Este miedo, lejos de estar ligado a la prudencia común, se nutre de la inseguridad urbana, la inflación, la beligerancia política y una atmósfera social donde todo parece desquebrajado y la hostilidad se vuelve moneda corriente.
Desentrañando el "imperio del temor" en la Sociedad
Estamos en un contexto marcado por el miedo palpable que atraviesa la sociedad, los grupos focales revelan un cuadro desalentador. Más que angustia o desesperanza, lo que se percibe es un temor profundo, una sensación de pánico y desasosiego que se ha enraizado en la vida cotidiana.
Las emociones ciudadanas, a menudo pasadas por alto por el poder, están desempeñando un papel crucial en la dinámica social actual.
La perspectiva electoral y las estrategias de negociación no pueden captar completamente la realidad cuando se enfrentan a la complejidad de las emociones individuales y colectivas.
En este escenario, el componente subjetivo, en particular el temor que paraliza, está dando forma a las corrientes subterráneas del comportamiento social.
Esta dimensión emocional, dominada por un sentimiento de precaución extrema, se traduce en una sociedad que tiende a la inmovilidad, toma decisiones de corto plazo y se repliega hacia lo conocido como medida de seguridad.
Una sociedad inmersa en el miedo se convierte en una sociedad entrampada, donde la capacidad emprendedora se desvanece y las aspiraciones individuales se ven reprimidas.
El miedo, cual cepo gigantesco pero invisible, bloquea los canales de la vida pública, actuando como una "bomba anímica" que podría ser la más desafiante de desactivar en el futuro.
En este escenario, comprender y abordar la dimensión emocional se vuelve esencial para trazar un camino hacia la recuperación y el bienestar colectivo.
La incertidumbre que impera en Argentina se manifiesta en todos los aspectos de la vida diaria, desde las decisiones familiares más simples hasta los proyectos más ambiciosos. La imprevisibilidad del costo de cualquier empresa, ya sea un viaje o una expansión domiciliaria, crea una realidad donde la planificación se convierte en un juego de apuestas. Subirse a un avión con un dólar que fluctúa constantemente genera ansiedad sobre el gasto futuro, haciendo que incluso presupuestar una obra se asemeje a una tarea de adivinanzas.
La volatilidad del mercado y la constante devaluación desdibujan la noción de valor, afectando tanto a compradores como a vendedores y prestadores de servicios. En este contexto, todos buscan resguardarse de la incertidumbre, adoptando estrategias de supervivencia que hacen que el ahorro pierda su sentido. El fenómeno de buscar gratificaciones inmediatas, como asistir a eventos o disfrutar de experiencias fugaces, se interpreta erróneamente como indicador de abundancia, cuando en realidad refleja la necesidad de escapar momentáneamente de una realidad marcada por la angustia y la falta de perspectiva a largo plazo.
La clase media, cargando con el temor a un empeoramiento de la situación, se sumerge en un presente carente de planificación y previsión para el futuro. La pandemia ha agravado esta sensación de fragilidad, dejando secuelas profundas en una sociedad que se siente más vulnerable frente a cualquier contingencia. En este escenario, el motor histórico de la iniciativa y el empuje, alimentado por la confianza y el optimismo, parece tambalear. Surge la pregunta crucial: ¿cómo recuperar el entusiasmo y recrear una ilusión de futuro en una sociedad atrapada en la incertidumbre y el miedo? Estas interrogantes no solo desafían a la política, sino que también interpelan a la sociedad en su conjunto.
La estrategia de Morales fue crear una atmósfera de intimidación a varios niveles. Desde enviar la infanteria y activistas militantes para lanzar ataques verbales contra opositores, inventar causas penales y aplicar sevaras penas contranvencionales, incluive encarcelar a un abogado que simplemente hacia su trabajo.
No hay que descartar el amedrentar mediante hackeos y espionaje, al tiempo que se practica, con una arrogancia palpable, la descalificación y el agravio desde las altas esferas del poder.
El Gobierno de Morales tranmitía un mensaje amenazante que podría interpretarse como una advertencia: "Si estás en contra de nosotros, ten cuidado".
Esta práctica de violencia simbólica desde la cima del poder se ha naturalizado y se ha hecho sentir. Esta normalización de la violencia simbólica representa un preocupante fenómeno que emanaba desde las instancias más altas del gobierno.
El "imperio del temor" plantea un doble riesgo para la sociedad. Si bien es cierto que el miedo puede conducir a la parálisis y al conservadurismo, también puede abrir la puerta a la tentación del atajo y al salto al vacío. Históricamente, el miedo ha sido asociado con el surgimiento de totalitarismos, una advertencia relevante que no debe pasarse por alto. La agitación del fantasma de la violencia por parte del poder podría tener consecuencias más profundas de lo que se percibe en primera instancia, contribuyendo a esa sensación generalizada de desasosiego y temor detectada en los focus groups.
Cuando observamos nuestro entorno, es innegable que la preocupación y el pesimismo han permeado el ánimo colectivo, y las razones para ello son abundantes. La inseguridad, los problemas económicos, la falta de acceso a la vivienda y la incertidumbre sobre el futuro afectan a la sociedad en diversos niveles. Sin embargo, a pesar de estos desafíos, aún persisten signos de vitalidad creativa, coraje institucional y resistencia contra el miedo.
Las decisiones que tome a partir de ahora la sociedad estarán influenciadas por el miedo o la libertad, la resignación o la esperanza.
Surge la pregunta fundamental de si la sociedad volverá a creer en algo o se resignará a la frustración. Estos interrogantes no solo incumben a la dirigencia, sino también a cada ciudadano.
Los países que han superado crisis profundas han confiado en sus propias capacidades y han encontrado liderazgos sólidos. La diferencia entre buscar un rumbo y buscar un mesías o salvador es crucial. El futuro de Jujuy y Argentina están en juego, y el destino dependerá en última instancia de la capacidad y audacia de confiar en sí misma como sociedad.