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Jardines de Infantes en la Puna: aprender soportando temperaturas extremas

La Quiaca fue uno de los lugares más fríos durante el otoño, y niños de Salas de 3 a 5 años caminan kilómetros todos los días para llegar al jardín de Santa Ana Sur.

  • Aprender y enseñar en la Puna, más precisamente en La Quiaca, implica soportar temperaturas extremas, tratándose de uno de los lugares más fríos de Argentina.
  • El esfuerzo y el sacrificio diario de alumnos y docentes son expresiones del amor por enseñar y aprender.

El 29 de mayo pasado en La Quiaca hicieron -6ºC y la ciudad fue, al menos esa jornada, la más fría de Argentina. Con esa temperatura, niños del jardín de infantes de Santa Ana Sur tienen que caminar algunos kilómetros para llegar a la institución. Son niños de Salas de 3, 4 y 5 años que todos los días, antes de las 8 de la mañana, salen de sus casas enfrentándose al viento y las temperaturas extremas para aprender. Algunos pueden tener suerte y encontrar un vehículo que los lleve, pero esa posibilidad es muy remota.

Este año, se tuvo en cuenta el frío y en lugar de entrar a las 8:00, entran a las 9:00.

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Fernanda Calapeña, docente de Nivel Inicial en la institución, se sorprende por la entereza y la resistencia de sus alumnos, de esos pequeños que se acostumbraron a las temperaturas extremas del interior de La Quiaca. “Los veo sufridos pero felices”, dice, contando que no se enferman fácilmente, mientras ella, apenas llegada a la ciudad hace algunos años, se engripó cuando apenas sintió el frío del lugar.

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La comida en el jardín es otra cuestión contra la que batallan diariamente: las partidas se redujeron al reducirse la matrícula, los niños de localidades alejadas ya no pueden concurrir al establecimiento por orden del gobierno, y muchos de ellos dejan el jardín porque sus padres se mudan buscando mejores oportunidades laborales, que cambien el destino de la familia.

Hubo muchos cambios a los que las maestras tuvieron que acostumbrarse, pero lo que más les preocupa es la reducción de la matrícula: no pueden tener menos de cinco alumnos por sala, si no, la misma se cierra.

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Los de jardín de infantes ganan menos que sus colegas de Grado, pero a pesar de ello, hay algo que muchas veces los hace priorizar a sus alumnos y su profesión por sobre cualquier otra cosa. Pagan los elementos de trabajo, organizan festejos, como el Día de los Jardines, les preparan tortas, y tanto niños como educadores, comparten día a día lo más preciado que tienen: su tiempo.

“Me encantan los niños y disfruto de verlos felices. Las cosas que nos dicen nos reconfortan”, dijo la educadora.

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