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Cazzu la rompió en el Movistar Arena: lleno total y cantó "Viva Jujuy"

La artista jujeña volvió a los escenarios para presentar Latinaje y entregó un show que no se parece a nada. La gente acompañó masivamente a la Jefa del Trap.

Era la primera de cuatro noches, pero la energía que se vivió en el Movistar Arena este sábado 13 de septiembre hizo que esa función pareciera única e irrepetible. Cazzu no regresó, llegó con una propuesta que marca el comienzo de una nueva era, Latinaje. Y no se trata solo de música; es un relato en cuatro actos, pensado hasta el mínimo detalle, que mezcla lo íntimo con lo colectivo, lo ancestral con lo urbano, lo visceral con lo simbólico.

Latinaje, así fue el show de Cazzu en el Movistar Arena

Desde que se apagaron las luces, puntualmente a las 21 horas, quedó claro que esta vez La Jefa no está para hacer concesiones ni caer en fórmulas. Latinaje es un viaje que desafía, que conecta a distintos públicos y generaciones sin perder ni una pizca de su personalidad inconfundible. A lo largo de casi dos horas, el Movistar Arena se transformó en un espacio donde la música, el arte visual, la teatralidad y la emoción se fundieron en una experiencia completa y contundente.

El show se armó como una obra dividida en cuatro actos que funcionan como capítulos de un mismo libro. Cada parte tiene su atmósfera, su mensaje, y aunque son distintas, están perfectamente conectadas, como si una historia fluyera sin pausas. No hay momentos relleno, ni picos de energía por obligación: todo está calibrado para que la experiencia sea profunda y auténtica.

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Para abrir el recital, Cazzu decidió ir directo al hueso, con temas intensos y crudos desde el primer minuto. Ódiame, Sobre mi tumba, Me tocó perder y Piensame marcaron la apertura con una carga emocional que se sintió en cada rincón del Arena. Nada de luces estridentes: todo estuvo al servicio de la vulnerabilidad de la artista y la honestidad brutal de esas canciones.

La escenografía acompañó esa atmósfera con un diseño sobrio y austero, casi en penumbras, dejando el foco puesto en Cazzu y su voz. Esa apuesta fuerte fue la primera señal de que lo que estaba por venir no sería un show común. El primer acto fue una confesión, un acto de valentía, una invitación a entrar en la intimidad de su nueva era y escuchar sin distracciones.

Comprobamos que Latinaje no es solo un nombre o un disco: es una declaración de intenciones. La intérprete jujeña no solo estaba presentando un nuevo trabajo, sino mostrando una versión más auténtica y madura de sí misma, una que abraza sus raíces, sus luchas y sus contradicciones sin miedo.

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La nueva era de Cazzu con Latinaje en el Movistar Arena

El segundo acto hizo un radical giro en la atmósfera. La energía subió y con ella, la conexión con quienes vienen siguiendo la carrera de Cazzu desde sus inicios. Sonaron Mala Suerte, Dolce y Engreído, junto a un medley de temas que son clásicos para su público: Nena Trampa, Jefa, Miedo, Loca y otros.

Pero nada fue como antes, todo estaba reversionado, adaptado al universo sonoro que hoy propone con Latinaje.

Estos hits se reinventaron en versiones más oscuras, densas y cuidadas, con una producción que les aportó una textura más profunda y madura, reflejo claro de la nueva etapa de la cantante, que sin embargo no pretende borrar ni negar su historia.

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“Ahora soy una señora. Ya soy muy grande”, confesó, justificando este nuevo rumbo en el que cambió el campo repleto de pogos por una apuesta con asientos que acercó la experiencia teatral, sin dejar de invitar a su público a recordar viejas épocas: “No se olviden quién era yo antes de ser una señora”.

La propuesta del recital busca contar su historia con un lenguaje propio, más complejo y arriesgado.

Este bloque mostró a una Cazzu en pleno control, que sabe cómo jugar con la energía del público y con su propio repertorio para generar un clima potente sin perder la intensidad emocional del comienzo.

Cazzu volvió a sus raíces con Latinaje en el Movistar Arena

Si en el segundo acto hubo un despliegue de fuerza y evolución, el tercero sorprendió por su profundidad y simbolismo. Aquí Cazzu puso en primer plano sus raíces del norte argentino. Fue un diálogo sincero y poderoso entre tradición y modernidad.

El acto se abrió con La Cueva, en una versión intensa y vibrante que contó con la participación de Nico Cotton, productor del álbum. La presencia en escena de 14 músicos en vivo aportó una dimensión inesperada y emocionante a esta sección, que siguió con temas como Inti, canción dedicada a su hija, Pobrecito mi Patrón, Copla y Viva Jujuy.

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Estas canciones no solo fueron un homenaje a su tierra, sino un canto de lucha y pertenencia que recorrió la historia y la identidad cultural que atraviesa toda su obra. No fue un acto nostálgico ni decorativo: fue una declaración firme de quién es y de dónde viene, una celebración de lo propio que rompe con la idea de que lo tradicional y lo urbano son incompatibles.

Fue uno de los momentos más celebrados de la noche, porque no solo mostró la madurez artística de Cazzu, sino que también amplió el espectro de la música latina contemporánea, mostrando que es posible fusionar géneros, raíces y lenguajes sin perder autenticidad.

El acto final fue una explosión de energía, sensualidad y liberación. Después del recorrido emocional, el cierre del show se transformó en una verdadera fiesta donde el público pudo bailar, cantar y soltarse.

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Cazzu desfiló sus canciones más urbanas y viscerales, con temas como Una loca enamorada, Peliculeo, Tú y tú, Con otra y Menú degustación. Cada tema explotaba en el escenario con una mezcla de ritmo, ironía y libertad que solo ella sabe manejar. Fue un momento de comunión absoluta entre la artista y su público, que ya había pasado por distintas emociones, pero que en este desenlace estalló en baile y celebración.

El despliegue visual y coreográfico acompañó ese estallido, con luces, movimientos y un vestuario impactante para completar la puesta en escena. Cazzu confirmó que no solo canta y baila: domina el escenario con una presencia magnética que atrapa a todos.

FUENTE: Ohlala

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