetes de anuncios sin gastar un peso práctico en obras que alivian el día a día de la gente.

La falta de decisión corta la esperanza: cuando no se toman medidas concretas, los pueblos se quedan esperando y las rutas se vuelven peligrosas o intransitables. A veces las autoridades se guían por intereses cortoplacistas que no coinciden con las necesidades reales de las comunidades: más titulares que soluciones reales, más show que trabajo profundo.

La gente paga el costo de esa indiferencia en cada bache, en cada tramo cerrado, en cada oportunidad perdida.

La infraestructura no es solo cemento y asfalto: es dignidad, seguridad y futuro para los niños y las familias que transitan esas comunidades.

Señor Sadir su socio en “provincias unidas” Juan Schiaretti, ha dicho que un gobierno que no garantiza que las familias lleguen a fin de mes es un fracaso. Evidentemente su gobierno es un fracaso corrija lo elemental que son los salarios públicos y deje de simular federalismo para colgarse al reclamo por los famosos ATN (aportes del tesoro nacional) para seguir haciendo política.

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