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Política y entretenimiento: La búsqueda perdida del cambio

El peor error de la política ha sido despojarse de su esencia y buscar refugio en el entretenimiento.

Las redes sociales y sus videos virales han reemplazado el debate serio y las propuestas concretas como vehículo para dirigir los destinos de una nación. Todo parece una fiesta hasta que la realidad se impone, y los resultados no aparecen.

En la era de la comunicación digital, con 36 millones de cuentas activas en Argentina, el Gasoducto NK, una obra de infraestructura crucial, apenas logró 2,500 menciones en el mes de su inauguración. En cambio, el supuesto romance entre Javier Milei y Fátima Flores generó la atención de 21 mil usuarios. En este panorama, los políticos y los consultores a menudo confunden los números con la auténtica influencia. Se persigue la cercanía, se habla en términos familiares, pero la percepción general sigue siendo de desconfianza. Es hora de replantear muchas cosas.

¿Hace cuánto que la política dejó de hacer política de verdad? La democracia y la reforma constitucional siguen siendo importantes, pero ¿dónde quedaron los programas exportadores, la inversión sostenida en ciencia y educación, y la planificación a corto, mediano y largo plazo? Necesitamos un enfoque que realmente mejore la vida de las personas.

Un breve repaso de Juntos por el Cambio desde 2015 revela una serie de promesas incumplidas y cambios de rumbo. Se pasó del "Shock de confianza" a la "Pobreza cero", pero la realidad trajo inflación y devaluación. Se eliminó el cepo, pero luego volvió. Se firmó un acuerdo con el FMI y se implementaron medidas como el "Plan platita", pero la gestión económica terminó con una abrumadora desaprobación y una derrota electoral.

Del mismo modo, el Frente de Todos tuvo sus momentos de crisis y conflictos internos. Desde la "Crisis macrista" hasta la actualidad, ha habido desafíos y cambios en la dirección del país, pero también se ha enfrentado a la realidad de la pandemia, la inflación y otros problemas.

Javier Milei ha emergido como una figura diferente en la política argentina. Su estilo y sus propuestas han llamado la atención, mientras que los políticos tradicionales parecen haber perdido su capacidad de conectar con la gente. La falta de una agenda clara y un liderazgo sólido ha llevado a una creciente desconfianza en la política.

Para una parte del electorado, la verdadera amenaza no es Milei, sino la perspectiva de seguir igual que hasta ahora. Ese es el desafío que las campañas políticas no han logrado superar. No se trata solo de Milei; el problema real es el estancamiento en el que nos encontramos. La política necesita recuperar su esencia y ofrecer soluciones reales a los problemas del país.

Cambiemos, o Juntos por el Cambio, surgió como una promesa de cambio radical en la política argentina, y ha mantenido esa identidad a lo largo de los años. Sin embargo, hoy nos enfrentamos a una paradoja: hemos pedido tanto cambio que hemos llegado a un punto en el que el cambio en sí mismo se ha convertido en la norma. La continuidad ya no es una opción, y el amarillo característico de Cambiemos parece haber dado paso al violeta del cambio constante.

La expresión "Somos el cambio o no somos nada", proclamada por Patricia Bullrich en un video que batió récords de visualizaciones en YouTube, refleja la búsqueda desenfrenada de cambio en la política argentina.

Sin embargo, incluso dentro de Juntos por el Cambio, la transición hacia este nuevo enfoque no ha sido completamente fluida. Los votantes de Horacio Rodríguez Larreta, por ejemplo, todavía no han abrazado por completo la propuesta de Bullrich. Solo la mitad de estos votantes ha mostrado su apoyo hasta ahora, y la otra mitad parece estar esperando su momento, si es que llega.

Comparando las PASO de 2015 con las de 2023, Juntos por el Cambio apenas ha perdido votos. El verdadero desafío se encuentra en las elecciones generales, donde la dinámica cambia. Hoy en día, JxC parece estar experimentando lo que el Frente Renovador, liderado entonces por Sergio Massa, vivió en 2015. Los vecinos políticos tienen fuertes incentivos para irrumpir en su espacio. Si un votante se dirige hacia Javier Milei, Sergio Massa está esperando; si opta por Massa, Milei lo acecha. Esta situación plantea un dilema para los electores.

En los últimos años, el peronismo ha perdido más que votos; ha perdido su cohesión y liderazgo tradicional. Lo que una vez fue una fuerza política que no pedía permiso ni perdón se ha convertido en una amalgama ineficaz de lo institucional y lo confrontativo. Desde que Cristina Kirchner eligió a Alberto Fernández como su sucesor, el peronismo ha carecido de un líder claro. Esta falta de liderazgo se ha reflejado en la pérdida de votos y apoyo.

Comparando las elecciones de 2015 con las de 2023, es evidente que el peronismo ha perdido terreno. Aunque el desgaste natural de 12 años de kirchnerismo y otros factores influyeron, es notable que el peronismo tuviera un mejor rendimiento hace ocho años que en la actualidad.

Si observamos desde 2019, la pérdida de votos más significativa se ha producido en los 10 municipios más poblados del conurbano, una región que representa el 13 % del padrón electoral del país. En esta área se ha perdido liderazgo, verticalidad, orden político y capacidad de gestión. Los votos que antes eran un bastión seguro también se han esfumado.

La política argentina se ha embarcado en un camino de cambio constante, pero este cambio ha traído desafíos y dilemas nuevos. La continuidad ha desaparecido, y la competencia entre diferentes facciones políticas ha llevado a una pérdida de votos y liderazgo en el peronismo. La incertidumbre sobre el futuro político del país persiste, mientras los ciudadanos buscan líderes y soluciones en medio de este escenario de constante transformación.

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