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Justicia histórica (Nugae)

La niña Aurorita lo ignoraba. Se enteró mucho más tarde, ya de grande. Siempre le causó gracia la anécdota que contaba su madre de cuando la fue a anotar para el ingreso a cuarto grado en la Escuela Normal. A la pregunta de la señorita maestra: “¿Domicilio?”, muy oronda, doña Faustina contestó: “Vivimos en la calle Otero, pero ahora se llama General Dorrego”. La docente le clavó la mirada y replicó: “Señora, usted acaba de otorgarle un ascenso al Coronel Dorrego”.

Quizás fue un hecho de justicia histórica el bautizar así la calle que corre paralela a la que lleva el nombre de General Lavalle, en la capital jujeña.

Por su parte, el escritor Hernán Brienza * en “El Loco Dorrego” nos recuerda que calles cercanas del Buenos Aires colonial fueron testigos del nacimiento de ambos próceres. El 11 de junio de 1787 nacía, en un hogar de prósperos comerciantes, Manuel, un niño “morocho, pelo encrespado y ojos vivaces”. Diez años más tarde, el 17 de octubre de 1797 llegaba al mundo, en el seno de una familia patricia, Juan Galo de Lavalle, un niño “rubio, de ojos celestes y límpidos”. Nadie sospechaba, por entonces, qué destino aciago –de víctima y victimario- aguardaba a estos dos seres.

La niña Aurorita comprendió mucho más tarde que dos calles paralelas con nombres de héroes antagónicos pueden esconder una grieta muy difícil, aún, de zanjar.

 

*Brienza, Hernán. El Loco Dorrego – El último revolucionario. 2018. CABA. Marea Editora.

 

 

Yolanda Beguier, profesora en letras jujeña.

Invierno '19

 

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