“La cárcel, el sistema penitenciario, es parte de la sociedad. Si uno recorre las cárceles del país, están pobladas de personas jóvenes de estudios medios con suerte terminados o de bajo nivel educativo y pobre económicamente”, expresa.
Para Cubilla fue tan importante la educación que recibió, que refuerza su idea de que, más allá del delito que haya cometido alguna persona, la educación permite construir un puente y garantizar un derecho que complementa el cumplimiento de la pena por el delito.
“Como educadores de contextos de encierro nos preguntamos sobre la profesionalización y cómo las personas que están detenidas pueden hacerse de herramientas para cuando recuperen su libertad, que vuelvan a su territorio con una puesta de construcción ciudadana, que tengan la posibilidad, como en mi caso, de graduarse”.
Una de las apuestas, tanto de Waldemar como de las instituciones a las que les plantea sus ideas y planes “es poder llevar la educación superior para que las personas puedan pensar en construir una nueva vida”.
Libros en Villa La Carcova
En su barrio Villa La Carcova, de Buenos Aires, Waldemar abrió la Biblioteca Popular La Carcova, inspirándose, como cuenta, en la educación que tuvo en la cárcel.
“La educación en contextos de encierro es específica pero también lo es en contextos vulnerables; hay una apuesta para quienes la llevamos adelante y para quienes llevan adelante la gestión educativa: la de pensar la currícula, el modo, la forma, las calificaciones”, considera.
También sostiene que “hay un mundo a construir, pero si nosotros tenemos esa responsabilidad, también la tienen que asumir las personas que están detenidas. La educación es un derecho pero también hay un trabajo de construcción de sentido de la situación en la que están viviendo”.
Educación para todos
Cubilla desea sumar nuevos destinatarios a sus proyectos educativos considerando, además de a detenidos, a personal del servicio penitenciario y de las fuerzas del orden.
“Me animaría también a pensar la educación para gente del servicio penitenciario con ánimos de terminar con una relación netamente conflictiva o antagónica entre el sistema penitenciario y las personas que están cumpliendo su pena”, sostiene.
Y defiende su postura indicando que “el salto es cómo entendemos la educación: como un instrumento o herramienta de transformación social y comunitaria, independientemente de la distinción entre personas pagando su pena y agentes del servicio penitenciario. Incluso la policía. Falta capacitación, y una política de seguridad: la educación como política de seguridad”.
Se recibió de sociólogo en la cárcel, creó una biblioteca popular y ahora da clases