A Jujuy siempre se vuelve "Pipo" Desvaux, yo el hincha
La mañana del 22 de Enero en el predio deportivo amaneció fresca por las lluvias que atenuaban los primeros calores estivales de principio de año. Los “Changos” que se acercaron de capital a Río Blanco para ofrecer un tributo, tragaban saliva y masticaban el alambre, aguardando la más sentida despedida para el último caudillo en estos últimos tiempos de escases de referentes de este lánguido fútbol.
Esos muchachos hubiesen querido detener el reloj, haciendo eterna la espera del inevitable adiós. Pero el final y despedida tenían que llegar.
Esa nueva generación nunca vio cuando se fue Taritolay en los 70, una suerte de Riquelme por calidad, pero con un corazón caliente como un lobo. O como cuando se retiró Mario Lobo y si uno quiere ser más preciso por el puesto que el personaje representó , tendríamos que recordar a defensores que se fueron como Ojeda en tiempos pretéritos, "el tano" Riggio (lo más parecido a su estilo) o cuando se retiró Héctor Arzubialde llorando y "revoleando" su camiseta transpirada.
Pero, volviendo a aquel momento sensible de la mañana de un jueves 22 de enero, es preciso dejar sentado, que el jugador homenajeado tenía nombre, apodo y apellido propio. Era la despedida de Héctor "Pipo" Desvaux, el pelado que había dejado jirones de su vida sobre el gramado de la cancha de Gimnasia.
Algunos volvían a recordar cuando su mujer perdió su embarazo y eso no lo detuvo para sobreponerse y desquitarse con el destino, jugando con esa camiseta que aprendió a querer.
Otros cristalizaban sus ojos cuando la memoria los llevaba a ese partido con River y ese gol de cabeza de "Pipo" para la victoria del lobo jujeño ante los "millonarios".
El resto, seguía comentando esas palabras que erizaron la piel de todos en el vestuario antes de salir a la cancha para jugar ante Nueva Chicago. Esa arenga que aún se comparte por internet y que terminó de sellar el cariño merecido y el idilio de los hinchas.
Ni siquiera la bronca de los asistentes a la última práctica de un caudillo, aunque por lo bajo se comentaba que en Gimnasia últimamente siempre es lo mismo: los directivos se devoraron a Ramasco y Iuvalé. Quedándose cortos, porque ni siquiera a Alejandro González le dieron por lo menos una plaqueta.
Hasta que llegó el momento esperado...cuando la práctica culminó, pareció que un partido oficial había concluido. Un niño de corta edad recostado contra el alambre, recibía en la espalda de su camiseta, el regalo de una firma del ídolo que se iba. Entonces el resto de la gente lo abordó en gesto emocionado para expresarle su incondicional afecto, el mismo que le ofrecen cada domingo a sus colores.
Dolió escuchar que "Pipo" decía que a él no lo querían y que la dirigencia solamente quiere a sus propios jugadores. ¡La pucha, yo pensaba! ¿Desde cuándo el dirigente es más importante que los íconos de la cancha? Al final tenía razón ese periodista que dijo un día: Los dirigentes no hacen goles, no cabecean, no patean penales, ni los “corners”. El dirigente debe jugar en su cancha que es el escritorio, buscando el bienestar del club. El vestuario es del técnico y la cancha de los jugadores.
Ese día nos volvimos caminando despacito dejando atrás al último ídolo que nos quedaba. Tal vez mañana vendrán otros. Solo quedaba el consuelo de saber dentro de un año quizás nos volveremos a encontrar. "Si hermano, me dijo un amigo llamado Ismael que vive en barrio Chijra, porque a Jujuy siempre vuelve”.
Entonces la resignación vino a mi alma, porque todavía me quedan mis colores y porque soy simplemente yo, el hincha.
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