El consumo masivo marcó en julio la caída más importante de la historia del país, superando tres hechos históricos que marcaron un descenso acusado de la demanda de los hogares: los comercios de todo tipo y color hoy venden menos que en la crisis del 2001, la pandemia y lo peor de la crisis del Gobierno de Mauricio Macri.
Consumo masivo en caída libre
Un dato demoledor en relación a la economía argentina apareció en escena justo cuando el Gobierno de Javier Milei empezaba a vender la idea de una hipotética recuperación de la actividad.
Este desplome en el consumo masivo ocurre a pesar del esfuerzo desesperado de los comercios por estimular las ventas a través de descuentos con tarjetas, billeteras virtuales y promociones, que combinadas llegan a sumar rebajas superiores al 30%. Sin embargo, ni siquiera estas estrategias agresivas han logrado revertir la tendencia. La contracción del poder adquisitivo, golpeado por una inflación persistente y salarios cada vez más erosionados, ha generado un escenario donde los hogares priorizan la supervivencia sobre cualquier tipo de gasto extra.
El diagnóstico que hacen en los comercios es claro: además de la caída de los salarios y de las jubilaciones, el freno de la inflación apenas se aprecia en el bolsillo de los consumidores porque los aumentos descontrolados de los precios regulados (tarifas, combustibles, prepagas, colegios, peajes, etc.) han arrasado con el poder adquisitivo de los sectores populares. Estos sectores sostienen casi el 80% de la demanda de productos de la cesta básica, por lo que cualquier merma en su capacidad de compra tiene un impacto directo y brutal en la economía general.
En paralelo, la devaluación de diciembre impulsada por el dúo Milei y el ministro de Economía, Luis Caputo, situó los precios de los alimentos, bebidas y productos de limpieza en niveles altísimos, cuando ya en ese momento no se encontraban particularmente retrasados. La situación se agravó en julio, cuando el consumo en hipermercados, comercios de barrio y pequeñas y medianas empresas se desplomó hasta un 16,1% interanual, cuatro puntos más que en junio (12,4%). A pesar del optimismo que intenta transmitir el Gobierno, la crisis parece estar lejos del “lo peor ya pasó” que esgrimió el presidente en la reunión con empresarios del Consejo de las Américas.
Un adelanto de números del sector muestra que, en la primera semana de agosto, el consumo en comercios cayó más de 21 puntos. Sólo una de las cadenas del top 3 logró atenuar la caída con promociones agresivas, pero aun así, sumando su menor descenso, el consumo general bajó al menos 20 puntos. Este panorama deja al descubierto que la recuperación prometida no es más que una ilusión para la mayoría de los argentinos.
"Es una catástrofe nunca vista", resumió un empresario importante del interior del país ante las actuales cifras de consumo y ventas en Argentina. Es la primera vez que hay siete meses consecutivos de caída en niveles tan elevados, después de venir de un periodo de crecimiento sostenido. En enero de este año, el consumo cayó un 3,4%; en febrero, un 7,4%; en marzo, un 13,7%; en abril, un 9,9%; en mayo, un 12,4%; en junio, un 16,1%; y finalmente en julio, la mayor caída de todas.
Para dar un contexto comparativo, en el peor mes de la era Macri, julio de 2016, la caída interanual del consumo fue del 4,5%, una cifra que en su momento encendió todas las alarmas. No casualmente, la causa de aquel desplome fue la misma que hoy: la liberación total de los precios regulados y las tarifas, que aplastaron a los sectores medios de la población. Con Milei, además, se suma la idea de generar una depresión económica brutal como estrategia para intentar alcanzar la inflación cero.
El 16% de la caída del consumo en julio se explica en gran medida por el derrumbe de ventas en cadenas de supermercados y autoservicios independientes, que han bajado sus ventas un 16,6% y un 15,5% respectivamente. Sin embargo, la situación es aún más crítica en el interior del país. En las provincias, los hipermercados han caído un 17,1%, superando la media general. Los autoservicios del interior sufren una situación aún más dramática, con una caída del 24,6%.
Este desplome en las provincias no es solo consecuencia de la crisis generada por las políticas de Javier Milei, sino también del atraso cambiario, que ha derivado en la caída de la demanda de países limítrofes en los comercios de frontera. Estas ventas representaban un porcentaje significativo del total, y como señalan los residentes del interior, "ya no vienen a comprar aquí".
Además, el impacto es mucho más profundo en las provincias debido a la precariedad salarial que predomina en esos territorios. Mientras las provincias no logren ofrecer salarios dignos y estables a sus trabajadores, el pequeño comerciante seguirá enfrentando un panorama cada vez más desolador. Los sueldos insuficientes se traducen en una demanda debilitada, lo que acorrala aún más a los comercios que dependen de los ingresos de estos sectores. Así, la relación entre salarios bajos y la debacle comercial se convierte en un círculo vicioso difícil de romper.
Otro dato clave que resalta en el análisis de las cifras de julio es que no se observó un crecimiento en ninguna de las categorías de productos. El 16,1% de caída general se compone de una bajada del 9,6% en alimentación, del 12,6% en desayuno y merienda, y del 20,9% en higiene y cosmética. Las mayores caídas se registraron en dos secciones que tradicionalmente sostenían el consumo: bebidas con alcohol, con una caída del 25,2%, y sin alcohol, con un descenso del 23,7%. Incluso las ventas de productos que suelen colocarse cerca de las cajas de pago, como golosinas, pilas y bebidas, se derrumbaron un 25,5%, un porcentaje idéntico al crecimiento que habían experimentado en la última parte de 2023.
En este escenario, con multitud de productos al borde de caducar, las empresas de alimentos han comenzado a lanzar promociones, y los supermercados han recurrido a generar crédito para intentar atraer a los consumidores. Aun así, el consumo sigue sin reaccionar y las cifras continúan en declive. Incluso en los grandes hipermercados que, al igual que Mercado Pago, están ofreciendo descuentos del 20% sin tope, las ventas de alimentos siguen cayendo casi un punto más que el índice general.
En los autoservicios, donde no hay acceso a promociones similares, la situación es aún más dramática, con una caída del 15% en las ventas, acompañada de escenas de miseria extrema. En el centro de Buenos Aires, la Federación de Almaceneros ha comenzado a reportar tickets de apenas 6.000 o 7.000 pesos (el equivalente a 5,81 y 6,77 euros) pagados con tarjeta de crédito, reflejando la desesperación de los consumidores por estirar sus recursos al máximo.
A pesar de estos esfuerzos, los datos de agosto no auguran ninguna mejora en el horizonte económico de Argentina. El 21% de caída en el gasto durante la primera semana del mes, junto con una deflación de -0,1% en el precio de los alimentos, no sólo afecta a los bienes de la cesta básica, sino también a categorías como textiles, electrodomésticos y artículos de bazar, cuyas ventas en supermercados han decaído hasta un 50%. "El temor a consumir es notable; no hay estímulo ni certeza", lamentan los trabajadores de los supermercados, que observan de cerca la creciente incertidumbre y desesperanza en el comportamiento de los consumidores.
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