Travesía Cultural |

Ensayo sobre Gerardo Deniz, poeta madrileño

El poeta de San Isidro, Pablo Queralt nos envía este acabado y rico ensayo sobre Gerardo Deniz, poeta madrileño.

GERARDO DENIZ

UN GRANDE DE LA POESÍA, EL ALQUIMISTA

Quiero decir de Gerardo Deniz: un grande de la poesía. Fue clown Augusto o Bianco?, da igual, si esa alternancia nos hizo felices como una película de Fellini, abrazo sus páginas, sus poemas, como enseñanzas de sofisticación, su empeño o no como una grisalla de sensaciones, me veo arrastrado hacia allí.

Es una fuerza actualizada su obra, una formación permanente. Qué quiere decir en formación permanente? Precisamente que el poema cada vez que es leído interactúa de una forma viva, diferente para cada actualidad presente, es material sensible dinámico, no una imagen, una foto quieta en el álbum, que más bien es un territorio familiar, el de la condición humana, eso somos en esas páginas de Deniz.

Su donaire, su eros en pos de lo verdadero, en definitivo bello necesario, “pues claro que vergüenza se deriva de verga” juega con la semiótica de las palabras y a su vez con su significante ya que la vergüenza es la desnudez, ya en la mitología, cuando Adán y Eva se cubren su desnudez al comer del árbol de la sabiduría, pero no la desnudez corporal que es algo simbólico cultural sino la desnudez de aquello que aparece visible nuestro que conocemos y no nos gusta o no aceptamos. “Tan erótica locuela brinca de falacia en falacia” en su poema Envidia del pene, especie de poemas breves como haikus sin metro, irregulares de su libro Letritus, y su ironía burlona, sarcástica como en su poema Sigmund “como es una ladilla se cree autoridad en todo triángulo”.

El juego con las palabras el uso de nombres farmacológicos o de la medicina o de la química, también palabras poco comunes finas y elegantes o creadas como inanidad, ripuario, peneja, fenilpiruvica, jenízaros, lobezna, plombagina, elucidado, anagramarla, santonina, rosicleres, sabihondez, atrida, bacterias ferroautótrofas, propada, pepenando, y la voz de la calle como peliagudos, sanguijuelas, berrinche, pirujeces, besucón, todo es como un grifo que gotea en su poesía desde lo lumbroso hacia las sombras donde podemos estar aluna vez o estuvimos, recorre todos los rincones su voz su poema como un tango.

En su libro Ton y son (1996) nos dice, pregunta “Moriré en escena sobre el adoquinado…?” “soy de esas moscas que asemejan abejas y haraganeamos en las colmenas…”, “Soy la cigarra de la fábula” “soy uno –un libro- donde deberíamos ser varios, más bien muchos afines.

Su escritura a veces poemas en prosa largos otras veces breves poemas cortos rimados otros de 2 ó 3 versos, así su oralidad maquínica, no me los imagino más que leídos en voz alta. Alimentando su poesía de lo que esta en el cruce en el caos que va silencioso y hay que darse vuelta para percibirlo, entre un sí y otro sí algo que se vacía en sus versos y otro llena así construye universos una polifonía destruyendo composiciones y recreando otras, una deconstrucción de cada real, vamos sobre un cosmos del adentro-afuera, reconocible en cada uno de sus poemas con su fuerza abarcadora.

Será que Deniz habla, piensa así como escribe o crea o compone un sistema, un artefacto, el artefacto Deniz perfectamente reconocible y propio, tal vez si tal vez no, pero lo cierto es su existencia para transmitir más allá de palabras, versos, ecuaciones algo que nos trasciende y nos pone en revelación. Sus autoafirmaciones y contrapuestos, silogismos al servicio del poema “me gusta tanto que sabiéndolo, empieces como si nadie estuviese al tanto”, “el amor es de esas mesas eternamente cojas que ni siquiera el mesero logra aquietar”, “quisiera devolverte cuanto das sin fingir cuanto tú tienes que hacer”. O en otro poema una vez más siempre presente el eros “una jovenzuela que apenas conocí, nombre ominoso, esta entregada cuentan a estudiar pornografía. Capaz y vacunada, ¿no es acaso excesiva?”.

Podríamos trazar paralelismos o nexos con flujos intensidades de imaginación tensiones estéticas con Pelongher, Severo Sarduy, Rosenthal Tauber, Osvaldo Lamborghini, tal vez allí hayan puntos de unión. “Mi infancia como la de todos no fue feliz pero si interesante”, autobiografía, recuerdos tomados de un afuera adentro, ritornelos, espacios vividos, en el eterno retorno. Hace carne lo sublime, la esencia hace su territorialidad en un trabajar para vivir en los distintos ritmos y espacios que se salen de lo limitado para ser campos incorporales ilimitados, “la materia envejece en su entraña, pronto lo descubrirán, ya no es como al principio ni como después”, “hay algunos que han estirado la pata…..todo ello es lento, muy mucho, para extraer moralejas sobra tiempo pero ¿Qué nos impide empezar a sermonear?”

“Tras varios concilios, la paz kantiana fue lograda. Se vio a más de un antropoide ser seducida por platirrina arte…. Zumbaba una especie de salmodia habitual” de Cronicón, así pinta sus escenarios en ese gajo de alegría, tristeza, alboroto. También en sus poemas esta allí el reconocer el secreto, lo íntimo tal vez en un tono semibizarro del brujo en esa alquimia de palabras “ te he visto despertar de malos sueños con una sacudida”. Poemas novelados con detalles alucinantes o Dantescos, que enhebran con un dulce acido el hilo de las historias y operetas que guarda la memoria. Abre el cofre de la vida y sigue sus pisadas, sus pistas encarnando lo central y lo periférico rimando compases más allá del tiempo y el espacio con erudición del sabio y la picardía romántica del que tiene las cartas y sabe con destreza repartirlas.


POEMAS

Déjalos

perder la peluca, vilanos, en una

nube de simientes insignificantes

y bonitas para mollejas crédulas;

qué es la experiencia, si no

maneras de conllevar la policía,

de hacer el té (la música,

el arte –dijo el maestro Hilarión

Eslava– de combinar los sonidos

con el tiempo);

pero la red no puede al agua: lo

que suben los tornos con cautela

huele a pescado, hermano; será

literatura. La lluvia, mientras

tanto,

crepitación en hojas frescas ante

las puertas del mundo,

anegando el asiento cálido aún de

la hermosura

cuando esa vez, aquel apego, estos

destiempos, tendidos boca arriba,

ponen los ojos en blanco y sienten en

el ombligo una pululación contenta

–es lluvia. ~

[fragmento de “Épodo”]

#

A veces, alejándome en mi celerífero

que trocaré pronto por una draisina,

se me ocurre (entonces me vuelvo y te tiro un beso)

que si tus esteroides te hacen tan bella,

los míos más bella todavía,

y hasta crean el concepto de belleza,

bien pudieran

con un estorbosísimo sulfhidrilo en 8 beta, quizá

lograr que al dejar de mirarte no me afectara tu

pendejez

(ya que suprimirla

sería superior a toda química)

#

A veces, alejándome en mi celerífero

que trocaré pronto por una draisina,

se me ocurre (entonces me vuelvo y te tiro un beso)

que si tus esteroides te hacen tan bella,

los míos más bella todavía,

y hasta crean el concepto de belleza,

bien pudieran

con un estorbosísimo sulfhidrilo en 8 beta, quizá

lograr que al dejar de mirarte no me afectara tu

pendejez

(ya que suprimirla

sería superior a toda química)

#

Ponderan mi memoria de cosas variadas

(—Tiene usted una memoria felicísima,

me dijo a mis diecisiete un viejo químico),

pero el secreto que sólo yo conozco

es que más y mejor recuerdo todo

lo que atañe a cierto olfato y cierto tacto

(no hablo de zonas erógenas pues son el cuerpo entero),

y que estos rastros mnémicos

me asaltan a mano armada en mil circunstancias.

De pronto mi órgano de Jakobson, mis manos y lo demás

despiertan, desvergonzados y simultáneos,

ante la estantigua de las ausencias,

quienes, por si fuera poco, cargan a la espalda

sentimientos, palabras, preguntas sin respuesta o respondidas,

más toda la tramoya necesaria

para seguir existiendo sin perder lo existido

que siempre concluyó de igual manera,

pero dejando todos los detalles tragicómicos.

Huellas dactilares, indicios de ADN,

parafernalia caduca, pero ello,

lo puedo asegurar, no tiene gracia ninguna.

#

Me preocupa (entre otras quisicosas) pensar,

ahora que me quede ciego,

qué voy a hacer con la mesa de billar que traigo dentro de la cabeza

cuando rueden por ella

(y a oscuras)

cisticercos, pezones lisos como caramelos chupados,

canicas, avellanas, vólvoces (gónadas), burbujas de chicle, o es

y hasta una que otra piedra de la locura.

(No) vamos a ver qué pasa.


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