¿Es serio que pretendan convencer a la gente con campañas mediáticas, cuando la realidad demuestra que Jujuy ha retrocedido en todas las variables fundamentales? La estrategia de llenar los medios con promesas vacías no engaña a nadie. La verdad es que las soluciones tienen que venir con hechos, con respuestas reales, no con campañas de propaganda carísimas en las que, además, nadie cree.
La campaña del gobierno: combinación entre marketing y miedo
Desde hace meses y años, los reclamos de los vecinos no tienen respuesta, las obras quedaron paradas, y la situación social y económica se ha agravado notablemente. Sin embargo, ahora, en pleno siglo XXI, vemos como el gobierno intenta crear una realidad virtual con anuncios de último momento sobre obras que, en muchos casos, ni siquiera tienen un avance concreto.
La credibilidad se construye con acciones concretas, no con anuncios ficticios. La gente merece que se escuchen sus reclamos y que las obras y servicios vuelvan a cumplir con sus expectativas. De lo contrario, seguiremos viendo cómo la desesperanza crece y cómo la región se queda atrás frente a un relato que poco refleja la realidad del día a día.
Lo que estamos viendo en Jujuy es una estratégica combinación de marketing y miedo que el radicalismo viene usando para mantenerse en el poder. Pero la realidad muestra claramente una gran falencia: la falta de gestión efectiva.
Este gobierno asumió en 2015 con muchas promesas de cambio, pero lo que realmente hizo fue apelar a los amigos. ¿Se puede gobernar con los amigos en lugar de apostar por una gestión profesional y responsable? El gobernador Sadir, con sus intenciones de proyectar una imagen de cambio, en realidad es parte de un ciclo donde se repiten las viejas prácticas de la política: hacer campaña con la imagen, con la imagen y solo la imagen.
A casi diez años en el poder, los resultados están a la vista: la gestión ha sido ineficaz, la economía y los servicios públicos han sufrido, y la gente está claramente enojada por eso.
La intolerancia aparece cuando no reconocen su incapacidad de administrar y, en lugar de responder con soluciones, apelan a la imagen de Sadir, que a su vez está condicionado por la influencia de Morales, en una cancha en la que solo se juega a sostener la campaña y no a gobernar.
La preocupación de Sadir es que su imagen comience a licuarse ya que sabe que no puede sacarse la sombra de encima de Morales sin perder apoyo, y temen que esa dependencia pueda terminar por obturar su carrera política o eclipsarla por completo. la gente está cansada, la bronca crece y la incertidumbre también.
Es un momento en que la política, más que nunca, tiene que dar respuestas reales. La gestión efectiva, la honestidad y el compromiso son lo que la gente exige, porque sin eso, todo el marketing y el miedo solo sirven para mantener una fachada que se va cayendo día tras día.
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