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La militancia siempre está

Un día como hoy pero de 1972, Perón regresaba al país luego de 17 años de exilio. Eran las 11.08 de la mañana cuando el avión "Giuseppe Verdi", de Alitalia, tocó pista en el aeropuerto de Ezeiza.

En aquella jornada en todas las ciudades del país, el peronismo local celebró jubilosamente el regreso de Perón. Era la adhesión de los núcleos populares a una jornada que se iba a vivir en plenitud.

Las calles constantemente patrulladas por las fuerzas del Ejército y la Policía, con reforzadas vigilancias, certificaban la presencia de un férreo operativo de seguridad, pero desde los barrios populares las personas marchaban para celebrar el retorno de su líder.

Es innegable la evolución que la política ha tenido en la sociedad en toda La Argentina, las demandas son cada vez más elevadas y sofisticadas, pero lamentablemente esta alza en la demanda no es acompañada por una dirigencia política aún aferrada a modelos vetustos e inconducentes.

No hace tanto se nos decía por parte de la dirigencia que lo mejor que se podía hacer era no meterse en política, en realidad esto partía de la boca de los interesados en que nadie más lo hiciera.

Ahora esa recomendación ha variado sustancialmente, pero partiendo desde las bases mismas de la sociedad que siempre se muestran ávidas de expresar sus demandas y sus sentires.

Estos son tiempos donde desde muchos sectores, siempre de la política, intentan instalar el mensaje de la necesidad de ser independiente, esto baja como el nuevo mantra político que bebe de la misma desafección hacia la política misma, hacia los partidos.

Es imposible negar que el actual sistema de partidos tiene infinidad de fallas; carecen de democracia interna real, son máquinas de colocación por encima de la creación de ideas y propuestas, las luchas tienen más que ver con el reparto de escaños y cargos que por discrepancias ideológicas, pero incluso en ese fango generalizado, que se centra en las cúpulas, por debajo de esas súper estructuras también podemos encontrar a lo mejor de la política, a la militancia genuina y convencida.

La carga ideológica sigue apuntando al mismo lugar y busca una salida semejante; dicen que la política sólo da problemas, o que los partidos son el mal absoluto, por lo que necesitan gente de fuera de ese agujero negro, supuestamente por el bien de los ciudadanos.

Mientras los dirigentes juegan a internas sí o no en función de si necesitaban colocar a un amigo, a internas sí siempre y cuando sale el amigo o primarias no, si va a salir el otro. Mientras todas esas mezquindades se discuten en las súper estructuras, la militancia mantiene en pie la política diaria.

Es una militancia acostumbraba a no estar en ninguna lista electoral, donde la renovación de las mismas depende de si han ganado los de uno frente a los del otro -o viceversa-, pero que analizadas en un periodo de 30 años nos encontraríamos prácticamente los mismos nombres en los mismos puestos.

Una militancia que a pesar de estar intencionalmente desmotivada y desmovilizada, abre las sedes de los partidos, hace campaña, debate proyectos e ideas, que desde hace años propone en los congresos y convenciones las mismas medidas de apertura, y siempre, pero siempre estos reclamos de apertura son sistemáticamente rechazados utilizando los más bajos ardid para seguir con los mismos.

Pero hay una militancia que en silencio hace política fuera de las luces de las cámaras, de las batallas intestinas, de las guerras de nombres, esa misma militancia que es reclamada sólo para pegar carteles, aplaudir o votar a quien debe votar.

A estos ciudadanos incansables, a estos compañeros y correligionarios con dosis infinitas de moral y afecto a sus siglas, ahora les cae a sus espaldas esta reinvención del no se meta en política, propiciada por sus propios dirigentes, que en realidad viene a ser de nuevo un "no se meta usted, que ya estoy yo".

Ahora dicen que resultan necesarios ahora los independientes porque los partidos están muy mal vistos, porque los nombres están muy quemados, porque los principales liderazgos son de barro o están en el entorno de algún tipo de corrupción.

También dicen que los independientes no tienen los lastres del partido, aportan su trayectoria personal frente a la nula trayectoria de los miembros de los partidos y que no tienen dependencia de los errores de las siglas como sí podrían tenerla los militantes.

Normal es que estén bajando las cifras de militantes en partidos como el PJ, cuando sus dirigentes vienen a decirles que, excepto para llenar mítines, para poco más sirven y que a la hora de tomar decisiones llamarán a los mismos de siempre o a independientes o expertos de mundos ajenos .

La militancia, por mucho que se obstinen en presentarla públicamente como una incapacitada política e intelectual, no cesa en su lucha por pedir cambios, abrir los partidos, proponer procesos revocatorios, exigir internas, reclamar transparencia, hacer esenciales las listas abiertas y un largo etcétera de regeneración democrática que es un incordio para quienes llevan toda una vida dedicada a ser profesionales de la política del sillón.

A los independientes los pueden poner y quitar con facilidad, los usan y los tiran, pero los militantes al día siguiente de un desastre electoral, vuelven a abrir las sedes y siguen pidiendo las mismas explicaciones que normalmente ya venían reclamando durante las campañas.

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