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"En donde manda General, Nieva no festeja”

No sabemos si vale la pena cronicar lo que pasó, aunque sea sintético hacerlo, ya que para una pluma experta es sencillo.

Fue un partido accidentado, apasionante a su manera, en dónde – desde el vamos- a Ciudad de Nieva le bastaba un empate para salir campeón y a Lavalle sumar, era primordial para acercarse al reducido. Pero la película tuvo un “The End”excitante, con el triunfo de Lavalle, “Los vietnamitas” del barrio Mariano Moreno, sobre el pretendido campeón Ciudad de Nieva, el “León” que – se suponía- quería ser el rey de la selva. Pero como dijo un “sabiondo” del fútbol: ¡Qué lindo que es el fútbol pibe!

Porque en esta suerte de partido final, aunque no lo fue, terminó en manos del equipo que tuvo fé y nunca abandonó su batalla, como buen “General”.

Para los que analizamos los partidos, como si fuésemos los “Bioquímicos” del fútbol, tendremos que convenir en algunas cosas. Primero Ciudad de Nieva tuvo la fortuna de llegar al gol, en apenas 3’ del primer capítulo con una estupenda definición del delantero Revollo, por arriba del achique del arquero Jiménez. Ahí todos pensaron: se viene el “Zarpazo” del “León” para quedarse con el título.

Es más, entre Alí, Rebollo y López, pudieron haber vulnerado condicionalmente el arco de Lavalle.

Chaile de Nieva, se puso el overol para las réplicas de su oponente, porque lógicamente el conjunto de Albarracín iba en busca del honor del empate. Si bien Nieva pudo “Torcerle” el brazo a Lavalle, las llegadas fueron producto de imprecisiones u errores de Lavalle, lo que no fue usufructuado por Ciudad de Nieva.

Sin embargo, estando aparentemente en la cornisa, aparecería la impensada figura del partido, el “Chueco” Paniagua, a quién el arquero Quinteros torpemente le cometió penal. Fue así que Gallardo (a lo “Alico” López en sus tiempos) ejecutó con tiro bajo con pierna derecha, a la diestra de la estirada del arquero, estableciendo el uno a uno que nadie esperaba. Pero era una cuestión de mística, pues Lavalle siempre “Pecha”, como decía el eslogan del pasado.

Es más, Gallardo marcó un gol, aunque, según el árbitro Zambrana de regular actuación, lo anuló por posición prohibida.

Lo cierto es que Lavalle ya ponía presencia en el acto de un partido con pronóstico reservado. Entonces sucedió que Ontiveros, un buen jugador de Nieva, tuvo una reacción verbal inoportuna, que derivó en la expulsión del número diez.

En esos momentos pensamos, “Ojalá, que no lo lamente al final de esta historia”.

El trámite se tornó friccionado más que jugado, tal vez hubo intención pero no lucidez futbolísticas. Ni siquiera, a falta de funcionamiento impecable en lo colectivo, no había un conductor ideal en cada equipo. Salvo Paniagua en Lavalle, que buscaba sociedad con sus compañeros, pero que no tenía interlocutor. Con el 1 a 1, el primer tiempo terminó, con el clima tórrido del viernes y la fatiga lógica de los protagonistas.

En el segundo tiempo, todo se desnaturalizó, porque la idea de que el que se equivocaba perdía o el que hacia el gol (como en los potreros) ganaba, cobraba más cuerpo.

Uno y otro, promovió situaciones fortuitas, que le daban sentido a las pasiones de la hinchada que llevó Ciudad de Nieva y los infiltrados simpatizantes de Lavalle que hacían fuerza por su divisa.

Así llegaron las expulsiones por la torpeza o la enjundia de ambos conjuntos. De hecho Lavalle terminaría con 8 hombres (más bien pibes) y en un momento dado eran diez contra diez, como en un partido barrial.

Así Nieva pudo ponerse nuevamente en ventaja y terminar con el pleito, sin embargo Lavalle nunca se dio por vencido y opuso con cuerpo y alma, resistencia a las pretensiones del candidato a campeón.

En un partido que ya era accidentado por las expulsiones, llegaron los momentos finales, en donde uno por ahí pensaba: ¿No hubiese sido conveniente oportunamente bajar la persiana por parte de Nieva? ¿ O seguir pugnando por ganar fue una cuestión de fidelidad a un estilo?

No importó, porque el desenlace fue tremendo, cuando Paniagua recibió un cambio de frente y presuntamente en posición sospechosa, recibió la pelota para meterse en el área, dejando en un par de movimientos a la defensa contraria y – de paso- al arquero y con el arco desguarnecido, para empujarla al fondo de la red. ¡ Increíble, pero real! Lavalle pasaba a ganar 2 a 1 ante la algarabía de sus jugadores y la locura de sus hinchas infiltrados, pero que con todo derecho, festejaron a rabiar el triunfo que se venía.

Lo demás fue anecdótico, ya que la providencia estuvo del lado de Lavalle y Nieva fue con vergüenza deportiva por el empate, pero el reloj lo ahogó como en un partido de basquetbol.

Final amigos, Lavalle ganó a lo Lavalle y festejó un significativo paso hacia el reducido, por más que le descuenten puntos. Premio a un equipo juvenil con un veterano de Guerra como el “Chueco” Paniagua. Ya lo dijo el gran boxeador “Mano de piedra” Durán: Viejo es el viento y aún sigue soplando.

Ciudad de Nieva de gran campaña, postergó su fiesta de campeón, aunque es inminente su consagración final, si quiere ser “El león, el rey de la selva”. Aplausos para Lavalle que, a pesar de lo bemoles del club, rayano con lo policial, con sus muchachos ganaron con honor su desafío.

Un mensaje final para los chicos de Ciudad de Nieva: La derrota de hoy, te prepara para el triunfo de mañana…

En síntesis: EN DONDE MANDA GENERAL, NIEVA NO FESTEJA.

 

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