El popular trovador folclórico salteño Daniel Toro, autor de un cuantioso y reconocido cancionero cuya obra máxima es "Zamba para olvidarte", murió este jueves en un hospital de la capital provincial donde se encontraba internado desde el 28 de abril pasado con un cuadro de neumonía que no pudo ser revertido.
Murió Daniel Toro, la voz de nostalgia y la pasión
Así lo confirmó su hijo, Facundo. Estaba internado por un cuadro de neumonía. En sus 82 años compuso alrededor de mil canciones a lo largo de su carrera y traspasó las fronteras.
Nacido el 3 de enero de 1941 en Salta, Toro firmó más de un millar de obras entre las que se cuentan verdaderos clásicos del cancionero argentino e hispanoamericano que fueron capaces de abordar tanto cuestiones amorosas como sociales.
El artista creó himnos románticos como "Para ir a buscarte" (junto a Ariel Petrocelli), "Mi mariposa triste" y la citada y versionadísima "Zamba para olvidarte"), pero también dotó de un pulso atractivo a la temática testimonial de piezas entre las que destacan "Cuando tenga la tierra" (también con Petrocelli), "Este Cristo americano" y "El antigal" (con Lito Nieva y Petrocelli).
Semejante obra fue creada en relativamente poco tiempo ya que Toro fue una de las voces que la última dictadura cívico-militar intentó acallar por medio de la censura y entonces debió recurrir al seudónimo de Casimiro Cobos.
Sin embargo y en medio de ese trance político, el músico padeció un cáncer de garganta que le hizo perder la voz y lo alejó de los escenarios.
"Algunos artistas quedan en la memoria colectiva solo por una canción. En el caso de Daniel se lo conoce mucho por 'Zamba para olvidarte' pero hay que sumarle que es indio y que estuvo en los escenarios menos de 10 años teniendo que retirarse con canciones prohibidas en la dictadura y un cáncer en la garganta ¿Es como mucho viento en contra, no?", dijo a Télam la comunicadora Silvia Majul, autora del documental "El Nombrador" (2021) que dimensionó vida y obra de Toro.
El camino musical del salteño comenzó en 1959 integrando varios conjuntos locales como Los Tabacaleros, Los Forasteros, Los Viñateros y Los Nombradores.
Recién hacia 1966 inició su carrera solista y un año más tarde en el Festival Nacional de Folclore de Cosquín recibió el Premio Consagración.
Desde entonces y en los años siguientes, el artista publicó álbumes de enorme suceso entre los que se contaron "El nombrador", "Canciones para mi tierra", "Canciones para mi pueblo", "Un año de amor", "Rondas de amor", "Cuando tenga la tierra", "Retorno al folclore", "Refranero de mi pueblo", "Sueño de trovador", "El Cristo americano", "Zamba para olvidarte", "Engañada" y "Escríbeme una carta".
Parte de ese legado un tanto desdibujado debido al paso del tiempo y la larga ausencia de los escenarios, sin embargo, fue rescatado por el filme de la productora El Jume donde aparecen elocuentes referencias aportadas por colegas actuales como Teresa Parodi, Víctor Heredia, Nadia Larcher, Abel Pintos, Los Carabajal, Mariana Carrizo y Franco Ramírez.
A esa renombrada galería se añaden también músicos de otros géneros como Ricardo Mollo, Miguel Abuelo (gracias a material inédito de la Fundación Miguel Abuelo) y Diego Torres.
Un ícono
En el vasto panorama de la música popular argentina, Daniel Toro fue un faro luminoso, un cantor que trascendió el tiempo y se adentró en el reino de la eternidad. Su voz, cargada de melancolía y fervor, se alzó como un eco perdurable en los corazones de aquellos que han tenido el privilegio de escucharlo.
Como si fuera un personaje salido de la pluma de Jorge Luis Borges, Daniel Toro encarnó el espíritu de la tradición y la poesía en sus canciones. Sus versos evocaron paisajes lejanos, amores perdidos y nostalgias ancestrales. En cada acorde y cada estrofa, hay una dimensión mágica que transporta al oyente a un universo de emociones y recuerdos.
Toro, sabía que la música es una forma de trascendencia, un medio para conectar con la esencia humana y despertar los sentimientos más profundos. Sus interpretaciones, cargadas de pasión y autenticidad, son una ventana hacia el alma colectiva de su pueblo, donde las penas y alegrías se entrelazan en una danza inmortal.
Era consciente de que el pasado y el presente son una misma realidad, entrelazados en un eterno devenir.
Sus canciones son un puente que une generaciones, llevando consigo las raíces de la música folklórica argentina y abriendo camino hacia nuevas expresiones artísticas.
La voz de Daniel Toro fue un eco de la tradición, pero también una llama que arderá con fuerza.
Su compromiso con la música y su dedicación a transmitir la esencia de su tierra son un testimonio de su grandeza.
A través de sus interpretaciones, invita a la reflexión y a la búsqueda de nuestras propias raíces, recordándonos que somos parte de una historia que merece ser contada.
En cada verso entonado por Daniel Toro, se esconde la sabiduría de un hombre que ha vivido y sentido intensamente. Sus canciones son un legado invaluable, un tesoro que trasciende las fronteras del tiempo y se convierte en patrimonio cultural de toda una nación.
Fue un poeta de la música, un trovador que nos invita a explorar los laberintos de nuestra propia existencia.
Su voz trasciende las palabras y nos sumerge en un universo de sensaciones, donde los privilegios de los políticos quedan relegados ante la grandeza del arte y la autenticidad del corazón humano.