Primero las víctimas fueron los fieles de la Virgen de la Asunción, cuyo acto de fe y devoción fue convertido en un mero espectáculo, donde los fieles son observados como seres extraños por miles y miles de turistas que llegan de todas partes.
La mercantilización del patrimonio cultural no tiene freno
Estamos en presencia de un nuevo proceso de mercantilización de la vasta y riquísima cultura jujeña. Nuevamente el gobierno se empeña en convertir al patrimonio cultural en un nuevo espectáculo.
El gobierno se empeñó en vender esta manifestación de fe, cuya esencia solo quedó en los naturales del lugar mientras otros vivan a los devotos sin tener la más mínima idea de qué se trata, y mucho menos empalizar con los feligreses que se toman muy en serio las honras a la Virgen.
Ahora las nuevas víctimas de la frivolidad del gobierno serán los fieles de Yavi, tesoro cultural del Jujuy enclavado en el corazón de la Puna, donde ancestralmente los ritos en torno a la Semana Santa son tan profundos como conmovedores.
Las doctrinas llegan con su sacra de polifonía anárquica, esa música que sobrecoge y eleva. Las voces embellecen las letanías.
Tienen una textura seca y desnuda, la forma en que se corren de la nota justa quizás un cuarto de tono marcan estos lamentos con una tensión y una aspereza que parecen parte integral de este paisaje de montañas eternas y cielos vacíos.
Esa desafinación natural que suena tan hondo tal vez condense, al menos en la música, la identidad irreductible de estas gentes.
La mercantilización es el proceso de transformación de bienes y servicios en mercancías comercializables con fines de lucro. Es decir que el valor de cambio de los objetos prevalece sobre su valor de uso.
El valor de uso de los objetos es aquel que se deriva de su capacidad para satisfacer necesidades humanas, mientras que su valor de cambio es la cantidad de dinero por la que se puede intercambiarlos. El proceso de mercantilización avanza convirtiendo incluso el trabajo humano, el tiempo y los recursos naturales en mercaderías con precio de mercado.
El mundo civilizado hoy en día critica la mercantilización extrema y defiende que las actividades culturales y la tierra existan como fines en sí mismos y no como medio para obtener ganancias.
Hay un reclamo por parte de las nuevas corrientes filosóficas que la cultura se esté convirtiendo en una mera mercancía.
Si la cultura es una forma de mejorar el desarrollo humano, dar libre acceso a la cultura permitiría una mejora generalizada de todo el mundo. Por lo tanto, mercantilizar la cultura, ponerle un precio, significa ir en contra de ese desarrollo humano.
Pese al discurso y al relato conservacionista y de desarrollo económico, el patrimonio cultural inmaterial de Jujuy ha sido motivo de una berreta explotación turística, con un enfoque mercantilista. Las expresiones vivas transmitidas de generación en generación, quedan convertidas en mercancía a la compra venta en el mercado turístico.
El Patrimonio es aquello que identifica a los grupos culturales, que los diferencia unos de otros, y no se limita a los monumentos u objetos propios de una cultura, sino que también incluye las tradiciones o expresiones vivas que son heredadas de los antepasados y que se transmiten de generación en generación.
En específico, el patrimonio inmaterial de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) se compone de tradiciones orales, artes del espectáculo, usos sociales, rituales, actos festivos, conocimientos y prácticas relativos a la naturaleza y el universo, y saberes y técnicas vinculados a la artesanía tradicional.
Las expresiones culturales se convierten en mercancía ofertada y demandada en el mercado turístico. Una característica del sistema mercantilista implantado en Jujuy, es que a todo hecho cultural se le puede poner precio, puede ser vendido, comprado y tratado como mercancía.
En el proceso de mercantilización los bienes culturales cambian su valor de uso por un valor de cambio, de esa manera se incorporan al mercado.
En la Jujuy de Morales, el patrimonio cultural no escapa de tal proceso, el enfoque mercantilista está sustentado por aquellos que encuentran en el patrimonio cultural la oportunidad de darle un valor de cambio.
Si partimos de la base de que el turismo es, en la actualidad, uno de los movimientos poblaciones y económicos que generan mayor cantidad de contactos culturales, junto con los movimientos migratorios; queda en evidencia la necesidad de estudiar dicho fenómeno socio-cultural desde una perspectiva integral, en la que se tengan en cuenta todos sus componentes, mucho más si abordamos el tema desde la antropología.
Es fundamental el equilibrio entre la mercantilización y la conservación. No sólo insertando el patrimonio en el sistema comercial, como un producto más, sino mostrándolo de tal forma que no pierda su significado para los nativos, que no se descontextualice y estereotipe, y que sirva realmente de encuentro entre culturas, haciendo participes a ambas partes, turistas y anfitriones, de esta visión rescatada de las culturas.
No nos quedemos sólo en la simple venta de nuestros bienes culturales, vayamos más allá, evitando la mercantilización y la consiguiente descontextualización de los mimos en favor de los beneficios económicos, que puedan proporcionarnos el ponerlos en manos de la industria turística.