El 211° aniversario del Éxodo Jujeño se aproxima, las actividades relativas como la marcha evocativa o el desfile cívico-militar-gaucho están en plena organización, pero sin el contenido que alimenta tales festividades, difícilmente tenga sentido recordar lo ocurrido en estos pagos norteños inmersos en la guerra independentista.
El desarrollo del Éxodo Jujeño y el compromiso de Belgrano con los pueblos del norte
La historiadora Irene Ballatore anticipó un nuevo aniversario del 23 de agosto, revalorizando la gesta heroica comandada por el Gral. Belgrano y el enfoque que debería adoptarse para su instrucción con las nuevas generaciones.
Tierra arrasada aquella estrategia que el propio Manuel Belgrano había sufrido un año antes en Paraguay, en una expedición militar considerada un fracaso, fue puesta en marcha con sumo éxito e igual nivel de sacrificio “una acción ante la imposibilidad de dar vuelta una diferencia muy grande de recursos ante un enemigo, la única opción es impedirle el avance, provocar problemas, romper comunicaciones y retardarlos”, explicó la periodista e historiadora local Irene Ballatore en Sobremesa (Canal 2).
La directiva de Buenos Aires estaba concentrada en retrasar la avanzada del ejército español con destino final capitalino, sin embargo terminó implicando mucho más en múltiples niveles. Las mismas órdenes sugerían el abandono de los pobladores con el fin de conservar la fortaleza de las tropas, algo fuera de consideración para el prócer, que incluso lo hizo saber en cartas de época, donde destacaba el entusiasmo por participar de los jujeños.
“Hay una tendencia a pensar en algunos espacios historiográficos que el pueblo no tiene acción política, que depende de alguien, esa idea merece ser cuestionada, nadie más que el pueblo sabe donde le aprieta el zapato”, sostiene Ballatore sobre ciertas interpretaciones aparentemente erradas sobre la idiosincrasia argentina del siglo XIX.
Durante la entrevista resulta inevitable la comparación moderna, un karma argentino lo llama Ballatore: falta de visión y excesivo centralismo de las autoridades de gobierno, que a diferencia de Belgrano no son capaces de captar los sentimientos más allá de la periferia.
A modo de crítica constructiva, la historiadora belgraniana insiste en la necesidad de fortalecer las herramientas didácticas a los fines de desatar “una emoción que lleve naturalmente al conocimiento”, para que los intrincados eventos de la revolución independentista y los valores del héroe nacional sean inculcados en niveles de educación obligatorios tan difíciles de acceder.