Este segmento, cuidadosamente reorganizado por Macri después de la debacle del 2001, se encontraba en peligro de perder su voz y quedar huérfano de la política que lo caracterizó.
Hartos y asustados: Reconfigurando la batalla ideológica
La reciente derrota de Patricia Bullrich, puso en riesgo no solo la representación política de una figura destacada, sino también la representación del espacio antiperonista en el panorama electoral.
La sorprendente unión entre Macri y Milei tuvo el efecto de restablecer el tablero grietero. Los estudios de opinión y los análisis de la conversación en redes sociales son claros al respecto: la propuesta de Milei fue eclipsada por la fuerza macrizadora. Este resultado representó una derrota para el candidato de La Libertad Avanza, quien se vio obligado a asumir un perfil más discreto y menos estético en términos políticos. Al mismo tiempo, este evento marcó una reconfiguración interesante de la oferta opositora, ahora agrupando a aquellos desencantados con Milei junto a los antiperonistas seguidores de Macri.
La preocupación expresada sobre el riesgo de que estos electores se quedaran huérfanos de representación política cobró relevancia. La alianza entre Macri y Milei, aunque con resultados dispares para ambos, ha demostrado la complejidad y dinámica de la política argentina. La articulación de estos sectores opositores, antes divididos, plantea nuevos desafíos y oportunidades en el tablero político argentino.
A medida que la representación antiperonista se reconfigura, queda por verse cómo esta alianza influirá en el escenario político y en la percepción de los ciudadanos. ¿Constituirá una fuerza renovada capaz de enfrentar al oficialismo? ¿O será una unión efímera destinada a disolverse en las complejidades del entorno político argentino? Estas incógnitas marcarán el rumbo futuro de la oposición en un país donde las estrategias políticas y las alianzas son fundamentales para navegar las aguas turbulentas de la política.
La escena política argentina se desenvuelve en un escenario donde el segmento antiperonista, antes fragmentado, encuentra ahora razones cómodas para respaldar a un candidato que, hasta hace poco, no formaba parte de su representación habitual. Este fenómeno se apoya, según revelan grupos focales, en la confianza de que Macri y Juntos por el Cambio ejercerán un control sobre el candidato libertario en caso de una victoria electoral. Para muchos electores, el ex presidente representa no solo una barrera contra el kirchnerismo, sino también una garantía de gobernabilidad.
Sin embargo, la dinámica no se limita a una simple confrontación entre Massa y Macri. Milei, con su estilo enérgico, ha interpelado y asustado a diversos sectores del electorado. Aunque su futuro político es incierto, sigue siendo un punto de referencia crucial para los indecisos. Logró aglutinar a aquellos enojados y hartos, pero su imagen negativa ha crecido a medida que la atención de la sociedad se desplaza de un candidato que grita verdades a la posibilidad de un presidente.
Las reminiscencias del año 2015 vuelven a emerger. Aquellos que votaron por Scioli parecen inclinarse hacia Massa, mientras que los seguidores de Macri encuentran en Milei su opción. Sin embargo, la diferencia fundamental radica en el tono y la emocionalidad. La justificación del voto se fundamenta más en la crítica ferviente al otro candidato que en la expectativa propia. La falta de comprensión por las elecciones ajenas se manifiesta a lo largo y ancho del país con expresiones como "¿Cómo puedes votar por tu candidato?". Este fenómeno revela una distancia alarmante entre los ciudadanos argentinos.
Nos encontramos en una elección ideológica clásica entre peronismo y antiperonismo, y la balanza podría inclinarse en favor de los hartos o los asustados. El amor y la esperanza parecen haber quedado relegados en esta contienda. En medio de la polarización y la intensidad emocional, la Argentina se enfrenta a una encrucijada que definirá no solo su próximo liderazgo, sino también la cohesión de una sociedad dividida.
Aunque el espacio político que deja vacante aún conserva cierta representatividad, Juntos por el Cambio ha experimentado una fractura palpable. Los indicios de esta disyuntiva no esperaron a los resultados electorales para hacerse evidentes. La alianza liderada por Macri no solo perdió las elecciones en 2019, sino que también perdió el atractivo discursivo de aquel que no carga con la mochila del ejercicio del poder. Los cuatro años subsiguientes fueron una calamidad: se perdió frescura, credibilidad y un liderazgo productivo, aquel que te guía hacia un lugar nítido y convocante. En lugar de ello, ganó en vicios, especialmente en la resolución de disputas de poder de manera pública. El Frente de Todos pasó la pelota a los representantes de Juntos por el Cambio durante cuatro años, y los perjudicados fueron los propios integrantes de la coalición amarilla. Solo los libros de psicología podrían explicar semejante torpeza.
Los números electorales son reveladores y merecen un análisis detenido. Entre las elecciones generales de 2015 y las de 2023, la coalición de centro-derecha perdió casi un millón y medio de votos. Considerando que en 2023 se sumaron un millón más de electores y que el voto en blanco disminuyó, la pérdida adquiere una relevancia aún mayor. La torta electoral se agranda, pero las porciones destinadas al macrismo son menos apetecibles. La redistribución del excedente claramente no favorece a Juntos por el Cambio, evidenciando una desconexión con la simpatía del electorado.
"Tiene suerte Massa". Esta conclusión se cuela en un focus group en donde una mujer, previamente refractaria a Milei, observa al candidato de La Libertad Avanza en una entrevista hiper viral en Crónica TV. Absorta en la pantalla, lanza su comentario.
Esta observación no proviene de una ferviente seguidora de Milei, sino de una votante ocasional de Massa, quien lo respaldó en las elecciones generales, pero no asistió a las PASO.
Las elecciones no se desenvuelven en un vacío, sino en un contexto histórico que, más que una foto estática, representa un devenir de hechos. Aquellos que trabajamos en procesos electorales intentamos desentrañar estos contextos y sus múltiples variables, que a su vez se multiplican en diversos segmentos. Queremos comprender qué es lo que impacta con mayor fuerza en cada elector y qué motiva su voto. Lo fascinante es que no existe una respuesta única y precisa.
¿Cómo se explica el voto de Unión por la Patria? ¿Cómo entender que, a pesar de los indicadores económicos que caracterizan a Argentina, la variable económica no sea la protagonista central del debate? Maquiavelo relaciona la fortuna y la audacia como impulsores de un buen destino en política.
La victoria anticipada que generó tensiones en Juntos por el Cambio y las excentricidades de Milei son, de alguna manera, la fortuna del Ministro de Economía. Massa cuenta hoy con más votos que imagen positiva, un dato revelador.
Mientras el espacio opositor natural se sumía en choques internos, un personaje excéntrico capturó la atención de los medios, fue aclamado en las redes y aplaudido por el público. Su éxito a corto plazo fue colocar a la política tradicional en la misma trinchera. Con su discurso incisivo, Milei se erigió por encima de todos. Podía hablar de economía y privilegios, hasta que asustó. Se convirtió en el dueño de la agenda electoral, pero su falta de moderación a tiempo terminó encarnando el miedo para ciertos votantes.
Esta elección no solo es ideológica; es profundamente emocional. Como animales emocionales con capacidad de razonar, nuestras decisiones no siempre se basan en la lógica. El miedo, siendo sensorial, se manifiesta de manera conductualmente conservadora. La aversión al riesgo de aquellos que temen es absoluta. Milei, al declarar que los pesos son "excremento" y al utilizar un lenguaje incendiario, terminó encarnando el miedo en ciertos votantes.
Macri no tuvo la misma suerte. En 2019, la elección se centró en la economía. Con un 80 % de desaprobación en la gestión económica, fue víctima de una rareza regional: no poder reelegir en su primer mandato. En ese momento, al peronismo le bastó con diluir el kirchnerismo para ganar. Esta vez, además de la economía, discutimos temas tan variados como la venta de armas, órganos y hasta la responsabilidad paterna. Efectivamente, qué suerte tiene Massa.