Como primera clave de acceso, los autores señalan que la educación debe tener cuatro objetivos primordiales: debe preparar a los niños, niñas y adolescentes para que 1) se conozcan a sí mismos, 2) aprendan y piensen por sí mismos, 3) cuiden de sí mismos y de otros, y 4) mejoren el mundo.
¿Pero esto se logra en la escuela? Hay una tensión entre escolarización y aprendizaje que se expresa a través del núcleo pedagógico —la relación entre educador, aprendiz y aprendizaje—, que impone una relación asimétrica y termina por sostener un modelo de obediencia y de delegación de la autoridad en la figura del maestro. En la educación tradicional, es el docente quien determina qué es verdadero, qué es bueno, qué es bello. “Aprender es una práctica de libertad”, dicen los autores, “pero la escolarización puede ser un vehículo de control”.
La educación tradicional no consigue alcanzar los objetivos que se plantea. Para que la innovación sea exitosa en la consecución de los objetivos de la educación debe alterar los vínculos del núcleo pedagógico. Y hacerlo a escala, además: debe hacerlo en miles de escuelas y en sistemas educativos enteros. La innovación educativa debe promover una revolución en el aula. En muchas —en todas— las aulas.
Rincón y Colbert toman como Norte las conclusiones que John Hattie señalaba en el ensayo Aprendizaje visible: “Lo importante es que la enseñanza sea visible a los estudiantes y que el aprendizaje sea visible a los maestros. En la medida en que el estudiante se convierta en maestro y el maestro se convierta en estudiante, mayor será el logro educativo”.
Los proyectos de innovación educativa deben perseguir estas prácticas:
1) la enseñanza recíproca, es decir, permitir que los estudiantes dirijan su propio aprendizaje y ofrezcan y reciban apoyo de otros estudiantes
2) la retroalimentación vinculada al trabajo de los estudiantes
3) la promoción del pensamiento en voz alta y el planteamiento de preguntas propias entre los estudiantes
4) la metacognición
5) la enseñanza centrada en la resolución de problemas.
Si en el núcleo pedagógico se moldean y se reproducen las relaciones de poder que ubican al estudiante en un rol pasivo y dependiente, las estrategias señaladas permiten transformar esa relación y hacer que el estudiante cumpla un papel activo y se vuelva autónomo de su propio aprendizaje. Es imprescindible, entonces, que en el camino de cumplir los cuatro objetivos de la educación señalados al comienzo se incorporen en el núcleo dos componentes cruciales: la democracia y el bienestar.
Transformar la raíz del núcleo pedagógico “puede contribuir de manera sustancial a la construcción de un mundo mejor”.