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Tormenta para los vivos y los muertos, de Charles Bukowski

Charles Bukowski fue el último escritor «maldito» de la literatura norteamericana. Corrosivo, rebelde y provocador, sus libros están empapados de derrota, alcohol y desamor.

Escribe Abel Debrito en la introducción de Tormenta para los vivos y los muertos (Visor), que su autor "conjuga en algo menos de 100 poemas las muchas caras de Bukowski: el viejo indecente abraza al Bukowski más cariñoso y tierno. El sátiro borracho va de la mano del filósofo sobrio. Los versos claros y simples marca de la casa aparecen intercalados con otros mucho más experimentales".

Zenda adelanta unos poemas de Charles Bukowski, que nació en Alemania en 1920 y creció en Los Ángeles, uno de los escritores más celebrados de las letras norteamericanas.

atrapado de nuevo en una encrucijada

y el de los pies grandes, un idiota, no se apartó

cuando crucé el pasillo; esa noche en el baile del pueblo

Elmer Whitefield perdió un diente en una pelea con el grandullón de

Eddie Green;

le robaremos la radio y el reloj, dijeron

mientras me señalaban, maldito yanqui; pero no sabían

que era un poeta loco y me quedé allí bebiendo vino

y devorando a las mujeres

con la mirada, y estaban asustados e intimidados

como pueblerinos

tratando de encontrar el modo de matarme

pero,

como tontos,

necesitaban un motivo; les podría haber dicho

que no hacía mucho

casi había matado sin motivo alguno;

pero al final cogí el autobús de las 08.15

a Memphis.

he aquí…

he aquí que la palabra se hace arrojadiza,

nos invade una sensación de terror corriente

mientras caminamos por una calle corriente

y vemos los tanques que han chocado en cadena:

rostros arrollados; manzanas agusanadas

en busca de una pizca de amor; o ahí fuera,

donde se ahogaron los marineros y el mar

los arrastró hasta la costa, y tu perro olisqueó

y salió corriendo como si le persiguiera

el diablo.

he aquí que Dylan lloró

o Ezra se arrastró con Mussolini

en las madrugadas italianas

mientras mi perro marrón

olvidaba al diablo

o las catedrales que se estremecían bajo los rayos del sol,

y dio con el amor enseguida

en la calle.

he aquí lo que es cierto: lo que crea el hierro

crea las rosas crea los santos crea los violadores

crea la caries y la decadencia de los países.

he aquí que un poema podría ser la ausencia de palabras.

el humo que se elevara para desplazar diez toneladas de acero

ahora yace inerte y silencioso en la mano de un ingeniero.

he aquí que veo Brasil en el fondo del vaso.

veo colibríes, docenas de ellos, como moscas, atrapados

en una red dorada. ¡¡JODER!! ¡he muerto por la Palabra

como un hombre adicto a un néctar que se acaba!

he aquí que como en un cielo infinito sin sueños de bacanales

donde los tanques han chocado en cadena, los hombretones juegan

al billar con ojos de duende por entre el humo, esperando:

UNA RAJA Y UN PAR DE PELOTAS, ESO ES TODO, ¿NO?

y cursos de literatura canónica.

plegaria para amantes desolados

amilanado y encolerizado, en ambulancias de odio,

pisoteando hormigas, pisoteando para siempre hormigas

incansables… rezad por mis caballos, no recéis por mí;

rezad por los guardabarros de mi coche, rezad por el carbón

de los filamentos de mi cerebro… ni más ni menos y, oíd bien,

no necesito más amor, ni más medias húmedas

como las piernas de la muerte arrastrándose por mi cara en el baño

a medianoche… no me dejéis ver la sangre ni la sabiduría ni

la desesperación, ni tampoco el clavel seco

que se desangra efímero en un ojal, desarraigado

como las tumbas de la memoria;

bueno, me han echado

de sitios mejores, me han arrebatado la copa de jerez

de la mano, he visto las teclas del piano agitarse

por explosiones de podredumbre; he visto ratas en

la chimenea

saltando como cohetes por entre las llamas;

rezad por Alemania, rezad por Francia, rezad por Rusia,

no recéis por mí… y sin embargo… y sin embargo vuelvo a ver

unas piernas hermosas que se cruzan, más copas de jerez y más

decepciones, más bombas… mares encrespados de bombas,

mis cuadros volando como pájaros por entre los pendientes

y las botellas, por entre los labios rojos, por entre las cartas de amor

y el último piano, y clamaré que estaba en lo cierto: no

tendríamos que haber sido.

¿por qué son personales tus poemas?

¿por qué son personales tus poemas? me

dijo, no me extraña que te odiara…

¿cuál de ellas?, dije. ya sabes

cuál… y no vuelvas a dejar

el fregadero lleno de agua, y no

sabes asar a la parrilla; la casera dijo

que estabas bueno y quería saber

por qué no volvíamos a vivir

juntos…

¿se lo dijiste?

¿que eres un alcohólico

chulito? ¿que te tuve

que recoger del suelo

después de aquella

pelea?

¿que te

tocas?

¿que te

crees

Don Sabelotodo?

¿por qué no te largas?

siempre te he querido, ¡sabes

que siempre te he querido!

me alegro. un día escribiré un poema

al respecto. un poema muy

personal.

a toda velocidad

llegué agotado con un dedo amputado y los pies

congelados y caían rayos por el papel pintado;

ahorcaron a tres hombres en la calle y el alcalde tuvo un empacho

de golosinas, y hundieron la maldita flota y los buitres

fumaban habanos; pues bien, una monada

se cortó las venas y la encontraron medio

muerta en el dormitorio… seguramente con el corazón roto

por mí, pero tengo que largarme de la ciudad: creía que era

un tipo duro y despreocupado, pero acabo de verme

una cana encima de la

oreja izquierda.

me imagino a Hemingway

me imagino a Hemingway en una

silla, tenía una máquina de escribir

pero ya no la

usa, ya no tiene nada

que decir.

y a Belmonte no le quedan toros

que matar, a veces creo que no me quedan

poemas que escribir

ni mujeres que amar.

pienso en la forma de los poemas

pero me duelen los pies y hay polvo

en las ventanas.

los toros duermen por la noche

en el campo, duermen tranquilos sin

Belmonte.

Belmonte duerme tranquilo sin

Belmonte pero yo no duermo tan

tranquilo.

no he creado ni

amado hace ya mucho, trato

de matar una mosca y fallo, soy un

perro viejo y canoso cada vez más

desdentado.

tengo una máquina de escribir y ahora

la máquina de escribir ya

no dice nada.

beberé hasta que el amanecer

me encuentre en la cama

con la mayor de las putas:

yo mismo.

Belmonte y Papá, lo entiendo,

así son las cosas,

no hay duda.

les he visto toda la mañana

traer tierra para

rellenar los baches

de la calle. les he visto

colgar cables nuevos

de los postes, anoche

llovió, una lluvia

muy tenue, no

un aguacero, solo

que el mundo se acaba y soy

incapaz de escribir

sobre ello.

CHARLES BUKOWSKI nació en 1920 en Andernach, Alemania, hijo de un soldado americano y una costurera alemana. Cuando tenía tres años, su familia se trasladó a los Estados Unidos y allí vivió hasta su muerte, en 1994, en California.

Publicó su primer relato en 1944 y sus primeros poemas en el 46. También cultivó la novela e incluso guiones de cine, si bien estas facetas sean menos conocidas. Fue un autor prolífico y uno de los más reconocidos de las letras estadounidenses.

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