Travesía Cultural | 23 de Agosto |

206 años del Éxodo Jujeño

Conmemoración del Éxodo Jujeño, 1812- 2018.

Éxodo Jujeño de Hernán González Mur.

 

Tiempo de agosto, de viento y tierra invernales, de calor y frío intermitentes, cuando se puso a prueba a los jujeños y habitantes de esta patria chica, cuando partió la desolada caravana hacia el sur.

El general Belgrano, nuestro héroe, la conducía. Belgrano, líder incuestionable de esta empresa de libertad. A pesar de su salud debilitada, aún tenía fuerzas para levantar el ánimo de las tropas, crear una Compañía de Guías, un Batallón de Cazadores y un Cuerpo de Casta. Ya había enarbolado por segunda vez el 25 de mayo de 1812 la Bandera Nacional, haciéndola bendecir por el Canónigo Juan Ignacio Gorriti en nuestra Catedral. Con decisión y entereza, no dudó en publicar el célebre Bando por el cual se convocaba a los ciudadanos de Jujuy entre 15 a 45 años de edad a enrolarse en las filas del Ejército, formándose de esta manera la Unidad de Caballería Los Decididos, y convocaba también, a todos los jujeños a renunciar al terruño.

Imaginamos el sacrificio, la incertidumbre de la travesía. Nos preguntamos si en las noches una luna espléndida, como la de estos días, los alumbraría con el destello de la esperanza.

Intentamos situarnos en ese contexto geográfico e histórico, reflexionamos sobre la gesta del héroe y valoramos su hazaña libertaria. Aquellos hombres y mujeres decidían el destino de sus vidas y del país que se estaba consolidando. Por eso recordamos ese sacrificio. Y nos preguntamos si somos realmente continuadores del sublime deseo, si asumimos la herencia con valor e hidalguía, con ese espíritu de hacedores de la historia, por lo menos de este lugar donde nació la patria.

Estamos seguros de que la Pacha, la Mama, aromada con tierra de muña muña, romero y cedrón, miraba y mira con desconsuelo el abandono, a sus hijos sufridos. Percibimos en sus entrañas el dolor del exilio.

Desde lo femenino pensamos en los miedos de aquellas mujeres novias, madres, en sus compañeros, en los sufrimientos que deparaba el éxodo y expresamos:

 

Dice la niña:

Mi casa tapiada, pisoteados los sembrados. Sólo aroma a alfalfa a yerbabuena flota en el aire. Angustia del abandono. Nos vamos nos vamos con la aurora. Dolor opresión en mi pecho tengo miedo. Marcharemos hacia el sur con este frío de invierno con estos vientos que nos llenan de hojas de lamento de tierra. Tenemos que huir el enemigo está llegando que no nos vea que no nos aprisione que no nos esclavice ni doblegue. Pero siento miedo un miedo que me atraviesa el cuerpo me llega ahicito hasta el alma me tapa la boca me calla me trepa a mis espaldas. Y el temblor   tiemblan mis manos las manos de mis padres sus miradas.

¡Ay, Pachamama! no nos abandones  escondidita  queda la apacheta de piedras allí dejo mi juguetito preferido y mis lágrimas.

 El general es fuerte todo ve con fiereza es valiente bravío. Sus ojos se hunden en mis ojos aún en su delirio de fiebre pobrecito pobrecito. Recuerdo cuando leyó el terrible bando: “... Llegó, pues, la época en que manifestéis vuestro heroísmo y de que vengáis a reuniros al Ejército de mi mando, si como aseguráis queréis ser libres…”

Orden terminante nos dijo que no debía quedar nada que le aprovechase al enemigo ni casa ni alimentos ni nada nada nada. Dicen que está enfermo sin embargo no se detiene va viene montado en su caballo no descansa nos señala un rumbo un nuevo destino. Así dicen mis padres.

Y lo seguimos. Es la luz que nos guía. Ay, diosito, mi pecho tiene un peso de piedra grande grande mi corazón sufre. Se quedan mi casita mis cositas mis plantitas. ¡Pachamama ayudanos! ¿Qué encontraremos?¿Volveré algún día? ¿Volveremos?

 

Y la mujer:

Es el atardecer. Una luna grande, redonda y anaranjada ha aparecido, quizás para guiarnos. Mi amor, me dices que ese color es por la tierra que ha desparramado el viento, este viento de agosto bravío, inescrupuloso, caliente. Desde la tardecita ha corrido mañoso por el campo y ha entrado hasta el último lugarcito del rancho desmantelado. Todo es polvo. Ya hemos preparado los avíos. Saldremos al atardecer. Nos sentamos tomados de las manos. Hacemos un alto en el apuro, en la aflicción.

            _ Amor, los niños y yo, con vos, siempre juntos.

Nos consolamos, pero te miro, ay, te miro, tu uniforme de soldado lleno de polvo, gastado por el uso. ¿Señales del destierro? Cierro los ojos, me delatan, no quiero, no quiero que veas mi sufrimiento. Me hablas al oído, bajito, me acaricias con ternura, me pides fuerza, valentía.

            _ Nos guía el general- me dices- Ten fe, por los niños, por ti, por mí, por nuestro amor. Por Jujuy.

Sí, por todo eso, por mi patria chica que pone un freno a los avances extranjeros, esta patria se sacrifica (…)

 

 

Susana Quiroga

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