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PJ: otro papelón a pedir del gobierno

Un fallo de la justicia federal desnuda un nuevo paso de comedia de la gestión Rivarola en el partido justicialista: quiso sacar ventaja con una resolución para arrogarse el armado de listas para las elecciones, un juez federal le dijo que no, y ahora deberán juntarse todos los sectores a decidir qué hacen. El radicalismo jujeño celebra.

“Boca es un cabaret”, dijo en abril de 1998 Diego Fernando Latorre, ex jugador del equipo Xeneize con una capacidad de síntesis asombrosa para describir la interna en un vestuario de jugadores con pretensiones de estrellas, que aniquilaban el interés común del conjunto y cosechaban un fracaso tras otro. 

La analogía futbolera podría ser útil para graficarle al ciudadano común la compleja trama del partido justicialista, dueño absoluto del poder político en Jujuy en el pasado reciente que hoy parece sólo una caricatura de aquellos años. 

Sus dirigentes, perdidos en mezquindades y personalismos que sólo ellos justifican, se pelean por espacios cada vez más reducidos. 

El actual dueño del “sello” partidario es el diputado provincial Rubén Rivarola, a quien se le vence el mandato el 10 de diciembre y lucha desesperadamente para que su participación activa en la vida pública jujeña no se extinga tras las próximas elecciones, luego de casi dos décadas.

Ese afán lo llevó a realizar una maniobra arriesgada: el 7 de febrero último convocó a un Congreso Provincial del partido que conduce, pero se “olvidó” de escribir en el orden del día un punto en el que se arrogaba la potestad de digitar las alianzas y los nombres de los candidatos que llevaría el PJ en sus listas. 

Les avisó a los congresales en plena reunión y lo agregó al final del acta celebrada ese día, como un “pequeño detalle” a prueba de distraídos. 

Los dirigentes peronistas, que de ingenuos tienen poco y nada, no tardaron en llevar a la justicia al presidente del PJ por su “picardía”. 

El fin de semana la justicia se pronunció: el juez federal con competencia electoral, Esteban Eduardo Hansen, le dio la razón a los accionantes, declaró nula la decisión de aquel Congreso que facultó a Rivarola a poner a los candidatos que él quisiera en las listas y ahora el destino del peronismo volvió a foja cero. 

Los sectores en pugna más notorios hoy son tres: el propio Rivarola logró que el intendente de El Carmen, Adrián Mendieta, acepte su apoyo aunque sus adeptos lo describan como un “salvavidas de plomo”. Ese es el primer candidato a gobernador. 

Luego aparece el senador Guillermo Snopek, con buenas mediciones en los sondeos previos, que elige una estrategia parecida a la de Cristina Kirchner: un silencio pragmático que evita que se boicotee sólo cada vez que habla. 

El tercer sector está liderado por el diputado Alberto Matuk, ex ministro de gobierno de Eduardo Fellner. Matuk es un hombre respetado por los dirigentes, aunque de escaso conocimiento fuera de la sede partidaria. 

Son los tres potenciales candidatos a gobernador que, tras el fallo judicial, deberán juntarse y armar una lista consensuada, o al menos discutir qué hacen con un partido otrora poderoso que hoy les provoca más risas que temores a sus adversarios políticos.

¿Por qué Rivarola hace lo que hace?

Existen, sin embargo, quienes consideran que hay más de malicia que de torpeza en cada paso del empresario Rivarola, dado que sus intereses comerciales gozan de una excelente salud desde que Morales llegó al poder, pese a la crisis económica que vive el país. “Hizo más plata ahora que cuando gobernaba con Fellner y Jenefes”, reflexiona un histórico y desencantado pejotista. 

Sus huellas aparecen en la construcción, el transporte, los servicios de limpieza, medios de comunicación, en el rubro inmobiliario y hasta en la salud.

 

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