Del cordobés Leopoldo Lugones al ledesmense Alejandro Carrizo, la única distancia es geográfica, porque el tiempo como señalan tanto físicos como pensadores contemporáneos es relativo. La obra de ambos, entre cuentos, novelas y poesías evoca expresiones puras de la tierra donde son oriundos. En el Día del Escritor, que recuerda el nacimiento de quien fundó la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) en 1928, no hay mejor visita a Sobremesa que uno de los herederos de ese espíritu por defender y divulgar el conocimiento a través de la literatura.
Alejandro Carrizo: "Nunca va a caer esa necesidad de expresarnos de manera cultural"
El poeta y dramaturgo jujeño visitó Sobremesa (Canal 2) revalorizando la función del libro en la posmodernidad pero sin menospreciar las virtudes de los métodos de difusión modernos.
Carrizo inaugura la entrevista con una reflexión que probablemente habría usado el mencionado antecesor: “Escribir es una necesidad, nos constituye como persona en parte material y espiritual, el ser humano no pueden vivir sin este aspecto simbólico, sin los sentimientos, pensamientos, proyecciones. Un ser humano es un proyecto, tiene que tener ideas, eso se logra a partir del alimento del alma, como se le llama al arte, allí la literatura cumple un rol fundamental”.
La mirada del escritor jujeño tiene múltiples perspectivas, su participación en el Plan Nacional de Lectura implementado por el Ministerio de Educación, le ha permitido recorrer toda la provincia junto a personal docente y no docente descubriendo que la lectoescritura permite un mayor desarrollo de la persona y su potencialidad. Al punto de permitirse afirmar que “aún con las influencia tecnológica defiendo el libro de papel, es lo mejor que nos ha pasado en los últimos 500 años”, y de ello sabe bastante siendo el director de la editorial Cuadernos del Duende.
Para ilustrar este pensamiento recordó el valor que los inmigrantes europeos que se asentaron en Argentina durante las primeras décadas del siglo XX le daban a los libros, veían en ellos una fuente de progreso para las futuras generaciones “El libro era un capital donde ese obrero rudo que volvía tarde a la casa le ofrecía a sus hijos un libro para que fuera mejor que ellos”, afirmó trayendo la obra teatral del uruguayo Florencio Sánchez, “M'hijo el dotor”, como un exponente rioplatense muy adecuado para ejemplificar su mensaje.
A diferencia del apagón analógico, que plantea la evolución de las señales hacia sistemas completamente digitalizados, el libro recorre otro camino, si bien ha habido profetas que intentaron poner fecha de caducidad, la industria literaria siempre encuentra nuevos nichos para explotar, ya sea por la sensibilidad que despierta el contacto con las hojas, portada, lomo y tintas que componen un libro o porque están elaborados de una manera que permite reinterpretarlos cada vez que un lector se abstrae en ellos.
"No solo hay que limitarse a los clásicos, pero aún así la relectura es un ejercicio maravilloso. El Quijote de la Mancha no se interpreta de la misma manera los 17 que a los 40 o 60 años, cambia uno y cambia el libro, la lectura es un ejercicio de resignificación de lo escrito, la persona no es estática y el libro lo acompaña", destacó sobre las historias que maravillaron generaciones y todavía tienen ese poder inagotable para hacerlo con generaciones venideras.
Carrizo se encuentra trabajando en su segunda novela “La Quinta Carta”, según el utilizando un estilo propio que toma la mirada de Gilles Deleuze, el filósofo francés basado en los risomas (término botánico) donde no hay caminos rectos para la narrativa permitiendo un enfoque sugerente para el lector. Hace un mes presentó la novele “Los Últimos”, sobre los bohemios de Tucumán y el noroeste argentino. Además dirige dos obras teatrales.