Este comportamiento es una manifestación de la impunidad y la erosión ética dentro de la clase política. Se origina en varias dinámicas perversas. Está la excepción del poder: la creencia arraigada en muchos que alcanzan altos cargos de que las normas están hechas para los ciudadanos, no para quienes las dictan. Una vez que un político logra manejar las palancas del estado (justicia, presupuesto, organismos de control), la tentación de usarlas para su propia protección o beneficio personal se vuelve abrumadora.
Viven al margen de la ley
El fenómeno de que los políticos se manejen al margen de las leyes que ellos mismos promulgan es un síntoma de una patología en el sistema de poder.
La misma ley que sancionan es diseñada junto a mecanismos de control que terminan siendo débiles o cooptados por el poder de turno. Esto no es accidental; es un diseño institucional deficiente o manipulado.
La lógica electoral y la supervivencia política a menudo priman sobre el imperio de la ley. Un político puede verse tentado a infringir normas (en financiamiento de campaña, uso de recursos públicos, o acuerdos opacos) si percibe que esto le asegura la victoria o le permite mantener su base de apoyo, bajo el argumento cínico de que el fin justifica los medios. El problema es que los medios en este caso son la destrucción del contrato social.
Las consecuencias de este fenómeno en las sociedades son devastadoras. La principal es la destrucción de la confianza pública. Cuando los arquitectos de la ley son los primeros en ignorarla o manipularla, el ciudadano común pierde la fe no solo en sus representantes, sino en la institución misma de la ley y el orden. Esto genera una sensación de desigualdad estructural: el poderoso tiene una justicia, y el ciudadano de a pie tiene otra. Esta percepción de que la ley es un privilegio, no un derecho universal, es el caldo de cultivo para la anomia la falta de normas y la deslegitimación democrática.
La gente se pregunta: "¿por qué debo cumplir yo las leyes si quienes las sancionan no lo hacen?" este cuestionamiento socava el respeto por las instituciones y fomenta la búsqueda de soluciones fuera del marco legal, abriendo la puerta a movimientos populistas que prometen mano dura o limpiar la política. el incumplimiento de la ley por parte de los políticos es un cáncer democrático que mata la credibilidad y degrada la calidad de vida social, al sustituir el estado de derecho por el estado de la conveniencia.
La sustitución del estado de derecho por el estado de la conveniencia no es un cambio de nombre; es una mutación política profunda que altera la fibra moral de una nación. Debemos definirlo como el momento en que la ley deja de ser una norma inmutable y se convierte en una herramienta maleable al servicio del poder de turno.
¿Cómo opera el estado de la conveniencia?
Se desliza sutilmente a través de varios mecanismos perversos. La instrumentalización de la justicia: los jueces y fiscales dejan de ser guardianes imparciales para convertirse en operadores políticos que persiguen a los enemigos del poder y protegen a sus amigos. La impunidad se otorga a cambio de lealtad, la legislación a medida: se sancionan o modifican leyes no para mejorar la convivencia social, sino para legalizar actos de corrupción o para blindar políticamente a ciertos funcionarios. La ley se convierte en un traje sastre para los poderosos.
La opacidad selectiva: se aplica la ley con todo su rigor contra el ciudadano o el opositor, pero se crean zonas grises y mecanismos de secreto para el manejo de fondos públicos o la toma de decisiones estratégicas.
La consecuencia más grave, es que el estado de la conveniencia transforma la legitimidad del poder. El poder ya no se ejerce porque es legal o porque respeta el debido proceso, sino porque es útil para mantenerse en el cargo. Esto erosiona la base moral de la sociedad, incentivando a todos, desde el político hasta el empresario y el ciudadano, a buscar la excepción en lugar de la norma, porque han aprendido que la integridad es un estorbo y la influencia es la verdadera moneda de cambio.

