Se me ha perdido una niña
En el fondo del jardín
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Me iré llorando distancias,
muerto de silencio y duda,
a buscarme cuando niño
por un camino de brumas.
El muchacho en la pizarra
dos corazones dibuja;
y unas trenzas presumidas,
entre campánulas fugan.
Yo me llamaba Raúl,
hijo mío y ven criatura:
estaban tus manos, madre,
acariciando mi angustia.
¡Ay, de la falda y el trino
y esta nada tan profunda!
(...los azahares del silencio
mueren de amor por la luna).
De Se me ha perdido una niña, Ed. La Carpa, Tucumán, 1952.
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Los poetas que se unieron en algún momento al grupo Ahora o nunca Jujuy, se inspiraron en este poema para su manifiesto. Así se llama AHORA o NUNCA!
¡AHORA o NUNCA, OH DUENDES!
La tierra de mi país se ha instalado en mis tuétanos,
es tierra enamorada.
Tierra de polen que arde en los polvaderales y en las
canciones de los copleros de mi pueblo.
Yo sé de guitarras preñadas a la siesta,
cuando se despereza el tierral redomón de los caminos
y se desangran bramando las montañas de piedra.
Recuerdo que los coyuyos llamaban a los guitarreros muertos
para una molienda de canciones,
mientras crujía en toneles y lagares
un grave vino azul, áspero al beso.
Al fin llegaba el carnaval
con sus estrellas de oro por las lomas calientes
y el colla bebía el vaho de la tierra
en la raíz oscura de sus erques.
Más allá de la Pucarita,
en la vieja casa espaciosa y serena,
Gramajo recontaba su rebaño de sombras
y nos invitaba a morir
llamándonos con aquella campana casi niña
gemela de la diáfana campana de la escuela.
También recuerdo al grillo
que cantaba su villancico en la ventana
junto a mis devotos zapatos del domingo,
alcancías de los reyes.
Esto fue en Jujuy
y hace ya muchos años.
También recuerdo a Salta, bien granada de amigos.
Todavía,
cuando digo Tucumán me duele el alma.
De Cuyo guardo sonrisas de muchachas
con pámpanos, y un vino
de uva y senos vírgenes.
El Paraná es ya mi camarada.
En el Chaco tengo una casa
con un fogón y un asombro de arriero en plena selva.
He clavado una azada en el sur, junto a la Pampa
y en Córdoba el viento me esparció por las sierras.
En fin, yo anduve por mi patria
Con el alma en las manos
y la sembré a voleo.
Reclamo mi cosecha de luz
el salario justo del poeta.
Devolvedme aquellos días, aquellos sueños,
aquellas primicias de la tierra.
¡Ahora o nunca, oh duendes!
Tarja, de Jujuy, Nros. 11-12