Además de vender en la calle, Petronila se dedica a hacer canastitas en su casa que luego las pone a la venta “porque la plata no alcanza”. Actualmente cobra 20 mil pesos de jubilación mínima.
La municipalidad capitalina le permite vender en el lugar, muy a pesar de la dueña del negocio de la cuadra donde Petronila vende, que la quiere correr del lugar.
“Lo único que quiero es que me dejen vender, quiero trabajar hasta que me muera”
Visiblemente acongojada, Petronila expresó lo que muchos viven todos los días.
“Es difícil llegar a fin de mes. Es difícil, todo sube día a día la mercadería. La SUBE no me dura porque subió el boleto”.
Para poder tener unos pesos extras, vende docena de huevos de las gallinas que tiene en su domicilio, además de cuidar a sus perritos.
La salud de Petronila está resentida. Hace un tiempo la operaron del brazo y no puede prácticamente mover el brazo izquierdo. Actualmente está ciega de un ojo y del otro no puede ver bien. Le costaba conseguir un turno para consultar. Afortunadamente se logró conseguir un turno con el oftalmólogo Santos que se ofreció a atenderla y así consultarse sobre la salud de su ojito.
La realidad de Petronila es la de muchos jubilados. Algunos no tienen la posibilidad de salir a trabajar por alguna dificultad de salud. Otros, aún con dificultad, buscan la manera de ganar unos pesos, resignados frente a la inflación pero con la tranquilidad de saber que no le piden prestado nada a nadie. Petronila solo quiere trabajar.
Yo lo único que quiero es que me dejen vender. Quiero trabajar hasta que me muera. Yo lo único que quiero es que me dejen vender. Quiero trabajar hasta que me muera.