Desde que asumió la Presidencia, Trump ha dado marcha atrás gradualmente con todo el acercamiento realizado por el Gobierno de su antecesor con el Estado cubano, un esfuerzo que había representado el primer intento oficial y público de terminar con más de medio siglo de una rivalidad marcada por la Guerra Fría.
A lo largo de sus cuatro años de mandato, Trump volvió a reducir la embajada estadounidense en La Habana a su mínima expresión, impuso de nuevo sanciones y hasta las amplió, y ya en 2019 incluyó a la isla latinoamericana en su lista de Estados que no cooperan con Estados Unidos en materia de terrorismo, lo que fue leído por muchos como una antesala a la decisión anunciada este lunes.
El retroceso en las relaciones bilaterales fue gradual pero constante, y la inclusión, nuevamente, en la lista reservada a los Estados considerados más peligrosos y que deben ser completamente aislados representa el corolario de este proceso.
Actualmente, Estados Unidos solo reservaba esta lista negra para tres países: Irán, Corea del Norte y Siria.
Una de las últimas medidas internacionales del Gobierno de Trump fue sacar de la lista a Sudán.
La Casa Blanca tomó esa decisión tras negociar un acuerdo entre el Estado sudanés e Israel para que el primero reconociera al segundo, y se sumara a un grupo pequeño pero significativo de países árabes que rompieron el aislamiento regional de Tel Aviv con acuerdos similares, todos promocionados por el Gobierno de Trump.
En los últimos días, la prensa cubana informó que casi 8.000 cubanos solicitaron al futuro Gobierno del demócrata Joe Biden, quien fue vicepresidente de Obama, que reabra los servicios consulares de la Embajada de Estados Unidos en La Habana.
“Son muchas las familias separadas que asumieron otro obstáculo al tener que viajar a un tercer país para realizar sus trámites de visado. No podemos ser víctimas de diferencias políticas entre gobiernos”, pidieron en la petición publicada en la plataforma de la Casa Blanca.