Algunos lugares muy distintos se parecen. Cuando una persona se dispone a atravesar un desafío por pura convicción, la presencia de un soñador puede inspirar a otros. Huilén Pascual es una chef mendocina que trabaja en la base de dos de las cumbres más atesoradas para los cultivadores del montañismo. Cada persona llega allí con un sueño, y muchas con la promesa de vencerse a sí mismo. Para la cocinera de los campamentos base del Aconcagua y del Everest la emoción está en participar de esas otras historias de vida.
La apasionante historia de la mendocina que cocina en el Everest
Pocas veces se participa del sueño de otros cumpliendo el propio. Es la historia de una chef mendocina que logró cocinar hermanando dos de los picos más altos del mundo y gastronomías muy distintas. Huilén Pascual es la primera mujer en cocinar en la base del Everest y del Aconcagua.
Desde Katmandú (Nepal) Huilén trajo el relato de como fusionó dos escuelas gastronómicas tan diversas para encontrar un camino común que la rodeó de naturaleza y excelentes personas en ambos parajes. Luego de varios años de trabajar en restaurantes, hoteles, y bodegas e incluso montar su propio negocio se dio cuenta que esa no era la vida que quería. "Me di cuenta que pasaba 17 horas adentro de una cocina y que tenía que seguir en otro lado y seguir buscando opciones". A esa altura optó por cerrar el negocio que tenía en el Sur. Recordó "un viejo sueño que tenía en el archivo" y con la ayuda de un amigo que le consiguió una entrevista obtuvo su primer trabajo en el Parque Aconcagua. Cuando hizo su primer temporada en el cerro más alto de América es que descubrió que "esa era la cocina que quería hacer".
A pesar de que esos escenarios podrían presuponer numerosas limitaciones a la hora de pensar en cocinar, lo cierto es que Huilén encontró "un montón de posibilidades para crear". La diversidad de personas que se acercan a realizar esa aventura son una fuente de imaginación para la cocinera mendocina.
Huilén Pascual es la jefa de cocina de dos de las más prestigiosas empresas de expediciones (servicios logísticos y de guías) del Monte Everest, la austríaca Furtenbach Adventures y la mendocina del Aconcagua -Grajales Expeditions. Sin embargo lo que más le motiva para realizar su trabajo es ser parte junto a su equipo " de que las personas cumplan un sueño enorme".
Tengo la posibilidad de dar amor a través de lo que estoy haciendo y de ser un eslabón importante en ese sueño. Eso me encanta.
Entre las cientos de historia que atraviesan la comida de quienes emprenden estos colosos, Huilén recuerda una en especial que la marcó profundamente. Se trató de "una expedición que recibieron en el Aconcagua de chicos que venían de diferentes partes del planeta. El grupo empezó en el puerto San Julián el punto más bajo sobre el nivel del mar que tenemos en el país. Se fueron en bicicleta desde Mendoza donde empezaron el ascenso, pero con el condimento particular de que uno de ellos había tenido un accidente donde perdió los miembros inferiores, otro había nacido sin una pierna ya otro le faltaba un brazo". A ella y a su equipo de cocina les "parecía imposible ese trayecto". Sin embargo "uno subió en un triciclo otro subió caminando. Dos de ellos hicieron cumbre".
La primera mujer en cocinar en el Everest
Cuando llegó al campamento base en el Everest Huilén se había separado de su grupo. Unos 33 sherpas (pobladores de las regiones montañosas de Nepal, en el Himalaya) la recibieron "con los brazos abiertos". Tan sólo unos días después supo la mendocina que era la primera mujer en trabajar allí en la historia. No obstante las posibilidades para expandir su creatividad estuvieron dadas desde un principio. "Me encontré con una carta de ingredientes totalmente diferente". En ese momento hubo que dejar "aflorar toda la creatividad" para lograr "poner un poco de todo lo nuestro, nuestras recetas transformadas con sus ingredientes". Un aprendizaje que según cuenta la chef Pascual "salió algo excelente".
La renovación de recetas es constante ya que concurre gente de distintas partes del mundo. Además la duración que tienen las expediciones muchas veces suponen que las personas se agoten de los mismos platos. Por eso la variedad fue clave. El desafío sumaba un escalón cuando a diferencia del Aconcagua donde "es una cocina de lujo", en el Himalaya las condiciones eran más reducidas y un tanto más rústicas también.