Actos, homenajes, obsequios y reconocimientos son algunos de los gestos presentes en todo el territorio nacional para reconocer a los veteranos y caídos en la guerra de Malvinas iniciada hace exactamente cuarenta años. Siempre acompañando el reclamo soberano argentino sobre las indebidamente llamadas Falkland, Georgias y Sandwich del Sur, ocupadas ilegítimamente por el gobierno británico desde 1833.
Las historias de los veteranos, testimonios invaluables del conflicto bélico más reciente y trágico de nuestra historia brotan para esta fecha con una fuerte carga emocional. Guardan enseñanzas, forjan valores, invitan a la reflexión ciudadana que coincide en la necesidad de no repetir los errores de aquella Junta Militar nefasta y sesgada por su ambición de perpetuidad.
Salvador Piñero integrante del batallón 2 de la infantería de Marina, un ciudadano ilustre de Puesto Viejo llegaba a su casa el 02/04/1982 tras finalizar su guardia 6x6 (horas) sin sospechar que ya había un avión preparado para trasladarlo. Sin tiempo para empacar, llamaron a la puerta de su casa, el enfermero no requirió imaginar su participación en la guerra ya había sido decidida.
“Ni conocía a los que estaban conmigo, no me dejaron conocer mi camarote, me dieron el equipamiento, pero ya tenía incorporado el cassette para eso”, relata sobre las horas previas a su llegada.
Como cabo principal su veteranía le permitió elegir a donde sería asignado y conociendo las “mañas de los enfermeros”, optó por encargarse de la atención médica de sus compañeros, al tiempo que le era confiada una pieza de artillería. Terminaría por entrar cuatro veces en combate, allí vivió el miedo en carne propia mientras los aviones Harrier pasaban zumbando sobre sus cabezas. De hecho resultó herido de consideración tras la detonación de un misil cercano al pozo donde se encontraba apiñado con sus pares.
“Tenía heridas en el rostro, sangraba, mis rodillas estaban en carne viva tuve problemas para orinar durante días. Luego fui trasladado al Hospital pero allí me sentía un inútil, quería volver, les pedía que si mi vida tenía que terminar me dejaran elegir donde”.
A cuarenta años de esas imágenes imborrables, Piñero reconoce que volvería a las islas con gran fervor patriótico, cargando con el dolor de los caídos sobre su espalda, de hecho perdió a su sobrino en el hundimiento del crucero ARA General Belgrano.

