Travesía Cultural | tercera parte |

Continuamos con "Los cuentos de Anderson"

Sebastián Jorgi nos comparte un rico comentario de los cuentos de Enrique Anderson Imbert.

 

Entre la memoria y la aproximación

 

Las narraciones completas

 

Y ya es hora de ir terminando esta recordación. ¡Aleluya!: Se dio el gusto de reunir en dos tomazos, editados por Corregidor, toda su obra narrativa: 773 páginas el primer tomo y 755 páginas el segundo.  El volumen I contiene: Vigilia, El mentir de las estrellas, Las pruebas del caos, Fuga, El grimorio, El gato de Cheshire, El estafador se jubila, La locura juega al ajedrez; y el Volumen II: La botella de Klein, Dos mujeres y un Julián, El tamaño de las brujas, Evocación de sombras en la ciudad geométrica (Ex Victoria) y El anillo de Mozart.

En La botella de Klein, la historia se ha constituido en una meta – cuento, en una reflexión sobre los ensayos experimentales en la morfo-narrativa. El personaje ha tropezado con una ciudad-biblioteca, “un anaquel de libros gigantes” y, luego de una descripción que conforma un ambiente propicio para el extraño encuentro con Odiseo, le dice a éste que ahora hay imitaciones de la Odisea, que todo lo que parece nuevo no es tan nuevo al fin; ya estaba en el libro de Homero. Monólogos interiores, puntos de vista y otras yerbas, ya fueron presentados en la visión homérica. Y qué decir de los Cuasicuentos, relatos brevísimos, modelos de pericia. Para algunos escritores noveles, el asunto de la síntesis invita a escribir, pero ésta, digamos, hiper-síntesis, suele ser dificultad infranqueable muchas veces. Por supuesto, no para Anderson. Dos mujeres y un Julián, redondea mi impresión sobre el Anderson Imbert cuentista nato, que demanda una continuidad en la creación de ficciones, cuantitativa y cualitativa. El teórico sobre la cuentística del mundo, desde los orígenes hasta la actualidad, se ha puesto a demostrar en la práctica, las hipótesis y tesis (por decirlo con términos matemáticos) a través de las más diversas tramas. Se me ocurre que Cassette (un cuentazo de esos difíciles de empardar) nos avisa sobre la crisis en que habrá de caer la lectura (una literatura sin lectores) por el avance de la técnica. Una cruda metáfora sobre la encrucijada actual, en tiempos en que todo es más fácil, más rápido, con grabador: regresamos al origen, a una literatura oral, al cassette, pero el personaje (un niño) habrá de re-inventar el libro en el siglo XXI. Enrique Anderson Imbert es poseedor de un especial ingenio para crear situaciones como en Hotel Castro, Que si el padre Martín, que si el padre Brown, viajes a través del tiempo como en Ida y vuelta, tramas detectivescas constituyendo fórmulas para el cuento policial en Esa bufanda, de sangre o la humorada en la que el pretexto de escribir un cuento sirve para entablar una relación amorosa: Alfa, Beta, y no digamos Gamma.

 

Sé  que  ha aparecido en Estados Unidos un compendio de cuentos con el título En el telar del tiempo (en inglés) descuento con un criterioso estudio preliminar de Ester de Izaguirre. Me viene a la memoria el libro de Anderson Imbert Nuevos estudios sobre las letras hispanas (marzo de 1986), que contiene ensayos sobre Andrés Bello, Bioy Casares, Manuel Peyrou, Henríquez Ureña, Ricardo Palma, la Generación del ´80, Cané y Juvenilia, Nalé Roxlo, Mallea, Unamuno, Mujica Láinez. Y también un ensayito sobre los hermanos Lida y con respecto a Raimundo, el tema del Cuento de ajedrez de Stefan Zweig (que fue publicado en español por la colección Austral de Espasa Calpe con el título La partida de ajedrez, cuento del que me enteré de su existencia por mi amigo el actor Jesús Berenguer). Hay muchos escritores atraídos por el tema ajedrecístico: Juan José Arreola, por ejemplo, con El rey negro y cito mi cuento El niño que le ganó a Karpov, el cuento de Alberto Vanasco, Filidor y Cía.

Dije en una oportunidad, que la literatura argentina estaba de fiesta, ya que Corregidor tuvo el halago de publicar esos dos tomazos, las Narraciones completas de Anderson Imbert.

Gracias por todo lo que ha dejado a varias generaciones de docentes y críticos y por mi parte, con la fortuna de haberlo tratado y de haber aprendido mucho. Agradecido.

Nunca lo olvidaré.

 

Sebastián Jorgi

Escritor, periodista Profesor en Letras argentino.

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