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El show de Fátima Florez en Las Vegas: premios, sala llena y una silla que quedó vacía

El presidente Javier Milei canceló a último momento su presencia, pero el público, con muchos argentinos, lo recordó.

Las luces se encendieron y ella ya lucía su cabello largo, ondeado y cobrizo, tras el espectacular desfile de pelucas, protagonistas claves en su show. En el escenario había transcurrido una electrizante sucesión de cantantes internacionales y la madre de todos ellos, Fátima Florez, absorbía los aplausos y soltaba algunas lágrimas: había vuelto a ser simplemente ella, agradecida y cálida con quienes habían ido a disfrutar de su espectáculo en Las Vegas. Un sueño que concretó por dos años consecutivos. Y va por más.

Había motivo para la emoción. La artista recibió dos reconocimientos especiales en el mes de la herencia hispana en Estados Unidos: la alcaldesa de Las Vegas denominó el 5 de septiembre como el “Día de Fátima Florez” en forma permanente y el presidente del Salón Mundial de la Fama le entregó un diploma por su trayectoria y la nombró “Reina de la herencia hispana”.

Hay que remontarse a los años 60, con Nélida Lobato, para encontrar un argentino que protagonizara un unipersonal en Las Vegas. Ahora Fátima se afianza en el mítico teatro Sahara, en el escenario que pisaron alguna vez estrellas como Frank Sinatra, Elvis Presley, Tonny Bennet, Judy Garland y Liza Minnelli.

La audiencia es fundamentalmente latinoamericana, con un enjambre de argentinos que habían pagado hasta 200 dólares la entrada esa noche.

El público ya había disfrutado a Fátima bailando y cantando como Shakira, Michael Jackson, Cher, Selena, Lady Gaga, Jennifer López, Tina Turner, Liza Minnelli y otras celebridades, pero la audiencia al final, cuando las luces se habían encendido, pedía a Moria, Susana, Cristina. Y entonces “Fátima superstar” (así se llama el espectáculo), se transformaba en microsegundos, generosa, en cada una de las figuras argentinas, sin necesidad de postizos ni atavíos.

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Hasta que uno exclamó: “¡El Peluca!, ¡Queremos a Milei!”. Ella sonrió, pero no. Declinó con elegancia la clásica imitación del presidente argentino, su ex novio, que justo esa noche había prometido ir a verla, pero no pudo ser. Incluso durante el show del viernes, en el que se había promocionado con un flyer la presencia del líder libertario, varios de la audiencia gritaban “Milei” cuando se anunciaba el ingreso de un nuevo personaje.

La propia Fátima había confirmado públicamente que el Presidente asistiría a su función del viernes porque visitaría Estados Unidos para estas fechas. Pero Javier Milei canceló este tramo con la explicación oficial de que “se reagrupó la agenda” y solo estuvo 24 horas en Los Angeles reunido con inversionistas. Y volaba de regreso cuando Fátima salía al ruedo.

Después del show, la imitadora señaló sobre la silla vacía: “Simplemente lo que pasó es esto: me dijo que iba a estar por Los Ángeles y también aquí en Las Vegas por estas fechas. Y en el contexto de coincidir en una agenda, y de que él es fanático de mí como artista y admira mucho mis presentaciones, incluso antes de ser tan conocido, realmente iba a venir a ver el show. Pero no llegó a Las Vegas, así que no pudo venir a verme”.

¿Te afectó?

-Nooo… yo disfruto mi show. Vos ves lo que yo doy arriba del escenario. Yo soy feliz ahí arriba. Soy feliz con lo que ha pasado en los shows. Soy feliz de que me renueven este contrato cada vez más rápido. Quiere decir que el artista gusta, que el show gusta. Así que la cosa pasa por ahí.

¿Y ahora cómo es tu relación con el Presidente? ¿Son amigos?

-Fue lindo que dijera que venía a verme, pero tampoco estoy ahí pensando en eso. La verdad estoy muy enfocada en el show, que realmente me demandó mucho. Creo que la amistad se construye con los años. Y todavía no son suficientes. La palabra amistad es una palabra muy fuerte. El tiempo dirá.

Fátima insiste: “Yo estoy feliz con mi show, que el teatro se llene de público. La gente hace 15 años ininterrumpidos me elige, me ama. Y me quieren a mí, más allá de que con quién esté o no. Y me desean lo mejor. Las mujeres me adoran, me dicen: quiero que seas feliz, rezo por vos. No es tan fácil lograr eso y mantenerlo tantos años. Soy una artista extremadamente popular y amo ser popular. Yo siempre digo que soy Fátima de la gente porque la gente me toca, me quiere”.

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Eso se palpa también entre el público en Las Vegas. Cuando termina el espectáculo, a pesar de estar agotada de tanta actividad en el escenario, Fátima sale por casi una hora a saludar a los que la esperan para sacarse selfies y saludarla. “Vine desde Miami solo para verla, la amo”, dice María, que había viajado con una amiga. “Ojalá hubiera venido Milei, pero tiene muchos quilombos”, dijo. A su lado Cristina murmura que “aunque Fátima ya no sea más su girlfriend, le pedirá que le transmita al presidente que lo seguirá votando desde el exterior”.

En el camarín colmado de maquillaje, pelucas y toallas sudadas, armado al lado del escenario porque tiene que estar muy cerca para llegar a tiempo con los cambios de personaje, la artista cuenta que baja casi dos kilos en cada función. Es que el ritmo es vertiginoso. Ella puede transformarse de Cher a Lady Gaga a Selena o Michael Jackson en menos de dos minutos a las corridas entre camarín y escenario, donde canta, baila y salta. Y luego, volver a empezar. Afirma que para estar en forma utiliza la rutina física de Mick Jagger, con ejercicios aeróbicos mientras canta canciones.

Cuenta que ya de niña quiso ser artista y famosa, pero llegó donde está con disciplina, trabajo y esfuerzo. “Me preparé mucho desde muy chica, como bailarina, como cantante, como actriz. También hay que tener un estado físico, estar descansada, nada de joda. Es una vida de deportista de alta competencia, realmente una responsabilidad y un compromiso cada temporada que yo emprendo, cada gira, cada tour”.

Montar un show en Las Vegas, en la capital mundial del espectáculo con producciones impresionantes, es todo un desafío. En este caso, Jorge Elías, productor argentino que hace décadas vive en Los Angeles, apostó por su talento en el emblemático teatro que fue armado tipo café concert, para unas 200 personas, con mesas y una barra de tragos, que fue colmado las dos únicas funciones de viernes y sábado.

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“El secreto de mi vida es nunca dejar de soñar”, dice Fátima. “Porque si vas a pensar que en Las Vegas está Copperfield, que sale de un plato volador y hace aparecer un extraterrestre, te quedas debajo de la cama y no salís más. Yo creo que hay que creer de verdad en uno”.

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