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Una periodista de Buenos Aires reflejó la delicada realidad que viven jujeños en zonas rurales

Un trabajo periodístico realizado por una periodista de La Nación que visitó la provincia para conocer esta realidad, da cuenta de una deuda de décadas. Los pobladores que viven alejados de los centros urbanos están fuera del radar de un Estado provincial que los ignora.

Bajo el título “La provincia soñada donde los chicos viven tan aislados que no conocen un médico”, la periodista se encargó de reflejar una realidad dura y llena de experiencia humana atravesada por el dolor. En contraposición al relato de funcionarios jujeños que sostienen que “se trabaja en toda la provincia”.

A continuación, transcribimos el trabajo de la periodista Micaela Urdinez, enviada especial a Jujuy para La Nación.

JUJUY. Hoy le tocó a él. Está de visita en la casa de su abuela Lidia en el paraje rural de Piedra Grande, a dos horas de camino a pie del campamento minero El Aguilar, en Jujuy, y tiene que ayudar. Con sus 10 años, Valentín Colque agarra dos bidones grandes de 10 litros, los sacude para ver si están vacíos y los pone en la carretilla. Su mamá, Griselda Colque, suma otros tantos en sus manos, y su hermana Ambar, de dos años, también elige uno más chiquito acorde a su tamaño.

Así, con los cerros de fondo, la aridez que se cuela por los poros y los arbustos salpicados de forma errática, los tres van caminando hasta un ojo de agua, cercano a un arroyo temporal, para juntar agua que no es potable. La casa de adobe de su abuela no tiene canillas, ni luz eléctrica, ni gas y está completamente incomunicada. Vive de la cría de animales y trabaja de cocinera en la escuela de El Portillo.

Griselda se crió en el campo, lejos de todo: la escuela, los médicos y los almacenes, y decidió mudarse con sus hijos a El Aguilar para mejorar su calidad de vida. “Estoy en 5to grado y ya se leer y escribir. Cuando estoy acá voy a buscar las vacas, los burros. Sino vamos a ver a los caballos que andan sueltos lejos de la casa”, dice este chico que se considera amigo de los animales y al que le gusta subir a las montañas con sus primos.

Más de 60% de chicos pobres

Según un estudio realizado por Unicef en base a cifras oficiales, la pobreza infantil en Jujuy alcanza al 60% de las niñas y niños, y un 45% no ejerce de manera efectiva alguno de los derechos vinculados a la educación, la protección social, la vivienda, el saneamiento o el acceso al agua.

“La inversión en materia de infraestructura, de desarrollo humano y de educación es la más alta que se ha hecho en la provincia. El principal desafío en las zonas rurales es llegar con conectividad. Y vamos a llegar a cada paraje con conectividad y con electricidad. Siempre falta pero somos la mejor provincia del norte argentino”, señala Gerardo Morales, gobernador de Jujuy.

Durante la recorrida de nueve días que Hambre de Futuro realizó por la provincia, se encontró con niños que aman vivir en los entornos mágicos de la Puna y de las Yungas pero que están atravesados por el aislamiento, por la falta de mantenimiento de los caminos y de transporte urbano, sin comunicación y un acceso limitado a la salud. Lo hacen en viviendas precarias que no cuentan con luz o agua potable, ni señal de teléfono ni Internet y con familias a las que cada vez les cuesta más vivir de la cría de animales.

Antonio Buljubasich, Ministro de Salud de Jujuy, reconoce que es sumamente dificultoso mantener la atención en las postas sanitarias más aisladas. “No tenemos gente abandonada en ningún lugar porque trabajamos en toda la provincia. Es sumamente dificultoso mantener la atención que tenemos. Hacemos visitas periódicas por mes, con mayor o menor frecuencia, porque en las épocas de lluvias se cortan los caminos”, cuenta.

El aislamiento de las familias que viven en las zonas rurales se hizo carne en la vida de Griselda cuando su bebé de un año y nueve meses se descompuso en el campo. Pasaron diez horas desde que salieron a buscar una ambulancia hasta que efectivamente llegó a atenderlo.

“Le pedí a uno de mis hermanos que fuera a El Aguilar en bicicleta a pedir ayuda. Cuando finalmente llegó la ambulancia lo revisaron y dijeron que lo tenían que derivar a Jujuy porque tenía principio de bronquiolitis. A mitad de camino falleció, no resistió”, rememora Griselda.

Esto sucedió hace 10 años y para Griselda, la situación lejos de mejorar, empeoró. “Hoy la ambulancia tarda más en llegar. Si tenemos un problema de salud en el campo, la única opción más cercana es la atención de un agente sanitario en la sala de primeros auxilios o caminar hasta tres horas para conseguir señal y comunicarse con los hospitales más cercanos, que muchas veces no cuentan con ambulancias disponibles. En estos últimos tiempos piden las ambulancias a Abra Pampa que queda a 60 kilómetros de distancia”, se queja.

Desde la provincia señalan que se compraron 50 ambulancias y 150 motos para los agentes sanitarios que antes se manejaban a pie y no tenían movilidad. “Se fortaleció el sistema de atención primaria de la salud desde 2016. Y vamos a seguir invirtiendo en infraestructura”, refuerza Morales.

En Jujuy el 42% de las niñas y niños tiene la atención de su salud cubierta por una obra social o seguro médico. Esta proporción es más baja del 57% de cobertura registrado para el total del país y está ligada a la informalidad laboral de madres y padres, más prevalente en Jujuy que en el resto del país.

Sobre la realidad de la salud pública en toda la provincia, Buljubasich destaca que han logrado reducir indicadores muy duros como la mortalidad infantil, la mortalidad materna y el embarazo adolescente. “En 2016, cuando nos hicimos cargo, la mortalidad infantil era de 11,6 y en los últimos años estamos por debajo de los dos dígitos”, señala el funcionario.

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“En las zonas rurales siempre ha habido falta de acceso a la salud. Si bien es cierto que los médicos tienen la obligación de hacer una ronda médica, no siempre van porque no tienen vehículos para desplazarse. Por los caminos, por las distancias, no llegan. Solo se accede a la atención primaria a la salud. Hay una sala en la que atienden los agentes sanitarios y la gente tiene que esperar afuera a la intemperie y no se cuenta con todo el instrumental necesario. Siempre las comunidades han sido discriminadas en la atención de salud”, cuenta Beatriz Debora Sajama, creadora del grupo Mujeres Defensoras del Hábitat Natural de la Comunidad Aborigen de Casa Grande, Vizcarra y El Portillo.

Natalia Sarapura, Ministra de Desarrollo Humano de Jujuy, afirma que se ha hecho una inversión muy fuerte para mejorar los caminos y para tener una presencia territorial amplia, con un modelo de desarrollo respetuoso con la Pachamama. “Es un desafío llegar a las zonas rurales, porque están ubicadas en zonas alejadas, entre los valles, y con muchas horas de distancia. Así y todo, se realizan operativos en forma permanente, junto a equipos interdisciplinarios, para acercar el Estado a las comunidades rurales, identificando a las familias en situación de vulnerabilidad. Una característica de esta gestión es llegar al Jujuy profundo”, dice.

En general, los parajes escondidos entre los cerros cuentan con una sala de atención primaria permanente y el agente sanitario suele tener que cubrir al menos dos puestos de salud, muy distantes uno del otro. No se cuenta con enfermeros ni médicos especialistas. Para cualquier estudio médico o atención de alguna especialidad, las familias se tienen que trasladar al hospital del pueblo o ciudad más cercana.

“La salud pública en esos lugares no existe. El sistema de los agentes sanitarios y las rondas médicas está totalmente destruido. No hay nada de prevención. La única salida cuando un chico o un adulto está enfermo es que lo lleven al hospital central de San Salvador de Jujuy. Durante la pandemia, se profundizó la falta de atención médica”, afirma Jorge Gronda, médico ginecólogo, emprendedor social y fundador de Umana, un sistema de salud público que compite con las prepagas.

Parajes con uno o dos apellidos

Este es el caso de Chorcán, un lugar pedido en el mapa ubicado a 4050 metros sobre el nivel del mar, donde solo habitan 15 familias, casi todos de apellido Zerpa. En su mayoría son todos parientes.

Lourdes Zerpa tiene 10 años y cursa el 5to grado de la escuela primaria con varios primos. De lunes a viernes Magalí duerme en el albergue de la escuela que queda a pocas cuadras. De mascota tiene a una vicuña bebé que la persigue por todos lados y se llama Vicky. Dos veces por día le prepara una mamadera. “No sabemos si la mamá la abandonó o el león se la comió”, agrega Lourdes que cuando sea grande quiere ser policía.

No existe un transporte público hasta Chorcán, solo uno que llega hasta Aparzo, que queda a unos 10 kilómetros. Eso hace que sus habitantes queden desamparados y con poca presencia del Estado.

“Los chicos quieren ser profesiones de algo que ellos han visto. Acá tenemos un enfermero que viene al puesto de salud, en cambio los médicos vienen de vez en cuando. Si les preguntás a los chicos qué es un médico, quizás no lo sepan”, explica José Luis Cabral, el director de la Escuela primaria Nro 198 de Chorcán.

Cabral cuenta que la mayoría de los jóvenes emigraron a otros pueblos y ciudades en busca de trabajo o a seguir sus estudios. En la escuela, por ejemplo, faltan maestros de lengua extranjera y de educación física. “Nos lo prometieron hace 3 años pero todavía no tuvimos novedades”, reclama Cabral.

Sarapura agrega que la provincia ha hecho grandes esfuerzos para la seguridad alimentaria de todos los chicos de la provincia. Actualmente son 616 las escuelas que cuentan con comedor escolar. “Brindamos módulos de asistencia alimentaria a familias, en las escuelas y con distintas instituciones. Tenemos la mayor inversión social que se hizo en la historia”, señala.

Migración del campo a la ciudad

Otro dato revelador sobre la migración de las familias de las zonas rurales a las urbanas es la profunda caída de la matrícula de las escuelas de los parajes más alejados. En la escuela albergue de Casa Grande llegaron a ser 100 alumnos con modalidad plurigrado. Hoy, son solo 10.

“La falta de trabajo y de salud, y el no poder conseguir agua es lo que hace que las familias se quieran ir. Solo en la escuela hay agua potable. Pero en el resto de las comunidades y parajes ninguna familia tiene, algunos usan el agua de las vertientes o del río”, dice Sajama.

Ella nació en El Aguilar y recuerda cómo era la vida con velas y candiles. Hoy solamente se puede acceder a la energía eléctrica a través de paneles solares, que por estar desactualizados, tienen poca potencia y solo sirven para iluminación o para cargar el celular. “Pero no se puede tener una heladera ni cargar una computadora para los chicos que van a la escuela. En las casas hay solo letrinas”, agrega Sajama.

Desigualdad

La distribución de los ingresos y de los derechos es altamente desigual en el país y se observa también al interior de la provincia de Jujuy. Una niña o niño perteneciente al 20% más pobre de la población (quintil I) de Jujuy tiene 4,5 veces más de probabilidad de experimentar vulneración de sus derechos que una niña o niña de esa provincia que pertenece al 20% más rico de la población (quintil V).

Esta realidad es muy palpable en las zonas rurales, en donde la falta de inversión en infraestructura y en desarrollo deja a los chicos sin posibilidades de proyectarse en sus territorios. Exaltación Aban es una productora de 75 años de Abra Pampa, cerca del Río Colorado. Todos los días se levanta al alba junto a su marido para ocuparse de sus llamas, ovejas y vacas, además de la producción de verduras y hortalizas. Tiene 11 hijos pero todos se fueron yendo para poder llegar a fin de mes.

“Después de terminar la secundaria todos mis hijos se fueron a estudiar a Jujuy porque acá no iban a poder vivir. No alcanza con una finca para trabajar. Acá se puede sembrar durante el verano. Y almacenar para comer durante el invierno. Yo los ayudo a mis hijos dándoles papa, cebollas, ajo, habas, zanahorias y carne”, dice esta mujer que forma parte de las Warmis, una asociación de mujeres que abrió la primera hilandería de la Puna y que le compra la materia prima a los pequeños productores de la zona.

Una vez por año esquilan y sacan 70 kilos de lana de las llamas y 70 kilos de las ovejas. Con lo que ganan, compran mercadería por bolsa para todo el año. En esta zona también se vuelve a repetir el drama de la falta de agua.

“Estamos sufriendo y muchas veces tomamos agua sucia. Baja por los caños del canal o la bomba se quema. Y entonces no podemos tener agua continua para tomar y tenemos que traer agua en tachos de Cangrejilla que está a 5 kilómetros”, dice Exaltación, que de a poquito quiere seguir mejorando su casa.

“La salud pública en esos lugares no existe. El sistema de los agentes sanitarios y las rondas médicas está totalmente destruido. No hay nada de prevención”. Jorge Gronda, médico ginecólogo, emprendedor social y fundador de Umana

Más inversión en la Puna

En Jujuy las mujeres son un pilar fundamental en la cría de los animales. Es muy común verlas en las laderas de los cerros guiando al ganado. También son las que se arremangan para trabajar la tierra y sacar la mayor cantidad de verduras y hortalizas. La gran mayoría se dedica también a hacer artesanías y a juntar distintas especias y condimentos que venden a los turistas en las ferias de los pueblos.

Rosario Quispe es la Presidenta de la Asociación de Mujeres Warmi Sayajsunqo que quiere decir “mujeres perseverantes” que funciona en Abra Pampa hace 27 años. “Cuando arrancamos no teníamos ni para comer, Menem se había llevado hasta el último tren de la Puna, los pueblos fueron desapareciendo y hoy estamos igual. En una crisis total. La gente en la Puna sobrevive porque trabajan de sol a sol y por eso hay que apoyarlas con lo que se pueda”, dice con firmeza.

Si bien desde las Warmis impulsan distintos proyectos productivos, de mejora de la calidad de vida, de microcréditos y tiene una universidad para los jóvenes, Quispe está convencida de que los políticos tienen que entender que la plata mejor gastada es la invertida en los campos de la Puna. “Nos falta maquinaria, agua, luz, invernaderos y tantas cosas a la gente de la Puna. Mi sueño es que las mujeres no tengan que caminar tanto durante el día atrás de sus animales, poder sembrar más pasturas, hacer quesos de cabra, que puedan hacerse una casa mejor. La tienen que pelear todos los días”, señala.

Para Quispe hay que cambiar la manera de producir en la Puna para que los jóvenes vuelvan porque tienen mejores llamas, mejores vacas y mejores pasturas. “Si tienen que empezar de cero, no vuelven. Si vamos preparando estos campos para la próxima generación con tierra de mejor calidad, mejor fibra y mejor ganado, estaríamos mejor. Es una decisión política fuerte de invertir. Este gobierno está apostando pero falta más. Nadie se sienta con ellos y les pregunta qué les falta en sus casas”, dice.

Ella es el mejor ejemplo de las pocas perspectivas que existen para los chicos cuando los campos no rinden lo suficiente y sus padres no tienen recursos económicos para sostener sus estudios. “Cuando son muchos hijos, dos o tres se quedan con la mamá porque tampoco son tierras tan grandes o fértiles como para que puedan vivir todos. No alcanza. Con la economía que tenemos nosotros no podemos mandar a nuestros hijos a estudiar a otro lado. Si yo fracasé, el resto de las familias de acá también. Es un alivio poder tener esta universidad en Abra Pampa. Ojalá podamos tener otros cursos en oficios para que ellos tengan una salida laboral real”, concluye.

Link al artículo: https://www.lanacion.com.ar/comunidad/hambre-de-futuro/jujuy-la-provincia-sonada-donde-los-chicos-viven-tan-aislados-que-no-conocen-un-medico-nid24062022/

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