La provincia de Jujuy gestionó un financiamiento millonario- treinta millones de euros- para combatir la contaminación y erradicar basurales a cielo abierto. Y, sin embargo, diez años después, los resultados son apenas visibles: de unos 400 basurales a cielo abierto, solo se lograron erradicar 24. ¿Qué pasó?
Ambiente: La gestión fallida que le costó millones de euros a los jujeños
¿Quién controla la basura cuando se habla de millones de euros en créditos solicitados por el Ministerio de Ambiente?
Empecemos por el dinero. El caudal de inversión fue grande, pero la realidad de ejecución parece haber sido más frágil que el entusiasmo inicial. En la práctica, la promesa de “modernización” se quedó a mitad de camino: inversiones en plantas, camiones y permisos, sí, pero ¿cuál fue la receta de gestión que garantizó resultados sostenibles?
La inversión no alcanza si no viene acompañada de un marco de sostenibilidad. ¿Qué pasa después de la inauguración de una planta o de la compra de camiones? si no hay costos operativos cubiertos, mantenimiento y un plan de financiamiento a largo plazo, la obra se queda sin oxígeno. Y aquí surge otra interrogante: ¿se contempló un plan de economía circular, con separación en origen, reciclaje y compostaje, o se limitó a la recogida y confinamiento?
El contexto local importa: corrupción, clientelismo o capturas de interés pueden torcer el curso de una política pública. Si la gobernanza falla, incluso el mejor diseño queda expuesto a la improvisación. La gente quiere ver progreso tangible: cierres de basurales, rutas de recolección eficientes, plantas funcionando y empleos formales asociados al nuevo modelo de gestión de residuos.
Siempre es importante como en el mundo comprometido con el medio ambiente se trabaja sobre estos temas.
De modo que la pregunta sería: ¿Cómo han logrado países avanzar en la erradicación de basurales a cielo abierto e ir hacia una gestión de residuos más responsable? Les cuento ejemplos concretos y las lecciones aprendidas.
Colombia, donde varias ciudades han dejado atrás basurales improvisados a favor de rutas de recolección más eficientes y plantas de reciclaje y compostaje. En ciudades como Medellín, se impulsaron programas de separación en origen, incentivos para la formalización de recicladores y alianzas público-privadas que financian infraestructuras de tratamiento. El resultado: menos vertederos clandestinos, más materiales reciclados y mejoras en la calidad del aire local. La clave, nos dicen desde las autoridades, fue combinar diagnóstico detallado de residuos con una hoja de ruta clara, que va desde la recogida diaria hasta la valorización de residuos orgánicos y materiales reciclables.
En Chile, donde varias regiones han implementado un modelo de gestión de residuos basado en la jerarquía de residuos: reducir, reutilizar, reciclar y valorizar. En ciudades como Santiago, se avanzó en la separación en origen, la modernización de plantas de transferencia y la creación de plantas de compostaje para residuos orgánicos urbanos. Esto no solo disminuyó la cantidad de residuos entregados a basurales, sino que también impulsó empleos verdes y redujo emisiones asociadas a la descomposición anaeróbica de residuos en vertederos.
Entonces, ¿qué puede ser más importante para el ministerio de ambiente que empezar por erradicar cientos de basurales en todo el territorio de la provincia de Jujuy de una vez por todas?
La respuesta no es simple, porque en la práctica, el orden de las prioridades y la forma de abordarlas pueden marcar la diferencia entre un proyecto que suena bien en papeles y una estrategia que genera resultados reales para las comunidades.
Primero, es crucial entender que erradicar basurales a cielo abierto no es solo una cuestión de limpieza; es una decisión de mitigación y de salud pública. Pero si miramos desde la gestión, hay componentes que pueden, en algunas circunstancias, ser tan o más estratégicos que la erradicación en sí. Uno podría preguntar si vale la pena eliminar basurales sin antes haber estabilizado una base operativa sólida: un plan de gestión de residuos coherente, una estructura de gobernanza clara y una capacidad financiera que sostenga la operación a largo plazo. Porque empezar a clausurar basurales sin una ruta de tratamiento de residuos, sin clasificación en origen y sin una red de reciclaje y compostaje funcionando, puede convertirse en un esfuerzo aislado que, al cabo de poco tiempo, deje espacios sin solución para la generación continua de residuos. Pues en este sentido la provincia gestiono créditos millonarios para cumplir con todas estas premisas mencionadas. Pero en rigor, no se ven ejecutadas y ya ha pasado una década de la gestión Zigarán.
Otro eje importante es la formalización de los actores que integran la cadena de manejo de residuos, especialmente los recicladores informales. Si no se los integra y se les brinda seguridad laboral, capacitación y acceso a tecnologías adecuadas, la eficiencia de la recolección, la clasificación y la valorización de materiales se erosionarán. En ese sentido, priorizar la inclusión y la formalización puede ser tan crucial como la eliminación de basurales.
No basta con cerrar basurales; es imprescindible establecer un flujo continuo de materiales: separación en origen, recolección selectiva, plantas de reciclaje, compostaje y, cuando corresponda, aprovechamiento de biogás.
La gobernanza es otro pilar central. En un territorio tan diverso como la provincia de Jujuy, la coordinación entre niveles de gobierno —municipios, departamentos y la esfera provincial— y la participación de las comunidades locales deben ser el andamiaje que sostenga cualquier acción. Sin una arquitectura de gobernanza robusta, con roles bien definidos, mecanismos de rendición de cuentas y metas verificables, incluso las iniciativas con mayor financiamiento pueden acabar estancadas y es precisamente lo que pasa.
Y no olvidemos la medición de resultados. Cuánta energía limpia se generó o cuánta contaminación se evitó. Los indicadores deben ser transparentes y comunicados a la ciudadanía para sostener la legitimidad y la confianza pública esto no existe no se conocen informes en este sentido.
Erradicar basurales puede ser la chispa inicial que active un cambio estructural, siempre y cuando vaya acompañada de una visión de largo plazo, de una estructura de financiamiento sostenible, de la inclusión de actores clave y de una medición constante que cierre el ciclo entre inversión y beneficio para la salud pública, el ambiente y la economía local.