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Derecha o izquierda, ¿a quién le importa?

En pleno siglo XXI, las ideologías anacrónicas sólo les sirven a los políticos cínicos; la sociedad busca pragmatismo, sin importar desde qué concepción nazca la solución para sus problemas.

La historia moderna está cargada de modelos teóricos y definiciones conceptuales surgidas de célebres pensadores, filósofos, economistas y eruditos que descollaron al interpretar la realidad de su época con honestidad intelectual, intentando aportar soluciones para la humanidad. 

Formaron grandes escuelas, aunque sus discípulos en general transformaron sus ideas en dogmas que los acercaron demasiado al fanatismo. 

En pleno siglo XXI, la gran mayoría de los dirigentes que administran poder político, incluso líderes mundiales, se ven atados por esa herencia intelectual. 

Las ideologías se transformaron así en corsés que llenan de miopía la toma de decisiones. 

Los sectores políticos identificados o cercanos a lo que se denomina “la izquierda” prefieren desbarrancar antes de admitir que la búsqueda de soluciones para problemas puntuales pueda hallarse mediante el desarrollo capitalista, el libre mercado o el fortalecimiento de la economía a través de la iniciativa privada. 

Sus adversarios en la vereda de enfrente, “la derecha”, miran con desprecio la posibilidad de resolver problemáticas sociales a través del desarrollo de comunidades organizadas, intervención estatal o asistencia pública para casos de extrema urgencia. 

De manera sorprendente, todos suelen abandonar la búsqueda del equilibrio sensato aprovechando las virtudes de cada concepción, aspirando a algo que parece una utopía: aprovechar los mejores frutos del pensamiento humano a lo largo de la historia de la humanidad. 

En general, la dirigencia política elige el camino de las acusaciones entre unos a otros y proyecta frustraciones. Así “zurdos” versus “oligarcas” suelen pasarse el tiempo discutiendo y dilatando en forma indefinida los problemas de naciones a las que le desbordan los recursos, pero le falta inteligencia colectiva. 

En plena era de la información, izquierda o derecha parecen ser categorías rancias, fracasadas, que sólo le sirven de nicho para extender su estatus a intelectuales retrógrados, que probablemente continúen para siempre con sus debates sin aportar nada útil. 

El último párrafo de este comentario absolutamente opinable, puede servir para salir de la abstracción y hacer un breve repaso de la actualidad política argentina. 

Los resabios del kirchnerismo apuntan cada vez con más energía su artillería contra la “derecha macrista”, las políticas de ajuste y la degradación social, la misma que en 12 años no pudo ser resuelta por el afamado socialismo del siglo XXI que quisieron poner en práctica en una alianza política pocas veces vista para Latinoamérica. 

Desde el poder, Cambiemos los acusa de populistas y corruptos, mientras intenta esquivar los errores no forzados de muchos de sus funcionarios inmersos en lo peor del capitalismo financiero y el universo de empresas off shore, y aún aguarda la lluvia de inversiones externas, aunque sus propios integrantes no den el ejemplo, invirtiendo su capital en el país. 

Colaboración, parece ser a esta altura un término ingenuo, que podría traer numerosas soluciones a la delicada situación social de muchos sectores del país, pero que en la lucha por el poder no sirve para nada.  

 

 

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