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La escasez de combustible y su impacto en el mal humor social

Durante los últimos días, Argentina se ha enfrentado a una problemática que afecta tanto a los automovilistas como al conjunto de la sociedad: la escasez de combustible.

Esta situación ha llevado a larguísimas colas en las estaciones de servicio, generando un aumento en el mal humor social.

Desde hace cinco días, los argentinos se han visto enfrentando una realidad desalentadora a la hora de abastecer sus vehículos.

Las estaciones de servicio han experimentado una falta de combustible, lo que ha generado malestar generalizado. Los automovilistas deben pasar horas esperando en largas filas con el objetivo de conseguir una cantidad limitada de combustible, y esto ha disparado situaciones de tensión y frustración en el ambiente.

Esta escasez de combustible no solo ha afectado a los automovilistas, sino también a transporte público, industrias y sectores productivos que dependen de un suministro regular para sus actividades diarias. Es innegable que esta situación está teniendo un fuerte impacto en la vida cotidiana de los argentinos y generando un aumento en el mal humor generalizado.

El malestar social se ha convertido en una preocupación urgente que Sergio Massa debe abordar con prontitud. El descontento de la población es palpable en las conversaciones diarias, en las redes sociales y en las manifestaciones de quienes se ven afectados por esta problemática. El estrés y la irritabilidad han sido los rasgos predominantes en estos días difíciles.

La falta de combustible evidencia la existencia de un problema estructural en el país: la dependencia excesiva de los hidrocarburos importados y una infraestructura insuficiente para satisfacer la demanda interna. Esta es una situación que no puede ser ignorada y que requiere de soluciones a largo plazo para asegurar una disponibilidad constante y confiable de combustible en el futuro.

Es crucial que el gobierno tome medidas inmediatas y efectivas para resolver esta crisis. Se deben impulsar políticas que apunten a diversificar las fuentes energéticas y a fortalecer la infraestructura necesaria para satisfacer la demanda interna.

Los ciudadanos están cansados, frustrados y en busca de respuestas. Es tiempo de que los políticos enfrenten este problema con responsabilidad y determinación, trabajando en pro de garantizar una solución a largo plazo que asegure el bienestar y la tranquilidad de todos los argentinos.

La disparidad entre las estaciones de servicio y el mercado mayorista revela una realidad económica compleja en relación a los precios de los combustibles en Argentina. Mientras que la inflación acumulada hasta octubre ha alcanzado un alarmante 120%, los precios en las estaciones de servicio han experimentado un aumento mucho más moderado del 60%. Esta aparente contradicción se debe a los acuerdos de precios establecidos entre la Secretaría de Energía y las empresas refinadoras del país, entre las que se incluyen importantes actores como YPF, Shell, Axion y Puma Energy.

No obstante, la situación es diferente en el mercado mayorista, donde las petroleras comercializan la nafta y el gasoil a grandes consumidores, entre los que se incluyen empresas de transporte y productores agrícolas para sus maquinarias, entre otros.

Paradójicamente, a pesar de que el precio minorista se encuentra intervenido debido al acuerdo gubernamental, las empresas refinadoras trasladan los aumentos de costos únicamente al mercado mayorista. Como resultado, se genera una brecha de precios significativa entre ambos sectores. Según explican los expertos del sector, el precio en el mercado mayorista debería ser un 10% inferior al precio minorista para que resultara más atractivo, pero debido a la intervención gubernamental, esta brecha se amplía a un 25% o incluso un 30%. Esta situación ha provocado un desplazamiento de los clientes del mercado mayorista hacia las estaciones de servicio, donde los precios resultan más favorables en comparación.

En consecuencia, aunque no existe un aumento significativo en la demanda de nafta y gasoil en el país, la búsqueda de precios más competitivos por parte de todos los consumidores ha generado una distorsión que ha llevado a un desabastecimiento en las estaciones de servicio.

El precio en los surtidores se encuentra congelado hasta el 31 de octubre, aunque en la práctica, se han registrado al menos tres incrementos de entre un 2% y un 2.5% por parte de las empresas Shell, Axion y Puma Energy.

YPF, en cambio, aplicó un aumento del 3% tras las recientes elecciones. A pesar de estos ajustes, cada vez se evidencia una brecha de precios mayor incluso entre la empresa que es controlada por el estado, YPF, y su competencia. En algunos puntos del país, se han registrado precios superiores a los $30 por litro en algunas estaciones, aunque en algunos lugares del interior del país, la diferencia es aún más marcada.

El precio de la nafta súper en la actualidad se encuentra en el nivel más bajo que se ha registrado en al menos la última década. A nivel nacional, su valor promedio es de 86 centavos de dólar ($300) al tipo de cambio oficial, cifra que contrasta con su histórico siempre superior a un dólar ($350).

Existen ciudades cercanas a las fronteras con países limítrofes en las que la demanda de nafta y gasoil es considerablemente alta debido a que ciudadanos extranjeros cruzan la frontera para abastecer sus tanques.

Cuando se compara el precio del litro de nafta con otros países de la región, podemos observar que en Paraguay tiene un costo de US$0,93, en Brasil de US$1,14, en México de US$1,36, en Chile de US$1,47 y en Uruguay de US$1,95, según los datos proporcionados por la consultora Economía y Energía (E&E).

En cuanto al gasoil, mientras que en Argentina su precio es de US$1, en Paraguay es de US$1,03, en Chile de US$1,13, en Brasil de US$1,20 y en México de US$1,34.

En lo que respecta a la Argentina, un país reconocido por su producción petrolera, el mercado interno se abastece en su totalidad con la nafta procesada localmente, la situación difiere cuando hablamos del gasoil. En este segmento en particular, aún persiste la necesidad de importar entre un 15% y 20% del consumo. Es aquí donde se agravan los problemas.

El costo de importar un litro de gasoil asciende a US$1,35, una cifra significativa si la comparamos con los 80 centavos a los que se vende en el mercado doméstico. Las empresas, conscientes de esta discrepancia, señalan que debido a las restricciones impuestas por el Banco Central (BCRA) en relación al acceso a dólares, se ven obligadas a pagar las importaciones utilizando la cotización del Contado con Liquidación (CCL), el tipo de cambio oficial para girar divisas. Por tanto, las refinadoras importan únicamente lo mínimo e indispensable para abastecer a las operadoras con las que tienen contratos establecidos.

Paralelamente, mientras que en el territorio argentino el barril de petróleo criollo se comercializa a US$56, gracias a la intervención de la Secretaría de Energía a través de YPF, a nivel internacional no se consigue a un precio inferior a los US$85. Este fenómeno genera una doble brecha de precios que distorsiona el mercado y perpetúa la dependencia del país a la importación de gasoil.

La disparidad en los precios y la necesidad de importar añaden un componente perjudicial a la ya compleja situación del mercado de gasoil en la Argentina. Es crucial que se tomen medidas para abordar esta problemática, fomentando la producción nacional y reduciendo las barreras que dificultan el acceso a divisas. Solo a través de políticas coherentes y una estructura de mercado más equitativa será posible superar estos desafíos y garantizar un abastecimiento eficiente y sostenible de gasoil en el país.

Las tensiones en el mercado de los combustibles han desencadenado, sin duda, consecuencias adversas para la petrolera debido a las "paradas programadas" llevadas a cabo para la realización de labores de mantenimiento en sus dos refinerías principales: La Plata y Dock Sud. Si bien estas paradas tuvieron lugar en el mes de septiembre, podemos observar, según los datos presentados por la consultora Economía y Energía (EyE), que ya en agosto se registró una disminución mensual del 12,4% en la producción de nafta y gasoil en la refinería de La Plata, y un 9,6% en la de Luján de Cuyo.

Además, vale la pena señalar que tanto Shell como Axion también sufrieron caídas en los volúmenes de refinación, alcanzando un 5,1% y 9,6%, respectivamente. Esta situación ha suscitado cuestionamientos en el sector, preguntándose cómo una empresa podría tomar la decisión de detener el 50% de la producción de dos importantes refinerías durante un período de un mes y medio, y más aún, hacerlo en un año que se caracteriza por la escasez de dólares y en vísperas de un proceso electoral.

La crisis del gasoil de 2022 ha afectado especialmente a la región norte del país y a la actividad agropecuaria. Esto es el resultado de dos décadas de políticas energéticas regresivas que demuestran la fragilidad estructural y la falta de visión de futuro. A pesar de la promocionada eficiencia del yacimiento Vaca Muerta, las autoridades estiman que el abastecimiento se normalizará en los próximos diez días. La falta de dólares, la fragilidad cambiaria y la estrategia de "precios justos" contribuyen a esta crisis. Es evidente que ningún país se desarrolla con parches, como lo demuestra el caso de Venezuela.

En Argentina, el congelamiento de precios de los combustibles ha generado problemas de abastecimiento y falta de divisas, lo que ha llevado a una baja producción y aumento de la demanda. El estado ha intervenido de manera ineficiente en la economía, lo que ha tenido consecuencias negativas para el sistema productivo y la calidad de vida de la población.

El congelamiento de precios, o el establecimiento de topes a los aumentos, impide que los mercados arriben a su equilibrio. Al quedar los productos y servicios en cuestión «artificialmente» baratos, hay más incentivos para comprarlos y menos para venderlos, provocando escasez. Simultáneamente, la inflación sigue escalando.

El gobierno buscó alguna explicación psicológica del problema, algo así como "la sensación de desabastecimiento", a despecho de las colas de dos y tres horas de miles de automovilistas y transportistas para llegar al surtidor.

La realidad es otra: hay tres barcos con combustibles que esperan que lleguen los dólares para desembarcarlos en nuestro puerto y las autoridades prometen importar otros diez buques.

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