Esto no es para nada producto de azar o una cuestión coyuntural, es producto de un arduo trabajo al que se han abocado durante años políticos de todas las tendencias y jueces y fiscales.
Una condena que desnuda las grietas
Hay muchas cosas que quedaron absolutamente claras ayer durante la lectura de la condena a Cristina Fernández de Kirchner, y una de esas es la lamentable degradación de la credibilidad judicial.
La crisis de credibilidad de la Justicia explica que el fallo que condenó a Cristina Kirchner, no signifique una verdad definitiva para nadie.
Los millones que la consideran corrupta no necesitaban un fallo que lo probara. Los millones que la creen inocente no necesitan leer los miles de fojas en busca de pruebas: creen que se trata de un pelotón de fusilamiento que no buscó la verdad sino la venganza.
Cuando Cristina habló desde su despacho ni bien se conoció la sentencia, ocupó todo el tiempo en quejarse de la relación entre política y justicia, y ella sabe de lo que habla, porque antes, durante y después de su gobierno esa relación existió.
La última investigación de la reconocida consultora regional Latino barómetro indica que la desconfianza hacia la Justicia es una característica en todo el continente. El promedio de quienes confían en ella apenas llega al 25%. La mayoría desconfía profundamente de ella. La Argentina ocupa el anteúltimo lugar entre 18 países (el último es Paraguay), con un nivel de confianza que apenas alcanza al 16% de los encuestados.
La desconfianza no solo se refiere a la relación impropia entre políticos y magistrados, sino a las sospechas de corrupción dentro de los tribunales y jueces enriquecidos en forma inexplicable.
La mayoría de las causas contra el kirchnerismo que en los últimos años llegaron a los juzgados, fueron denunciadas desde 2003 y desde entonces prácticamente no han habido jueces, fiscales, medios de comunicación y políticos que durante esos años les prestaran atención. Esto tiene que ver con que esos años fueron de un alto crecimiento económico, lo que también generó que tampoco haya existido una sociedad conmocionada que exigiera explicaciones. La corrupción recién comenzaría a ser tema cuando ese crecimiento económico comenzó a desaparecer.
La visera más sensible del ser humano es el estomago… decía Perón.
También ha quedado claro lo que significa la libertad de prensa para Cristina, para el Kirchnerismo y para un vasto sector de la dirigencia política argentina, y acá también involucramos a algunos de Juntos por el Cambio que se autoperciben demócratas pero a la vez son cultores del absolutismo y la autocracia, como es el caso del mandatario jujeño.
La vicepresidenta Cristina Kirchner aludió con información falsa y tergiversada a periodistas solo mencionados en los chats filtrados ilegalmente el fin de semana de un grupo de jueces, funcionarios y directivos, no periodistas, del Grupo Clarín.
Cristina Kirchner hizo una lectura deliberadamente errónea de los mensajes difundidos con el objetivo de denunciar que los diarios y los periodistas “acuerdan lo que van a poner” y que “no hacen periodismo, hacen política”, esta última frase se la escuchamos hace escasamente siete días a Gerardo Morales cuando una periodista de nuestro medio preguntó en una conferencia de prensa sobre los salarios de los trabajadores del estado y el índice de inflación.
Están cortados con la misma tijera, están sujetos al mismo molde, por más que Morales en una cataratas de Twits haya intentando infructuosamente marcar alguna distancia de CFK, en Jujuy, por lo menos, la sociedad le picó en boleto y se lo hizo saber en sus mismas cuentas de redes sociales.
Los gobernadores del Frente de Todos, también mostraron la hilacha y cargaron contra los periodistas y los medios de comunicación diciendo que todo se trata de show mediático y judicial se dio además en un contexto de palmaria y escandalosa promiscuidad entre fiscales y jueces intervinientes que escandalizó a la opinión pública.
Más allá de los efectos reales que vaya a tener este fallo en caso de ser ratificado por todas las instancias, no va a cumplir el objetivo de servir como condena social generalizada. Porque para unos ya estaba condenada socialmente. Y para los otros jamás será culpable.
Esta crisis de credibilidad de la Justicia hace que hasta las causas más probadas sean dudosas, y la responsabilidad central es de jueces y políticos que lo hicieron posible. Pero también de dirigentes y sectores sociales que lo toleraron.