Ese primer 8 de marzo de 1875, cientos de mujeres trabajadoras en fábricas textiles de Nueva York tomaron las calles de la ciudad y marcharon contra la extensa jornada laboral, los bajos salarios, y la diferencia que sufrían en comparación con los hombres. La represión policial, entonces, dejó un saldo de 120 mujeres muertas. Allí mismo se creó el primer sindicato femenino.
En marzo también, pero en 1908, la historia del trabajo y la lucha sindical a nivel global volvió a pegar un giro y abrió camino a lo que vendría después: 129 mujeres murieron en un incendio en la fábrica Cotton, de Nueva York, Estados Unidos, luego de que se declararan en huelga con permanencia en su lugar de trabajo.
Esas mujeres buscaban una reducción en su jornada laboral que por entonces era de 12 horas, un salario igual al que percibían los hombres y mejorar las malas condiciones que padecían. Ese día, no fueron las únicas mujeres en hacer huelga; en total, había unas 40.000 mujeres protestando. Pero las chicas de Cotton decidieron quedarse en su lugar de trabajo, lo que marcó una tragedia que devino en que el 8 de marzo sea fundamentalmente una fecha conmemorativa.
En torno a este día compartimos un poema de María L. Alonso:
A mis hermanas
Si mis dedos,
mis pies,
mis piernas,
si mi cuello,
mis ojos,
mi cabeza,
si mis manos,
mis brazos,
mi espalda,
si mis pechos,
mi ombligo,
mi alma
fuesen capaces de sentir
las heridas y cicatrices
que todas llevamos en los cuerpos,
despedazaría las cuerdas,
las cadenas,
las sogas,
ahogaría los gritos,
los golpes,
el quejido,
repararía los daños,
las lágrimas,
la locura,
cosería los cortes,
los quiebres,
la Historia.