La vulneración de los derechos fundamentales, ese desafío omnipresente que afecta a sociedades en todo el mundo, revela dos fuerzas aparentemente antagónicas: la prepotencia y la impotencia. Desde un ángulo, se manifiesta a través de los abusos perpetrados por las maquinarias burocráticas, políticas y de seguridad del Estado; desde otro, se origina en la incapacidad de las administraciones públicas y del sistema judicial para proteger y respaldar dichos derechos.