Escuchamos, vemos o leemos esta palabra casi en cadena nacional todos los días por lo menos desde hace 20 años en el país.
La polémica se ha extendido por todos los medios hasta en la mesa de café o en reuniones familiares cuyos desenlaces han terminado con relaciones entre colegas periodistas, dirigentes, amigos de la vida y hasta en grupos familiares.
Lo más obsceno lo vemos en la televisión que en su naturaleza seria el medio por excelencia para transmitir valores termina convirtiéndose en un ambiguo escenario en donde se instalan personas cuya una actividad consiste en alcanzar alguna notoriedad.
Pero saliendo de esta cuestión específica, lo trágico es que la política ha tomado partido en este escenario bizarro y en un contexto en donde lo que se debería hacer correctamente es transmitir las ideas o confrontarlas de modo tal de arribar a conclusiones de sentido común para mejorar la vida de la gente.
La pelea con armas se ha trasladado a las palabras y se sabe que la agresión con palabras puede generar consecuencias graves de las que no es fácil volver.
Nadie, salvo raras excepciones, se informa sobre los temas a discutir para luego exponerlos desde una posición de respeto.
Las discusiones en su gran mayoría son simples transgresiones procurando llamar la atención frente a un público muchas veces adormecido o enfurecido frente a la pantalla o junto a la radio. Pero también en las redes, hoy minadas cotidianamente por estos improperios.
La historia ha dejado atrás debates memorables en donde ninguno de los protagonistas necesitaba del insulto o de la agresión entre otros disparates para sostener una polémica. En aquellos años la polémica invitaba a pensar.
Los medios van dejando esa misión en la sociedad para transformarse solo en un soporte para transmitir y sostener horas y horas mensajes estrafalarios.
Pero la lingüística bizarra no solo es patrimonio de los medios también se ejerce en el parlamento nacional, en las legislaturas provinciales y en los concejos deliberante a lo largo y a lo ancho del país.
En el ámbito internacional hay una anécdota que me parece importante compartirla con ustedes.: ocurrió en 1977 entre el periodista inglés David Frost quien entrevisto al presidente norteamericano Richard Nixon en un programa notable que marco un antecedente muy importante en el periodismo y la política norteamericana. Aquel reportaje los reunió una cámara, información e ideas.
La polémica no es desacuerdo, no es discusión a los gritos, no es agresión al otro.
Hoy la provocación ha sustituido a la reflexión. No se piensa, se agrede, la triste conclusión, es que nadie está dispuesto a escuchar a nadie. ya no interesa lo que se dice sino el tono de cómo se dicen las cosas de ahí se explican los niveles de violencia que vemos en la sociedad. se ha naturalizado la agresión.
De modo que podemos arreglar la macroeconomía, bajar la inflación y reducir impuestos, sin embargo, simultáneamente, seguimos en el barro de las polémicas vacías y altamente toxicas. Así no se reconstruye una nación.