Cada invierno, las calles, oficinas y redes sociales de Argentina se tiñen de chocolates, coqueteo y pequeñas muestras de afecto. No es una festividad oficial, pero su presencia es innegable: hablamos de la Semana de la Dulzura, una tradición que mezcla marketing, romance y costumbres populares en una fórmula irresistible.
Comenzó la Semana de la Dulzura: ¿Cuál es su origen y por qué se celebra?
Durante años existió la costumbre de, durante 7 días, cambiar un bombón por un beso, pero la celebración se fue expandiendo cada vez más.
Aunque nació como una campaña publicitaria en los años 80, esta semana logró instalarse en la cultura argentina como un momento para dar, recibir y compartir dulzura. Pero, ¿qué hay detrás de esta costumbre de intercambiar una golosina por un beso?
Sobre la Semana de la Dulzura
La Semana de la Dulzura se celebra en Argentina del 1 al 7 de julio. Durante estos siete días, muchos acostumbran a regalar golosinas como chocolates, caramelos, bombones o confites a cambio de un gesto de afecto: tradicionalmente, un beso.
Con el tiempo, la práctica se volvió más flexible y menos literal. Hoy se entiende como una oportunidad para compartir dulzura en cualquier forma: un regalo, una sorpresa o simplemente una excusa para tener un buen gesto con otra persona.
Esta tradición tiene una historia particular. En 1989, la empresa argentina Arcor, junto a la Asociación de Distribuidores de Golosinas, lanzó una campaña publicitaria bajo el lema:
"Una golosina por un beso".
La acción, pensada para aumentar el consumo de golosinas durante el invierno (una época históricamente baja en ventas), fue un éxito. Rápidamente se viralizó-mucho antes de las redes sociales-y se convirtió en una costumbre que sobrevivió al paso del tiempo y al cambio de generaciones.
Lo que comenzó como una estrategia de marketing se transformó en una celebración que cada año gana más fuerza, sin necesidad de estar asociada a una fecha patria ni religiosa.
En tiempos donde muchas celebraciones pierden relevancia, la Semana de la Dulzura se mantiene firme: combina emociones básicas con un gesto fácil, accesible y placentero. No requiere planificación ni grandes gastos: solo ganas de compartir algo lindo.
Además, ocurre en pleno invierno, una época del año en la que el afecto y el confort emocional cobran un valor especial. Por eso, regalar algo dulce no es solo un acto simbólico: también se vuelve una forma de conexión, de presencia y de calidez humana.