La democracia, es un concepto arraigado en la antigua Grecia y forjado por el pensamiento de Aristóteles, y se ha transformado significativamente a lo largo de los tiempos. Aunque las circunstancias históricas han generado diferencias notables entre la democracia de antaño y los estados modernos y contemporáneos, un principio fundamental ha prevalecido: el poder de gobernar no debe residir exclusivamente en un individuo o un grupo, sino en el pueblo en su totalidad.
La democracia: Un principio permanente en constante evolución
La democracia, es un concepto arraigado en la antigua Gracia y forjado por el pensamiento de Aristóteles, y se ha transformado significativamente a lo largo de los tiempos. Aunque las circunstancias históricas han generado diferencias notables entre la democracia de antaño y los estados modernos y contemporáneos, un principio fundamental ha prevalecido: el poder de gobernar no debe residir exclusivamente en un individuo o un grupo, sino en el pueblo en su totalidad.
La democracia moderna, impulsada por los ideales y las lecciones extraídas de las antiguas polis griegas, ha logrado abrirse paso a través de encarnizadas luchas intelectuales, sociales y guerras sangrientas. Estas contiendas han enfrentado a las monarquías, las tiranías y las oligarquías que han gobernado durante siglos a los pueblos europeos. Aun en la actualidad, estas luchas continúan en diferentes regiones y países del mundo, aunque de formas diversas. Es importante reconocer que la democracia nunca ha sido un ideal alcanzado en su totalidad, y es poco probable que lo sea, pues está inextricablemente ligada a la naturaleza cambiante de las acciones humanas.
La democracia moderna no se ha mantenido estática, sino que ha evolucionado y se ha adaptado a las realidades y desafíos contemporáneos. Su propósito es crear las condiciones para que los ciudadanos puedan disfrutar de una vida justa y plena de manera sostenible. Este principio de "la vida permanente" es uno de los fundamentos esenciales que guían el régimen de gobierno democrático.
Es esencial reconocer que la democracia sigue siendo un ideal en constante desarrollo y perfeccionamiento. A pesar de los avances significativos logrados hasta ahora, los desafíos y las tensiones persisten. Los países y las sociedades continúan trabajando para fortalecer y proteger los valores fundamentales de la democracia, como la igualdad, la participación ciudadana y la protección de los derechos individuales y colectivos.
La participación ciudadana en los asuntos públicos: Un camino hacia una democracia más inclusiva y participativa
En las últimas décadas, hemos sido testigos de una creciente desconfianza ciudadana hacia las instituciones tradicionales de la democracia representativa. Al mismo tiempo, la ciudadanía ha buscado formas de hacer oír su voz, plantear sus demandas y reclamar una mayor capacidad de intervención en los asuntos públicos a través de movilizaciones y acciones colectivas. Ante esta realidad, los sistemas políticos han incorporado cada vez más mecanismos de democracia directa y deliberativa para canalizar la participación ciudadana en los procesos de toma de decisiones, tanto a nivel nacional como local, con el objetivo de mejorar la eficacia y la legitimidad.
La participación ciudadana en los asuntos públicos es esencial para una sociedad democrática. Implica no solo ser parte de la sociedad, sino también tomar parte activa en la vida colectiva y en las decisiones que se toman. Los ciudadanos son la fuente de autoridad invocada por el Estado y el gobierno, y su intervención en el gobierno de su sociedad es fundamental. La participación ciudadana no solo promueve la influencia en la definición de los asuntos públicos, sino que también fomenta la deliberación pública, la rendición de cuentas de los representantes y la educación cívica.
La incorporación de mecanismos participativos en los sistemas políticos puede verse como un complemento de la democracia representativa o como una transformación institucional que equilibra los componentes participativos y representativos del sistema democrático. Los procesos constituyentes son momentos clave en la vida política de las sociedades, ya que implican la redefinición del pacto social que fundamenta su convivencia democrática a través de la elaboración de una Constitución. En los últimos tiempos, ha habido una tendencia creciente a nivel mundial a incorporar una participación ciudadana mucho más intensa en los procesos constituyentes, lo que ha llevado a estándares más exigentes en cuanto a inclusión y participación ciudadana para garantizar la legitimidad de estos procesos.
La participación ciudadana se basa en la idea de "tomar parte" en los asuntos públicos. Esto implica acciones individuales o colectivas que buscan producir algún tipo de resultado político en los distintos niveles del sistema político. Va más allá de la participación electoral en períodos regulares de elecciones o de la adhesión a organizaciones partidarias. La participación ciudadana implica el acceso e influencia en las decisiones sobre los asuntos públicos de manera independiente y autónoma, sin formar parte de partidos políticos ni ser funcionarios públicos.
En una democracia saludable, es fundamental que se respeten los derechos y las voces de todos los participantes, independientemente de su afiliación política o posición dentro de la convención. La democracia se basa en la premisa de que todas las voces deben ser escuchadas y consideradas en la toma de decisiones colectivas.
Cuando se impide deliberadamente que un convencional tenga la oportunidad de expresarse, se socava el principio fundamental de la igualdad de participación y el derecho a la libertad de expresión.
Esto es un acto contrario a los principios democráticos, ya que se está limitando el debate y la diversidad de opiniones, lo cual es esencial para llegar a decisiones informadas y representativas.
Gerardo Morales es un populista de pura cepa, es genéticamente populista, y el populismo de izquierda es una fuerza política influyente en la región desde hace algunas décadas. Sin embargo, su enfoque en el culto a la personalidad del líder y la búsqueda constante de culpables para los problemas sociales ha planteado serios desafíos para la consolidación de la democracia en la región.
El populismo de izquierda ha recurrido al culto a la personalidad, al estilo del Gran Hermano orwelliano, presentando al líder como la encarnación del mesías y utilizando la conocida frase "Yo soy el pueblo" como una herramienta clave de propaganda política. Este enfoque, aunque puede captar la atención y el apoyo de ciertos sectores de la sociedad, se basa en una dinámica divisiva que busca establecer un "nosotros contra ellos", creando un clima de confrontación constante.
Antes de los comicios electorales, los discursos populistas se centran más en quejas y señalamientos de problemas que en la presentación de propuestas realistas para abordarlos.
Esta retórica polarizante crea un entorno político en el que se fomenta la confrontación y se minimiza el diálogo constructivo. Sin embargo, una vez en el poder, los líderes populistas implementan políticas que pueden limitar las libertades individuales y erosionar aún más los cimientos de la democracia.
La llegada al poder de líderes populistas plantea un riesgo para las instituciones democráticas, ya que buscan eliminar cualquier obstáculo que limite su poder. Esta búsqueda de consolidación del poder se traduce en la modificación del ordenamiento jurídico vigente, utilizando la elaboración de nuevas Constituciones como un método recurrente. Si bien es legítimo que una sociedad evolucione y adapte su marco legal a nuevas realidades, la manipulación de las instituciones con fines políticos socava los pilares de la democracia y debilitar los sistemas de control y equilibrio que son fundamentales para su funcionamiento.
Es crucial recordar que la democracia es un proceso en constante evolución y perfeccionamiento. Sin embargo, es importante garantizar que cualquier cambio institucional se realice de manera transparente, inclusiva y respetando los principios fundamentales de la democracia, como la separación de poderes, el respeto a los derechos humanos y la participación ciudadana. Los líderes populistas deben ser conscientes de la responsabilidad que conlleva su posición y buscar soluciones que promuevan la inclusión, la justicia social y el respeto a los derechos individuales y colectivos.