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Aproximaciones a "La abuelita está de novia", de Susana Quiroga

Poetizar, según Hölderlin, “es la más inocente de las ocupaciones”.


 

 Tapa del libro "La abuelita está de novia".

 

TODO PUEDE VOLVER A EMPEZAR

 

Y sí : todo puede volver a empezar. Y si se trata del amor, como se dice en forma común, nunca se sabe. Es el misterio de los caminos de la vida. Aquella llamita platónica de la adolescencia se enciende  a través de un correo electrónico y entonces, probamos, sí…nos estamos conociendo, reconociendo.

Estoy leyendo los primeros tramos de la nouvelle La abuelita está de novia, donde la autora Susana Quiroga, se desdobla tras el reencuentro con aquel compañero de secundaria, quedándose entre la nostalgia del tiempo y la soledad…un quedo debatido muy adentro. Con sus virtudes de narradora—he leído y apreciado casi la totalidad de su obra—logra felices descripciones (La casa encendida) y pensamientos, me doy cuenta de que la soledad no es una opción: todo nace de una controversia interior, ese discurrir de la conciencia que siempre se interroga, a sí misma y al otro, una amalgama para los protagonistas de este nuevo tiempo.

Como se dará cuenta el lector de estas aproximaciones, la letra cursiva extrae textualmente párrafos de la obra. Al avance de la lectura, me dije que estaba ante una canción de amor, un lied expresado en prosa poética, donde la Naturaleza cobra relieve, como en Pájaros:  “He visto habitar los nidos de barro, de pajas, y me pregunto si serán los mismos del año anterior. Sé poco de pájaros…Trato de descifrar el trino de los que han regresado. Reconozco el de las charrasquitas, tan alegre, el de los quitupies, entre tonos para el optimismo. En uno, para el dolor. El grito de las pavitas del monte que me despiertan al amanecer…A veces sonrío, otras me fastidio”. Una pintura de bellas imágenes.

Pese a los interrogantes que deslindan temores en cuanto al futuro, el amor desborda y gana. No importa el qué dirán, --dejá que se asombren de nuestra valentía. Y claro, la vida sigue y habrá amaneceres luminosos. Susana Quiroga intercala en la novela, versos introductorios de capítulos, digamos, avances: ”Ángeles somos, yo soy el tuyo vos sos el mío./ Náufragos de las olas del amor”.

Tras la batalla más dura, la comunicación a la familia, hijos y nietos, de esta inesperada toma de decisión, de ponerse de novia, el sendero está marcado y caminado, de frente, valientemente. Y si de golpe se tropieza con alguna fisura, el abrazo hará trizas toda duda y nada de pensar en el tiempo restante.  A sumergirse en este nuevo sueño, devenido de la utopía de los años adolescentes, flor emergente anunciando primaveras para volver a ser. Un camino existencial, tras, como decía antes, las duras batallas contra la Nada, acaso el vacío de un presente, esperar el abrazo, compartir un café.

Poetizar, según Hölderlin, “es la más inocente de las ocupaciones”. Y Susana Quiroga logra poetizar, tanto en la palabra expresada y en el gesto, en actitud valiente, en esa escisión del amor platónico que regresa (de aquellos años inocentes, precisamente) y mis pensamientos, mis libros, fotos en las paredes. ¿Puedo permitirme, imaginar lágrimas entre la alegría y la nostalgia? Pasado y presente se funden, en términos cinematográficos, sobreimpresiones, fotogramas de un guion íntimo, compartido ahora en esta nouvelle poemática, a partir de la minificción.

Lo no dicho, es un capítulo muy reflexivo, pero…¿acaso siempre no habrá palabras calladas, no dichas? Confiesa  la autora que le gustan como escriben las mujeres caribeñas. Una esencia que también la identifica por su vitalidad. Estoy pensando en la querida poeta amiga Arminda Arroyo Vicente, a quien traté en Río Piedras, Puerto Rico, entre otras poetas de gran fibra caribeña.

También hay espacio en este nuevo libro para su madre de 96 años, a veces niña, a veces joven, a veces abuela, a veces tierna, a veces ausente. ¿¡ Un autorretrato oblicuo ¡? Ser escritora es otro capítulo rico, confesional, en cuanto a la vocación: “No recuerdo de quién fue el mandato. ¿De cuando mis padres me crearon en ese acto supremo de amor? ¿De cuando mi boca no emitía sonidos y las palabras enloquecidas mariposeaban en mi interior? ¿ O cuando me leyeron las manos, según me contaba mi madre, y predijeron que me inclinaría hacia el arte? Lo cierto es, que me sirvió para que los sufrimientos se esfumaran, para que una ansiedad sin límites me habitara toda y tejiera una dulce armonía en forma de trenzas y con colores de burbujas apaciguadoras y volátiles. Me sirvió para que mi imaginación estallara fuera de mí y se alojara en otra dimensión. O será, cuando me dijiste, madre, escribe mi historia”.

Todo ha vuelto a empezar, porque aún es tiempo para Susana Quiroga de tejer anhelos.

                                        

                                                                   

Sebastián Jorgi

Periodista, escritor, profesor en Letras bonaerense.

 

 

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