Travesía Cultural | letras |

Los Barrios, séptima parte: Los Naranjos

 

Los Naranjos 2

 

 

 

“…recuerda con belleza lírica el barrio de un niñez y juvetud con aroma a azahares...”

 

 

La escritora Norma Soraire recuerda con belleza lírica el barrio de su niñez y juventud con aroma a azahares, Los Naranjos. Su nostalgia teje sus límites murmuradores tanto como el río Chico y el tren cercano, como el pregón de las marchantas, del lechero, y las doñas que lo caminaban.  Hasta la política oida a los grandes que la señalaron están presentes.

Todo esto nos hace recordar, sonreir y pensar que se teje con el recuerdo hebras  de la Memoria de un tiempo y de un lugar cercanos al corazón.

 

 

 

AQUEL VIEJO BARRIO LOS NARANJOS

 

 

El Barrio Los Naranjos, de Jujuy, auténtica identidad

de lo que sería la floreciente ciudad Capital

 

Tenía a su costado, el curso cristalino del Río Chico

Contenido tras la arbolada avenida de ceibos en flor

Que pintaban de rojo las grietas de la vereda de lajas

 

Esquinado con él y sobre su playa, el Cementerio,

Cerrándolo el acero de las vías del  Ferrocarril Belgrano

enclavadas en el lecho que ofrecían los duros durmientes

Dejando en el bajo, floreciente huerta, maíz, flores y hortalizas

 

Barrio estremecido por el acompasado tableteo  de los rieles

por el sacudir de las ruedas y el piteo largo y sonoro

de los trenes que arribaban a la estación cercana.

 

Por esa esquina del río, el puente y el cementerio

se abría un camino de tierra entre arbustos espinosos

y enormes hojas como orejas de elefante.

Por allí venían de las fincas productoras del alto Gorriti

sabrosas frutas y verduras, recién recogidas,

desbordando las canastas que colgadas en sus brazos

traían, rebosantes, las alegres y cantarinas marchantas.

Algunas de a pie, otras en carros  o jardineras

Siempre con prolijos delantales y hasta flores en el pelo.

 

Golpeaban con vigor las manos en cada puerta

Y trinaba su voz  ¡Marchaaaaanta!

Vecinas generosas hacían su compra del día

les ofrecían pan y mate cocido caliente

y les regalaban sedosos pañuelos para cubrirse del sol.

 

Por otro lado venían los carros lecheros

con enormes, pulcros y abollados tachos de aluminio

Traían la leche desde la Finca Tramontini en Bajo La Viña

y recorrían puerta a puerta, la preciosa Tacita de Plata

 

Las  mujeres, amas, señoras, domésticas o niñas

los esperaban, lechera en mano y la moneda de cinco.

Después de hervirla cuidando el punto justo de ebullición

( la leche derramada no era buen presagio)

se preparaban sabrosuras como el arroz con leche,

La ambrosía, la cuajada, la chocolatada o el dulce de leche…

 

Era también el complemento ideal de la tierna mazamorra

alimento este mentado para el fortalecimiento de los huesos

En algunos hogares era el plato fuerte o quizás el único

Junto a la sopa sustanciosa de pucheros y verduras.

En esos tiempos tan plenos de sueños, fantasías, ideales

la política era para nosotros, “cosa de grandes”

Hombres y mujeres hacían la rutina de sus vidas,

madrugar, trabajar, cumplir los requisitos impuestos

para operar cada trámite con el “carnet” en mano.

Si eran oficialistas todo andaba bien

Si eran “antiperonistas” trataban de sobrevivir

Algunos con alta dignidad, otros con callado temor;

 

Los menores escuchábamos sin comprender,

No veíamos razones a los desvelos, la angustia

La sensación de opresión, de no libertad…

Por entonces, los libros de lectura, la tarea del cuaderno,

Los textos de los manuales, afiches, láminas, películas

Todos con Perón y Evita habían atrapado nuestra niñez.

No había otros ídolos, ni personajes, ni héroes.

No podía haberlos!

 

La educación en los hogares y en la escuela era rigurosa

Los adultos nos marcaban los deberes y las obligaciones

provocando muchas veces nuestro enojo y rebeldía,

Pero en verdad, ellos también de otra forma, eran sometidos

Y sólo querían para nosotros mejores ideales y valores justos

que luego la vida nos hizo comprender y apreciar.

 

 

Norma Soraire 

 

Temas

Dejá tu comentario