Este año, se tuvo en cuenta el frío y en lugar de entrar a las 8:00, entran a las 9:00.
Fernanda Calapeña, docente de Nivel Inicial en la institución, se sorprende por la entereza y la resistencia de sus alumnos, de esos pequeños que se acostumbraron a las temperaturas extremas del interior de La Quiaca. “Los veo sufridos pero felices”, dice, contando que no se enferman fácilmente, mientras ella, apenas llegada a la ciudad hace algunos años, se engripó cuando apenas sintió el frío del lugar.
Embed - En primera persona, cómo es ser maestra en La Quiaca
La comida en el jardín es otra cuestión contra la que batallan diariamente: las partidas se redujeron al reducirse la matrícula, los niños de localidades alejadas ya no pueden concurrir al establecimiento por orden del gobierno, y muchos de ellos dejan el jardín porque sus padres se mudan buscando mejores oportunidades laborales, que cambien el destino de la familia.
Hubo muchos cambios a los que las maestras tuvieron que acostumbrarse, pero lo que más les preocupa es la reducción de la matrícula: no pueden tener menos de cinco alumnos por sala, si no, la misma se cierra.
Los de jardín de infantes ganan menos que sus colegas de Grado, pero a pesar de ello, hay algo que muchas veces los hace priorizar a sus alumnos y su profesión por sobre cualquier otra cosa. Pagan los elementos de trabajo, organizan festejos, como el Día de los Jardines, les preparan tortas, y tanto niños como educadores, comparten día a día lo más preciado que tienen: su tiempo.
“Me encantan los niños y disfruto de verlos felices. Las cosas que nos dicen nos reconfortan”, dijo la educadora.