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Hacia una democracia más auténtica y representativa

El voto, ese derecho esencial que nos iguala y nos otorga poder como sociedad, es el foco central de nuestra participación política. Reconocido como universal, igual, secreto y obligatorio en la Constitución nacional, su característica fundamental es ser libre de condicionamientos y de influencias indebidas.

La justicia electoral en su momento condenó la maniobra conocida como "plan platita" y la entrega de subsidios durante la campaña electoral, destacando la importancia de preservar la libertad del voto frente a prácticas proselitistas inadmisibles.

Estos hechos resaltan la necesidad de garantizar que el sufragio se ejerza sin interferencias indebidas.

Hoy, el debate parlamentario se centra en otro aspecto crucial para mejorar la libertad del votante: la presentación de las distintas ofertas electorales dentro del cuarto oscuro. Hasta el momento, al ingresar a votar, nos enfrentamos a las diversas opciones electorales presentadas en boletas de cada partido político y sus candidatos. En este espacio solitario del cuarto oscuro, los electores eligen una de las boletas y ejercen su derecho al voto, siempre que el acto electoral transcurra con normalidad.

Este contexto nos lleva a reflexionar sobre la importancia de preservar la integridad y libertad del voto, una tarea esencial para fortalecer nuestro sistema democrático.

El acto de votar, fundamental para nuestra participación democrática, enfrenta desafíos cuando, dentro del cuarto oscuro, nos encontramos con faltantes de boletas partidarias, ya sea por robo o agotamiento, o incluso con boletas falsificadas y no oficializadas con la intención de confundir a los electores.

Aunque los electores tienen el derecho de informar estas irregularidades a las autoridades de mesa o a los fiscales partidarios, la solución a menudo resulta difícil. En consecuencia, es posible que una mesa electoral continúe la jornada sin una o varias de las ofertas partidarias, lo cual constituye una agresión al derecho político a votar y una limitación a la libertad del elector.

Ante este desafío, surge la pregunta fundamental: ¿cómo mejorar esta situación y prevenir el robo, faltante o introducción de boletas falsificadas? La respuesta propuesta es la implementación de la boleta electoral única, en la cual todos los candidatos de todos los partidos políticos se presentan en un solo papel. Este enfoque reemplazaría las diversas boletas partidarias que se utilizan actualmente en cada elección.

Con la boleta única, cada elector realizará individualmente su elección marcando su opción en el casillero correspondiente, otorgado por la autoridad de mesa dentro del cuarto oscuro. Esta medida no solo simplificaría el proceso de votación, sino que también evitaría las "desapariciones" de boletas individuales partidarias que son motivo de denuncia en cada elección. La boleta única se presenta como una solución efectiva para fortalecer la integridad y libertad del voto.

La boleta única, además de sus ventajas evidentes para simplificar el proceso de votación, presenta beneficios adicionales que contribuyen a mejorar la integridad y transparencia del acto electoral. Este cambio significativo en el sistema no solo es más económico y sostenible, reduciendo el uso de papel y tintas, sino que también transparenta el proceso electoral, evitando la necesidad constante de revisar y reponer las diversas boletas individuales dentro del cuarto oscuro por parte de las autoridades de mesa o fiscales partidarios.

La Cámara de Diputados de la nación ya ha aprobado este avance en materia electoral, pero ahora corresponde al Senado considerar y actuar sobre el proyecto. Es esencial recordar que los proyectos que modifican el sistema electoral o el régimen de partidos políticos requieren una mayoría calificada para convertirse en ley, es decir, la mayoría absoluta del total de los miembros de cada cámara legislativa.

Los beneficios de la boleta única electoral no se limitan a la agilidad en los comicios y la reducción de espacios en el cuarto oscuro. También aporta un aspecto crucial: garantiza que nuestro voto sea verdaderamente libre y protege la integridad de la decisión política que depositamos en la urna. Este cambio no solo representa un salto de calidad en el proceso electoral sino también un paso significativo hacia la preservación de la libertad y seguridad de nuestro voto.

El diagnóstico de Javier Milei, compartido por la mayoría del pueblo, señala correctamente que la política corporativista está devorando a Argentina y empobreciendo a millones. Sin embargo, reconocemos que ningún cambio de gobierno por sí solo eliminará esta problemática. Es necesario identificar y abordar la causa fundamental de esta situación.

Nuestra sociedad demuestra su inteligencia, vitalidad y capacidad para trabajar en equipo en ámbitos como el deporte, donde a pesar de ser el 0,6% de la población mundial, nuestros seleccionados están entre los veinte mejores del mundo en deportes colectivos populares como fútbol, básquetbol, vóley, rugby y hockey. Sin embargo, no logramos trasladar esas capacidades a nuestra democracia debido a la matriz de producción de políticos que arruina el semillero.

La representación política, consagrada como la primera norma de la Constitución Nacional desde 1853, es crucial para el funcionamiento de nuestra sociedad. Sin embargo, en la actualidad, la representación es percibida como una farsa. Aunque somos los mandantes de nuestros representantes, no nos consultan ni nos escuchan. La mayoría de los ciudadanos no conoce a sus representantes, ya que la cantidad de ellos es tan abrumadora que la representación política se ha convertido en una ficción.

Para lograr las mejores leyes y mejorar nuestra sociedad, necesitamos representantes adecuados que realmente nos representen. Es hora de replantear la forma en que se estructura la representación política en Argentina y devolverle autenticidad a este proceso vital para nuestra democracia.

La raíz de la crisis de representación que enfrentamos radica en el sistema electoral de representación proporcional, comúnmente conocido como "listas sábana". En los últimos cuarenta años, hemos estado votando listas de candidatos cuya elección no se basa en nuestro juicio sobre su idoneidad, sino en quienes arman las listas. Estos selectores eligen a candidatos que les convienen por diversas razones, como aliados, subordinados, amigos o parientes, creando una dinámica en la que "nuestros" representantes responden más a quienes los incluyeron en la lista que a la ciudadanía. Este sistema empodera a los dirigentes en detrimento de la ciudadanía.

Para liberar nuestro potencial y elegir representantes verdaderos, es imperativo cambiar la forma en que seleccionamos a nuestros representantes. La propuesta es adoptar un sistema en el que se elijan candidatos de manera individual. Este enfoque implica la creación de circunscripciones electorales más pequeñas, donde los votantes eligen a un solo candidato para cada categoría, ya sea un comunero, concejal, consejero escolar, legislador local o diputado nacional. Los partidos podrían postular un solo candidato para cada cargo, lo que los obligaría a mejorar su oferta, y cualquier persona que obtenga un piso mínimo de firmas podría postularse como candidato independiente.

Los elegidos en cada circunscripción representarían exclusivamente a su comunidad en los cuerpos colegiados correspondientes, desde comunas y concejos deliberantes hasta legislaturas provinciales y la Cámara de Diputados. Este cambio promovería una representación más auténtica y directa, donde los representantes realmente se conectan con las necesidades y deseos de la ciudadanía que sirven.

La implementación de circunscripciones uninominales para todos los cargos representativos representa una solución clave para mejorar la calidad de nuestra representación política. En este nuevo sistema, los candidatos competirían personalmente por cada cargo, lo que elevaría la calidad de la competencia. Deberían convencernos de su utilidad tanto para ser elegidos como durante su gestión.

La competencia individual también promovería la rendición de cuentas, ya que los elegidos se enfrentarían a la evaluación directa de los votantes. Los proyectos normativos serían votados considerando la mirada crítica de la ciudadanía, y los representantes tendrían que tener en cuenta las opiniones y reacciones de sus electores. Este enfoque permitiría juzgar el desempeño de los representantes y exigirles responsabilidad, renovándolos, ascendiendo o desplazándolos según su desempeño.

La ley del Congreso Nacional podría establecer este cambio, creando circunscripciones uninominales con mayorías agravadas. Este modelo ya ha sido implementado con éxito en países como Francia, Alemania, Inglaterra, Estados Unidos y Australia. La experiencia de sistemas similares demuestra que este enfoque fomenta la independencia de criterio de los elegidos y renueva las vocaciones políticas independientes, contrarrestando la formación de una "casta" política.

Este cambio permitiría que los políticos reflejen verdaderamente la voluntad de la sociedad, ya que los ciudadanos podrían empoderarse al elegir y controlar a sus representantes de manera individual. Es hora de demandar una representación política que responda a los ciudadanos, ya que somos sus mandantes. En última instancia, la democracia se fortalece mediante la implementación de más y mejor democracia.

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