El origen de esta efeméride se instala en el Congreso de la Nación Argentina que instituyó por ley 25003/98 la celebración de este día en memoria de la ilustre escultora Dolores Candelaria Mora Vega de Hernández, más conocida como Lola Mora, haciéndolo coincidir con el supuesto aniversario de su nacimiento.
Lola Mora es la escultora por excelencia de nuestra historia. Dos de nuestras provincias se la disputan: no se sabe con exactitud su lugar de origen. Algunos afirman que en El Tala (Salta) y otros, en el norte de Tucumán, que fue donde pasó sus años de formación. En dicha ciudad tomó clases de dibujo, pintura y retrato con el maestro italiano Santiago Falcucci, con quien aprendió las técnicas del neoclasicismo y el romanticismo italiano.
Gracias a esto, logró retratar a grandes personalidades de la sociedad de la época y hacerse un lugar como artista trabajando por encargo para autoridades gubernamentales: realizó un busto de Julio Roca, una estatua de Aristóbulo del Valle y dos sobrerrelieves para la Casa Histórica de la Independencia en San Miguel de Tucumán (simbolizando el 25 de mayo de 1810 y el 9 de julio de 1816), además de cuatro estatuas que decoran el Congreso Nacional.
Por haber elegido este oficio, luchó toda su vida en contra de los estereotipos de género, consagrándose como la primer escultora latinoamericana de monumentos. Su trabajo fue premiado en Francia, Australia y Rusia.
Su obra dispersa en todas partes
Quien conozca las estatuas La Justicia, La Paz, La Libertad y El Progreso en los jardines que rodean a la Casa de Gobierno de Jujuy, o los altorrelieves en bronce en el patio del Museo Casa Histórica de la Independencia en Tucumán, representando uno la Junta de Gobierno del 25 de Mayo de 1810 y el otro la Declaración de la Independencia del 9 de Julio de 1816, realizados en 1904, no podrá más que conmoverse con la fuerza sensual y transgresora una obra monumental, mayormente desconocida y subestimada por el público en general.
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La Paz en la Casa de Gobierno de Jujuy.
Dichas esculturas fueron originalmente realizadas para la fachada principal del Palacio del Congreso Nacional en Buenos Aires a través de un contrato firmado con el Gobierno Nacional en 1903 y que finalmente colocó en sus pedestales a mediados de 1907. Lamentablemente en 1921 los presidentes de ambas cámaras del Congreso resolvieron arbitrariamente retirarlas argumentando ‘razones de estética y perspectiva’. Entonces se decidió donarlas a la provincia de Jujuy a donde la propia artista viajó en 1922 para determinar su nuevo emplazamiento.