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El déficit es el padre de la pobreza

En la Argentina el populismo estatista ha llevado el gasto público a niveles que, ha sido el mayor causante de la pobreza, y justo ahora que la política Argentina está reunida en Mar del Plata, estaría bueno que se junten todos y entiendan que ellos no van a mitigar la pobreza, porque lo que está muy claro es que todos tienen la misma receta, revolear cheques de los contribuyente.

La pobreza tiene que definirse en términos absolutos; objetivables en la medida de lo posible. Si no, hablamos de la carencia de medios suficientes para cubrir las necesidades más básicas, que en definitiva es una ambigüedad.

El gasto público ha sido un factor importante en el aumento de la pobreza en Argentina, debido a la mala reasignación de recursos por parte de los gobiernos populistas.

Se señala que existe la idea errónea de que el aumento del gasto público puede funcionar como un factor mágico para impulsar la economía. Sin embargo, está demostrado que en economía no hay magia y que el aumento del gasto público, en lugar de impulsar la economía, ha causado un largo período de déficit fiscal que ha impactado negativamente provocando una explosión en la pobreza.

Un ejemplo claro y contundente de esto es la Jujuy de Gerardo Morales, un estatista compulsivo que llevó a esta provincia a ostentar índices de pobreza alarmantes. Comenzó estatizando su familia hasta inventar empresas del estado que únicamente acrecientan el alarmante déficit y empuja a las personas a caer en la pobreza y la indigencia.

Morales con su estatismo empujo a la clase media la pobreza y a los pobres a la indigencia.

La mejor teoría económica, ha descubierto que el valor de los bienes es subjetivo, entonces nos preguntamos: ¿Qué es una necesidad básica? ¿A partir de qué punto, en la escala marginal de necesidades, podemos considerar que esa necesidad está cubierta? Hasta ahora no hay una respuesta científica, solo alambicadas repuestas políticas.

Por supuesto que todas estas rebuscadas explicaciones solo están orientadas a que los políticos puedan acomodar el discurso a sus necesidades del momento.

Algunos economistas se han tenido que salir de su propia disciplina para acercarse a un concepto objetivable de pobreza, contando por ejemplo las calorías con las que se alimenta una persona. En este punto, cuando se hace esta medición entre los niños de los sectores más vulnerables, los números son alarmantes y cuando a esto lo trasladamos a la alimentación, lo números son aun peores.

Uno de los rasgos que se encuentran en las personas que oficialmente se consideran pobres, es la obesidad, un niño obeso no significa un niño bien alimentado, el pan engorda pero no alimenta, y el estado en función de un discurso político intenta engordar pero no alimentar.

Ya hay suficientes casos de niños de buen peso pero con algún nivel de desnutrición.

Las sociedades modernas llevan décadas creando riqueza, y mitigando la pobreza, pero siempre habrá un 20 por ciento de pobres, por lo menos eso reza la literatura moderna.

Pero todo es demasiado subjetivo, y los parámetros de análisis son absolutamente distintos, por ejemplo si uno mira el nivel de vida de las personas consideradas pobres en los Estados Unidos, resulta que puede llevar una vida como la de una familia de clase media en Argentina.

El problema no es la desigualdad de la que tanto hablan los políticos, el principal problema de cualquier sociedad es la pobreza. Es eso lo que nos debe inquietar, y lo que debe motivar cualquier idea de progreso económico.

Para reducir la pobreza en Argentina es necesario reducir el gasto público, en lugar de aumentarlo, y mejorar la reasignación de los recursos para satisfacer las denominadas necesidades básicas de la población.

Es tiempo que la sociedad comience a tomar decisiones que obliguen a los políticos a implementar políticas económicas basadas en la realidad y no en creencias erróneas ni fetichismo, y así evitar la política populista que solo busca el bienestar de la casta política en vez del desarrollo sostenible de la sociedad.

La pobreza actual es hija de un Estado depredador que espanta las inversiones, y ese Estado depredador es consecuencia de una dirigencia política que solo sabe gastar y confiscar el fruto del trabajo de la gente laboriosa e innovadora.

Son los políticos, con su competencia populista, los que llevaron el gasto público a niveles extremos haciendo explotar la pobreza. Son los verdaderos responsables de esta decadencia argentina.

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